La Escuela de Cadetes fue el escenario que escogieron los terroristas para
recordarle a Colombia y al mundo que no existe tal cosa como vivir en paz en la
otra patria de Bolívar. El último reporte oficial de la masacre da
cuenta de 21 muertos y cerca de 90 heridos.
Minutos después del atentado, se activaron todas las alarmas de seguridad
de las fuerzas del orden neogranadino y no resultó difícil dar con el
autor material del horroroso crimen, ya que el mismo estaba al
volante del carro cargado de 80 kilos de pentolita y estaba registrado como un miembro de
una célula urbana de la guerrilla del ELN. La información que se obtuvo en
medio día fue concluyente en cuanto a los autores intelectuales del
acto y todo apuntó a una acción de la guerrilla del ELN. La propia fuerza
guerrillera no movió un dedo para confundir a la población ni
para orientar la investigación maliciosamente hacia otro
actor.
Este espantoso crimen ha puesto al
país entero en ascuas. Los colombianos aún tienen en su memoria
el último atentado criminal perpetrado por la guerrilla del ELN en
Barranquilla hace poco más de un año, cuando ya se habían iniciado las
tratativas de paz con esta fuerza guerrillera. En esa ocasión hubo 5 bajas de policías
y decenas de personas heridas, a pesar de que entre las condiciones exigidas
por el gobierno para avanzar en la negociación de paz que se
inició en febrero de 2017 estaba la de la suspensión de las hostilidades y
la liberación de los rehenes en manos de los insurgentes.
Es importante poner de relieve que el gobierno Iván
Duque, desde su llega,da, se preocupó en investigar la manera en la que el
ELN había seguido actuando en el interior del país mientras
negociaba su desactivación y reinserción social. Estas
investigaciones condujeron a hallazgos atroces. La realidad es que
el ELN continuó sin cesar, secuestrando personas, instalando
minas antipersona, reclutando menores para sus filas, efectuando procesos
extorsivos, practicando atentados contra los oleoductos de las zonas
petroleras y manteniendo bajo amenazas a líderes sociales de las
regiones en las se ha mantenido activo. Las cifras son aterradoras.
La voluntad de paz del ELN, pues, no ha existido
nunca y la carga simbólica de este atentado no puede ser deleznada. Esta
escuela es el lugar donde se forman quienes más tarde serán generales de la
fuerza pública cuya cúpula apenas tiene un mes de haber sido
designada.
Este es un nuevo acto de agresión en contra de la
ciudadanía que merece un fortalecimiento de las acciones en contra de esta
guerrilla y de esta manera lo han entendido los órganos de seguridad
colombianos. La principal consecuencia del acto de violencia de esta semana va
a ser de orden político ya que ella afianzará la paralización total de
las tratativas con esta fuerza guerrillera.
Para completar el panorama de inseguridad que se está
dibujando en Colombia a raíz de este atentado, es necesario mencionar
que Iván Márquez, uno de los más altos
líderes ex combatientes de las FARC, hizo, hace pocos días, acto de
presencia pública para, en un video, criticar la implementación de los
acuerdos de paz y no vaciló en mencionar los errores cometidos por la guerrilla
al haber pactado la dejación de las armas. Este constituye
un acto de arrepentimiento en forma que concluyó con una acusación al
Estado colombiano de haber traicionado la paz pactada.
Por último, pero no menos importante, es que existe
una colaboración activa de los criminales narco-guerrilleros o exguerrilleros colombianos con sectores
paralelos en Venezuela, colaboración que cuenta con apoyo militar y
gubernamental del otro lado de la frontera. De hecho, existen células del
ELN que despachan abiertamente desde suelo venezolano, e interesadas, por igual,
en la desestabilización y debilitamiento del gobierno de Iván
Duque. Nada mejor que pescar en río revuelto cuando se actúa al margen de
la Ley.
Lo dramático de este acto es que el mismo representa un
retroceso en el ambiente de tranquilidad que desde hace muchos años intenta
conseguir el país como condición esencial de su progreso social y
económico. Lo que queda claro, entre otras cosas, es que el legado de paz
de Juan Manuel Santos no fue tal.
El gobierno de Ivan Duque no tiene tiempo que perder.
Beatriz de Majo
@beatrizdemajo1
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