Venezuela
le debe a China más de 45.000 millones de dólares, cifra a la que se le suman
otros 25.000 por concepto de intereses. Los rusos también inyectaron miles de
millones, que cobran apretando la ubre minero-energética del régimen, pero su
primordial interés es el pulso geopolítico con Estados Unidos. El 80 por ciento
del crudo que pasa por PDVSA va directo a China y Rusia.
El
eje CuRuChi (puede sonar gracioso, pero produce más penurias que risa) es
administrado en el día a día por los cubanos. Cuba pasó de sobrevivir gracias
al subsidio del comunismo soviético a capitalizar las necesidades ideológicas
del chavismo. Venezuela pone el petróleo, pero Cuba es el combustible de la
maltrecha revolución.
Hay
colonias que no dejan de serlo. La historia enseña que la libertad no se cuida
sola y que, al menor descuido, un pueblo puede pasar de mano en mano. No hace
falta buscar ejemplos en la antigüedad. A tiro de piedra está Curaçao, isla que
se ha repartido media Europa, empezando por España y terminando con los Países
Bajos, de los cuales es parte como territorio autónomo. En épocas de dominio
español, Curaçao perteneció a la Provincia de Venezuela, ahora agitado hogar de
la revolución bolivariana, cuyo mayor logro (después de los récords de hambre y
desabastecimiento) es haber retrotraído al país a aquellas épocas coloniales.
La fórmula: un desastroso manejo económico y la gula armamentística que
caracteriza al totalitarismo.
En
Venezuela, los cubanos dominan la inteligencia, dirigen la seguridad, vigilan a
la oposición, están pendientes de los procesos migratorios y pasaron años
enviando misiones de salud que afianzaron parte del inmenso poder que tienen en
el país. Cuba no va a resignarse a perder lo que Venezuela representa: un
gobierno que alimenta a la isla primero que a su propia gente.
Y
mientras tanto aquí, con esa mezcla de mala memoria e ingenuidad que nos
caracteriza, comulgamos con una imagen positiva de Cuba por sus mediaciones en
pro de la paz. Esas gestiones recientes se agradecen, pero tiene cuantiosas
acciones en nuestros padecimientos. Cuba ha sido una exportadora de rebeliones
que se camufla bien en los escenarios de reconciliación. Tiranía repugnante que
convirtió a un país en propiedad inmobiliaria de una familia.
Las
libertades en Cuba llevan décadas moviéndose a paso de tortuga, como la que
pescó Fidel para hacerle un almuerzo a Humberto de la Calle y su familia, según
cuenta en su nuevo libro. Generoso, Fidel termina devolviendo la tortuga a ese
mar donde se han ahogado cientos de miles de cubanos desesperados.
A
Maduro, apuntalado por CuRuChi y auxiliado en el manejo de los negocios de
narcotráfico por el Eln, no va a ser tan fácil mandarlo a los infiernos. El
rechazo internacional, el cierre de los créditos e, incluso, la posibilidad de
un ataque no siempre funcionan. Queda el camino que intentó en un principio
Iván Duque: que una corte de justicia internacional declare y condene a Maduro
como lo que es, un ladrón. La corrupción es la herramienta que socava la
estabilidad de regímenes dispuestos a todo. Bastaría la comprobación de los
dineros con que Odebrecht permeó al gobierno para sepultar a Maduro y a toda su
camarilla.
Mejor
un Guaidó ‘made in’ USA que un Maduro hecho en la tierrita, claro, pero la
transición debe hacerse con prudencia y sin seguir tentando intervenciones
militares que solo serán remedio peor que la enfermedad. Maduro manda en un
país destruido. Pero manda. Ensillar las bestias antes de traerlas no funciona
sino en el deseo. Especialmente si la bestia es un burro terco que no tiene
nada que perder.
Gustavo
Gómez Córdoba
@gusgomez1701
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