lunes, 25 de febrero de 2019

PEDRO ELÍAS HERNÁNDEZ, ATRACCIÓN FATAL


¿Qué es el socialismo? En 1922, Ludwig von Mises lo definió como “destruccionismo” porque nada produce; se limita a dilapidar lo creado por la sociedad que se fundamenta sobre la propiedad privada de los medios de producción. En 1936, Arturo Uslar Pietri, conocedor e influenciado sin duda de la obra de Mises, en su artículo “sembrar el petróleo, lo define, sin mencionarlo, como “economía destructiva”, en una preclara aproximación de lo que décadas después sería la característica central de las políticas públicas en materia económica cuyos desaciertos dilapidaron en 40 años tres bonanzas petroleras de más de un billón y medio de dólares que seguro serán irrepetibles. Además ya en 1984, Carlos Rangel alertó sobre este fenómeno cuando dijo que la combinación de petróleo y socialismo era un cóctel explosivo.

El socialismo, de cualquier signo, siglo o nacionalidad, ha hecho daño, cuando no estragos, donde quiera que se ha instrumentalizado, con menor o mayor intensidad. En Venezuela sin duda hemos tenido una sobredosis de esta receta. Una atracción fatal que fue irresistible. Su versión relativamente moderada puesto en ejecución desde 1974 hasta 1998 en nuestro país, creó las condiciones para que sobreviniera otra versión más agresiva y virulenta de esta corriente ideológica. La democracia desde 1958 en adelante se desarrolla bajo la influencia del clima intelectual dominante para la época que no era otro que el de las ideas marxistas. Nuestra sociedad tuvo poca capacidad de resistencia respecto a esta ideología que muy rápidamente adquirió las dimensiones de un inmenso consenso, casi en un pensamiento único hasta sol de hoy. En ese sentido llamó la atención, por ejemplo, que Donald Trump hiciera énfasis en caracterizar como socialista, y no como otra cosa, al régimen de Nicolás Maduro durante su reciente discurso en Miami ante la comunidad de venezolanos residentes en esa nación, diciendo la verdad sobre la naturaleza de esta ideología que nunca le hemos oído decir en 20 años a ningún líder importante de la coalición opositora en Venezuela.

Alexander Guerrero, en un interesante trabajo donde expone la necesidad de un nuevo pacto de gobernabilidad para el país, nos indica que el sector privado venezolano, de constituir el 65% del tamaño total de nuestra economía en 1998, pasó a ser sólo el 25% en el año 2014, confirmando que el socialismo es en todo lugar y en todo momento la destrucción del sistema de precios y el aplastamiento de la economía privada. Desde luego las causas para que tal cosa ocurriera sin demasiado sobresalto las encontramos en el hecho precedente que nos expone Asdrúbal Baptista en su obra “Bases Cuantitativas de la Economía Venezolana” cuando afirma que desde 1976 en adelante, medido en dólares, el Estado venezolano es el poseedor y dueño del 75% de la propiedad no residencial existente.

Después de los efectos de la sobredosis de ideas socialistas que hemos experimentado, no cabe duda que la fuente de nuestra ruina material está allí. Tal cosa será sin duda el punto de partida del nuevo gran consenso nacional de reemplazo basado en los fundamentos del libre mercado. Y decimos nuevo consenso, no pensamiento único, ya que a las malas estas ideas hay que combatirlas culturalmente con determinación y no darles cuartel, no proscribirlas. Las exclusiones del presente son las guerras del futuro. La libertad y la tolerancia serán aspectos cruciales para la reconstrucción material y moral del país en el momento en que sea posible. El chavismo, como corriente política, si le llega el tiempo de abandonar el poder y pasar a la oposición, debe existir al amparo del sistema de libertades públicas que es menester relanzar en Venezuela. Para su escrutinio histórico estará el juicio de la gente a la luz de lo obrado, lo que hoy luce evidente, pero también de lo que hagan quienes eventualmente venga después.

"El socialismo es inviable, a mediano plazo mutará en algo cada vez menos socialista o colapsará." Esa es la lógica que comprueba la evidencia empírica, según lo afirma muy lúcidamente el economista venezolano Guillermo Rodríguez. Por eso, si se quiere, la transición económica ya empezó en Venezuela. Una sentencia reciente del TSJ le da legalidad al pago de las remuneraciones laborales por medio de dólares lo que terminaría de consumar la dolarización de la economía venezolana, la unificación cambiaria se ha materializado con el reconocimiento oficial del dólar paralelo, las casas de cambio fueron autorizadas a vender y comprar divisas con cierta libertad ,el control de cambio ha queda de hecho casi eliminado, los controles de precios como consecuencia de la terquedad de la economía han quedado reducidos a mera tinta sobre papel, al tiempo que se anuncia que las empresas públicas se abrirán a la inversión de capital privado nacional y extranjero. No obstante la economía sigue contrayéndose. Sin plena confianza sobre el respeto a los derechos de propiedad, los contratos voluntarios y a las formas y reglas de jugo de naturaleza capitalista, la recuperación será imposible y los efectos diferidos de esa atracción fatal que nos atrapó como sociedad seguirán ocurriendo.

Pedro Elías Hernández
@pedroeliashb

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