¿Qué es el socialismo? En 1922, Ludwig von Mises lo
definió como “destruccionismo” porque nada produce; se limita a dilapidar lo
creado por la sociedad que se fundamenta sobre la propiedad privada de los
medios de producción. En 1936, Arturo Uslar Pietri, conocedor e influenciado
sin duda de la obra de Mises, en su artículo “sembrar el petróleo, lo define,
sin mencionarlo, como “economía destructiva”, en una preclara aproximación de
lo que décadas después sería la característica central de las políticas
públicas en materia económica cuyos desaciertos dilapidaron en 40 años tres
bonanzas petroleras de más de un billón y medio de dólares que seguro serán irrepetibles.
Además ya en 1984, Carlos Rangel alertó sobre este fenómeno cuando dijo que la
combinación de petróleo y socialismo era un cóctel explosivo.
El socialismo, de cualquier signo, siglo o
nacionalidad, ha hecho daño, cuando no estragos, donde quiera que se ha
instrumentalizado, con menor o mayor intensidad. En Venezuela sin duda hemos
tenido una sobredosis de esta receta. Una atracción fatal que fue irresistible.
Su versión relativamente moderada puesto en ejecución desde 1974 hasta 1998 en
nuestro país, creó las condiciones para que sobreviniera otra versión más
agresiva y virulenta de esta corriente ideológica. La democracia desde 1958 en
adelante se desarrolla bajo la influencia del clima intelectual dominante para
la época que no era otro que el de las ideas marxistas. Nuestra sociedad tuvo
poca capacidad de resistencia respecto a esta ideología que muy rápidamente
adquirió las dimensiones de un inmenso consenso, casi en un pensamiento único
hasta sol de hoy. En ese sentido llamó la atención, por ejemplo, que Donald
Trump hiciera énfasis en caracterizar como socialista, y no como otra cosa, al
régimen de Nicolás Maduro durante su reciente discurso en Miami ante la
comunidad de venezolanos residentes en esa nación, diciendo la verdad sobre la
naturaleza de esta ideología que nunca le hemos oído decir en 20 años a ningún
líder importante de la coalición opositora en Venezuela.
Alexander Guerrero, en un interesante trabajo donde
expone la necesidad de un nuevo pacto de gobernabilidad para el país, nos
indica que el sector privado venezolano, de constituir el 65% del tamaño total
de nuestra economía en 1998, pasó a ser sólo el 25% en el año 2014, confirmando
que el socialismo es en todo lugar y en todo momento la destrucción del sistema
de precios y el aplastamiento de la economía privada. Desde luego las causas
para que tal cosa ocurriera sin demasiado sobresalto las encontramos en el
hecho precedente que nos expone Asdrúbal Baptista en su obra “Bases
Cuantitativas de la Economía Venezolana” cuando afirma que desde 1976 en
adelante, medido en dólares, el Estado venezolano es el poseedor y dueño del
75% de la propiedad no residencial existente.
Después de los efectos de la sobredosis de ideas
socialistas que hemos experimentado, no cabe duda que la fuente de nuestra
ruina material está allí. Tal cosa será sin duda el punto de partida del nuevo
gran consenso nacional de reemplazo basado en los fundamentos del libre
mercado. Y decimos nuevo consenso, no pensamiento único, ya que a las malas
estas ideas hay que combatirlas culturalmente con determinación y no darles
cuartel, no proscribirlas. Las exclusiones del presente son las guerras del
futuro. La libertad y la tolerancia serán aspectos cruciales para la
reconstrucción material y moral del país en el momento en que sea posible. El
chavismo, como corriente política, si le llega el tiempo de abandonar el poder
y pasar a la oposición, debe existir al amparo del sistema de libertades
públicas que es menester relanzar en Venezuela. Para su escrutinio histórico
estará el juicio de la gente a la luz de lo obrado, lo que hoy luce evidente,
pero también de lo que hagan quienes eventualmente venga después.
"El socialismo es inviable, a mediano plazo
mutará en algo cada vez menos socialista o colapsará." Esa es la lógica
que comprueba la evidencia empírica, según lo afirma muy lúcidamente el
economista venezolano Guillermo Rodríguez. Por eso, si se quiere, la transición
económica ya empezó en Venezuela. Una sentencia reciente del TSJ le da
legalidad al pago de las remuneraciones laborales por medio de dólares lo que
terminaría de consumar la dolarización de la economía venezolana, la
unificación cambiaria se ha materializado con el reconocimiento oficial del
dólar paralelo, las casas de cambio fueron autorizadas a vender y comprar
divisas con cierta libertad ,el control de cambio ha queda de hecho casi
eliminado, los controles de precios como consecuencia de la terquedad de la
economía han quedado reducidos a mera tinta sobre papel, al tiempo que se
anuncia que las empresas públicas se abrirán a la inversión de capital privado
nacional y extranjero. No obstante la economía sigue contrayéndose. Sin plena
confianza sobre el respeto a los derechos de propiedad, los contratos
voluntarios y a las formas y reglas de jugo de naturaleza capitalista, la
recuperación será imposible y los efectos diferidos de esa atracción fatal que
nos atrapó como sociedad seguirán ocurriendo.
Pedro Elías Hernández
@pedroeliashb
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