En el verano de 1940 el mundo contempló sobrecogido
como las huestes del III Reich, inferiores numéricamente, rompían el frente por
Sedan y aniquilaban el dispositivo de defensa anglo-francés. En apenas unas
semanas, el cuerpo expedicionario británico reembarcó en dunkerque y Francia se
vio obligada a capitular en el mismo vagón donde Alemania había suscrito el
armisticio que puso fin a la primera guerra mundial. En los medios de
comunicación de todo el mundo se ensalzó la maestría militar de los generales
germanos que habían sabido crear una nueva táctica conocida como Blitzkrieg o
guerra relámpago. Pero, en realidad, ¿quién creo la guerra relámpago?
Cuando en septiembre de 1939 se produjo la
capitulación de Polonia ante las armas alemanas fueron pocos los que llegaron a
extraer todas las consecuencias militares del conflicto. En la mayoría de los
casos, se atribuyo la rapidísima victoria alemana —apenas quince días— a la
escandalosa inferioridad numérica del ejército polaco y a la falta de
intervención de las potencias occidentales, Gran Bretaña y Francia que,
supuestamente, habían garantizado su integridad territorial. Fue la caída de
Francia en el verano de 1940 la que demostró de manera extraordinaria la
eficacia de un nuevo modelo de ofensiva que recibió el nombre de Blitzkrieg o
guerra relámpago. El mismo se fundamentaba en un martilleo aéreo y artillero de
las posiciones del enemigo hasta abrir un orificio en sus defensas, boquete que
era aprovechado por las fuerzas acorazadas para penetrar masivamente en la
retaguardia, profundizar en el territorio contrario y embolsar a las unidades
atacadas. Mientras los blindados progresaban en el terreno, las unidades de
infantería se ocupaban de liquidar las bolsas de soldados enemigos que habían
quedado superadas. El sistema —que conjugaba de manera extraordinaria
artillería e infantería y, sobre todo, aviación y blindados— volvió a ser
utilizado con enorme éxito en Yugoslavia y Grecia durante la primavera de 1941
y en la URSS durante el verano y el otoño del mismo año. En todos y cada uno de
los casos el resultado fue siempre un conjunto de avances fulminantes, el
embolsamiento de las bolsas enemigas y su aniquilación, y la conquista de
enormes extensiones de territorio. El mérito de esta forma de combate fue
atribuido de manera natural al generalato alemán y, de manera especial a Heinz
Guderian, un brillante táctico especializado en la lucha con blindados. Sin
embargo, la verdad histórica es que el inventor de la guerra relámpago no había
sido ninguno de los generales de Hitler. De hecho, ni siquiera había sido
alemán.
El creador y primer teórico de aquella nueva forma de
lucha que preveía la utilización masiva de la aviación y audaces movimientos de
tanques fue el capitán británico Basil Lidell Hart. Este había asistido a la
primera utilización de tanques en el frente occidental durante la Gran Guerra y
no había tardado en percatarse de que un arma de aquellas características no
podía verse reducida al papel de mero acompañamiento de la infantería.
Impulsado por esa seguridad, escribió varios artículos especializados en los
que trazaba las líneas maestras de la guerra relámpago... y que pasaron
prácticamente desapercibidos. De hecho, la excepción a esa falta de respuesta
fueron un militar francés, el futuro general De Gaulle, y otro alemán, el
citado Guderian. De Gaulle no logró interesar a sus superiores pero la reacción
que Guderian provocó en Hitler fue muy diferente. De hecho, el Führer no solo
estaba interesado en cualquier innovación bélica sino que además contó con un
campo de ensayo excepcional en la guerra civil española. Durante la ofensiva de
Levante que siguió a la batalla de Teruel, las unidades blindadas alemanas al
mando de Von Thoma realizaron, de hecho, el primer ensayo de guerra relámpago.
El intento resultó limitado porque el general Franco no deseaba colocar en una
situación arriesgada a los blindados y, arraigado todavía en concepciones
propias de los años veinte, temía peligrosos ataques de Franco que llevaron a
su ofensiva a entrar en crisis. A pesar de estas limitaciones, los Carristas
germanos pudieron de percatarse en España de que los principios de la guerra
relámpago eran absolutamente aplicables —una circunstancia en la que superaron
a sus homólogos soviéticos que ayudaban al ejercito del Frente popular— y al
año siguiente lo dejaron brillantemente de manifiesto en Polonia.
A pesar de su probada eficacia, la guerra relámpago
entró en crisis en 1941 precisamente en territorio de la URSS. La enorme
extensión geográfica impidió rematar unos éxitos iniciales realmente asombrosos
y, sobre todo, descubiertos los principios fundamentales, la Blitzkrieg se
convirtió en inoperante. En realidad, puede afirmarse que conocidos sus
secretos, el éxito quedaba prácticamente descartado, un éxito que había
correspondido únicamente a las armas alemanas pero cuyo creador paradójicamente
había sido un oficial británico.
César Vidal
@esCesarVidal
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