No vengo a hablar de las maravillas que como sociedad democrática y progresista ha construido Noruega para sus ciudadanos y como espejo para el mundo.
Vengo a expresar –con la respiración contenida y calculada emoción- la alegría que me produce este rayo de luz por el comienzo de las conversaciones entre el régimen y la oposición venezolana en suelo noruego, con la mediación del Grupo de Contacto, para intentar hallar soluciones concretas a nuestra profunda crisis política, social y económica.
El Presidente (e) Juan Guaidó, ha reconocido el envío de sus delegados a esas conversaciones en el país nórdico, lo cual, es un signo positivo para quienes como yo creen en el camino de la negociación política como mecanismo de solución pacífica, en vez de auspiciar guerras que solo dejan espanto y horror.
Me parece inteligente, y oportuno procurar entendimientos en torno a una agenda de intereses comunes para avanzar en lo que la mayoría de los venezolanos deseamos, como es conjurar la crisis social, y económica y con ello frenar el impacto destructivo en la vida de nuestra gente, especialmente los más desposeídos.
Todo ello, con la mira puesta en unas elecciones libres; con un nuevo CNE; observación internacional; participación de todos los venezolanos dentro y fuera del país; con la depuración del Registro Electoral, es decir, unas elecciones verdaderamente libres en las que sea la sociedad toda quien decida su destino.
Ya es hora de frenar la destrucción y el odio contra la población, propiciado por estos 20 años ininterrumpidos de corrupción; colonización extranjera a cargo de la dictadura cubana; saqueo sistemático de nuestros recursos; entrega del territorio nacional para el resguardo de narcoguerrilleros colombianos; terroristas musulmanes; paramilitares (colectivos); en fin, recuperar la democracia y ponerla al servicio de la libertad y la creación de oportunidades iguales para todos.
Brindar plena confianza y garantías jurídicas para la inversión nacional e internacional; generar millones de empleos dignos y bien remunerados para el bienestar de nuestros ciudadanos; educación libre y plural de calidad; recuperar el campo venezolano para el desarrollo agroindustrial. Es urgente la recuperación de Venezuela como espacio para el ejercicio de la democracia plena.
Venezuela lo tiene casi todo, y de verdad lo merece todo, pero desde luego, hace falta racionalidad, y esfuerzo para alcanzar las metas del bienestar colectivo, el bien común.
El país necesita reencontrarse afectivamente también, y sobre esa base echar a un lado la idea del odio y la venganza para proceder a la reconstrucción total. Ello no significa un borrón y cuenta nueva dejando impunes delitos y desafueros; no.
Se trata de que para la reingeniería que la sociedad necesita, también hará falta un nuevo sistema judicial verdaderamente profesional; independiente y autónomo que rinda homenaje al imperio de la ley, y no a intereses de poderosos y corruptos.
Estas conversaciones que comienzan en Noruega, comportan al menos una esperanza dentro del negro cuadro de decaimiento, y frustración en que vivimos los venezolanos de este tiempo.
Ojalá se impongan la sensatez y la comprensión de que el interés superior es la salvación del país, y la recuperación de la democracia como garantía de participación inclusiva e igualitaria. Teniendo esa premisa como norte, será más fácil abordar el tema de la crisis con criterio de amplitud.
Frenar la violencia del régimen contra nuestros parlamentarios; liberar a todos los presos políticos, y bajar el tono de la confrontación ayudan también a distender. La ciudadanía no resuelve sus necesidades con más odio, ni venganzas. Se hace necesario resolver el tema de la producción de bienes y servicios para garantizar la vida, y la paz.
Bienvenidas las conversaciones en Noruega!
Román Ibarra
@romanibarra
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