A diferencia de otras tiranías donde los procesos electorales han servido para desarraigarlas, en Venezuela está muy lejos esa opción. En primer lugar, porque no ha habido una ruptura militar, a pesar que en los últimos tiempos, desde Oscar Pérez hasta la fecha, han existido varias componendas militares contra el castrismo venezolano, los altos mandos han demostrado fidelidad a Maduro, es decir, la rama castrense no presenta las fracturas que muchos analistas dan por sentado.
En segundo lugar, ciertamente, el régimen rojo rojito es el más repudiado de toda nuestra historia republicana pero ocurre algo dantesco, las protestas sociales prácticamente están prohibidas a través de una represión cada vez más atroz, es una de las razones que propulsan la emigración, a juzgar por los resultados de protestas anteriores, sin embargo, ello no quiere decir están ausentes, pese a todo el esfuerzo/recursos que invierte el castrismo para evitar éstas vuelvan a tomar rumbo como en 2002, 2014 y 2017, la cada vez más peliaguda situación económica y el caos de los servicios públicos como electricidad y gas, hacen que día a día las protestas renazcan, principalmente en las zonas populares.
En tercer lugar lo económico, en los escenarios mundiales donde triunfó lo electoral versus lo tiránico la situación económica apremiaba, principalmente por la carencia de recursos para la sostenibilidad del status quo. En Venezuela, pese a las sanciones internacionales y quiebra del principal motor económico (Pdvsa), el régimen continúa al mando de las riquezas de la nación, como sabemos, infinitas. Ello aún le permite obtener recursos por variadas vías que, aunque no sean suficientes para cubrir las demandas formales del país, sí los son para mantener su inhumana plataforma de control, manipulación y represión, aún lo económico no es un detonante per sé cómo se cree, es decir, en lo vinculante a las sanciones, recordemos que en el mundo existen aproximadamente 50 dictaduras anegadas en sanciones desde hace décadas, sin que ello haya producido cambios políticos.
Mientras el régimen tenga control militar, social y tenga disposición de recursos, lo electoral es un pastoreo de nubes, aceptémoslo. Ahora, ello no quiere decir que su estadía en el poder es firme, absolutamente no. La actual coyuntura nacional, y la suya como “corriente política”, es consecuencia propia de sus actos; por la imposición del modelo cubano (trágico para el pueblo, pero una bendición para gobernantes y afines), por tratar de controlar la economía por controles innaturales, leyes impuestas e inconsultas, por una ineptitud y una corrupción que, según especialistas, es la peor que conoce la humanidad luego de la segunda guerra mundial. Internamente el castrismo venezolano aún sobrevive, aunque panza arriba, en lo internacional está sumamente comprometido.
El castrismo venezolano, alias chavismo, no tiene escapatoria, al evadir ilegalmente el revocatorio 2016 e imponer procesos electorales de espalda a la constitución, a la democracia y tras la comisión de otros delitos que impactan fronteras afuera, firmó su sentencia de muerte, los días están contados, ahora el tiempo es un factor que se estira y encoge según las estrategias, pero con un mismo final anunciado e inevitable… sea como sea, sus dos opciones son:
Una salida consensuada a través de, por ejemplo, una odiosa, injusta y no merecida amnistía, pero útil para favorecer los cambios que no solo clama la nación sino la comunidad internacional o, la segunda opción, un escenario no-pacífico que ya se comienza avizorar a través de comunidad internacional que certificó la violación de derechos humanos del chavismo, vía presión (no tan unilateral) de Estados Unidos y unos vecinos regionales que ya no soportan las externalidades negativas que genera el régimen en sus respectivos territorios. Así las cosas, quien decide el tenor de su fin es el propio chavismo.
Leandro Rodríguez Linárez
leandrotango@gmail.com
@leandrotango
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