Durante los pocos días que duró “el hechizo Guaidó”, un periodista atinó a preguntarle: ¿cómo afrontaría la “inminente etapa de transición” que nos toca las puertas con acuciante insistencia? La respuesta del personaje, para su propia suerte, pasó casi desapercibida: hemos pensado en un proceso semejante al chileno, respondió con la candidez natural de un Forrest Gump. Desdichadamente no se puede pedir más en un país acostumbrado a tender la cama de sus propios fracasos. La respuesta emitida en aquél momento, sin embargo y en descargo de Guaidó, nos da la pista para comprender la racionalidad interna de anteriores y posteriores fracasos bajo el signo de nuestra época: el desdén por el conocimiento de nuestro proceso histórico, y la incomprensión de las ataduras de una sociedad rentista.
1.- ¿TRANSICIÓN A LA CHILENA EN VENEZUELA?
Basta una revisión general para entender el abismo que separa el proceso chileno del venezolano. Veamos: ¿Existe en Venezuela una fuerza armada no colonizada, ni deshilachada por potencias extranjeras, con unidad de mando y resquicios de institucionalidad? ¿Existe en Venezuela una sociedad organizada en partidos, fortalecidos tras superar las duras pruebas de la clandestinidad, con vocación de poder, dispuestos a formar causa común? Pero sobre todo, ¿Existe en Venezuela un liderazgo prestigiado por su papel en la lucha contra la dictadura, sin máculas de cohabitación que lo asocien con la colocación del bien común subordinado al interés particular? También pudiéramos preguntarnos por el papel de la extrema izquierda. En el caso chileno, aquella estaba reducida a la aplicación de atentados terroristas causantes del repudio general. Los extremistas a la derecha, se ufanaban del orden y seriedad impuestos. En Venezuela, los extremistas son el poder y el caos es su logro más evidente.
2.- UNA SOCIEDAD ATOMIZADA
Para empujar una transición política hacia la democracia, se requiere de un liderazgo con respaldo y movilización de gruesos sectores de la población. El liderazgo opositor está tan disociado de la realidad que cree poder movilizar a los sectores populares invocando la anunciación de tiempos mejores, que vendrán como consecuencia de un arrebato de fe y voluntad. Entre tanto el contexto nos marca con hambre, o en el mejor de los casos, la gente lucha para medio comer. He allí otra gran diferencia con respecto al Chile que se desprende de Pinochet. La sociedad chilena de la transición, ya ha retomado el camino del crecimiento económico, no es el país de sobrevivientes que escarban en la basura para comer. Sin liderazgo, y sin poder conectar los imperativos políticos con las necesidades básicas de una población marcada por el reparto clientelar, la Venezuela de estos tiempos no es más que un naufragio. Un país en el cual la ley del “sálvese quien pueda” lleva varios años con vigencia plena. Pero es el escenario conveniente para que la dictadura atornille su dominio político: el pez muere por la boca. No por casualidad a las cajas Clap se les ha pretendido convertir en el seguro de vida para un poder que se nutre de la miseria, y son el vellocino de oro para los sectores más vulnerables y manipulables de la población. Con una sociedad atomizada, que culpa a los médicos al no hallar atención en el hospital, que soporta apagones y aplaude la llegada de la luz, luego se regodea por la baratura del recibo a pagar, que culpa al panadero por la falta de pan, o se lía a puñetazos compitiendo por un puesto en el tren. Que aún espera el aumento de un tanto por ciento en los sueldos para combatir la híper inflación. En fin, con una población que aspira burlar la crisis con la remesa del mes, no es mucha la fuerza popular a la mano para presionar en una negociación por la democracia. Sin duda, el caso venezolano presenta un cuadro esencialmente distinto al proceso chileno.
3.- EL LIDERAZGO HEREDADO DEL RENTISMO PETROLERO.
Probablemente la mayor dificultad para una transición democrática en Venezuela se derive de su liderazgo. No contamos en nuestro país, a diferencia de Chile, con partidos y organizaciones sociales fraguados con independencia del poder. La sociedad venezolana hasta hoy sigue siendo una sociedad rentista. A pesar del colapso material del modelo petrolero, la profundidad de su influencia operando por décadas, sigue presente en un contexto radicalmente distinto al ya conocido por generaciones anteriores. ¿Qué implicaciones tiene este aspecto? Es una tara de la abundancia: primero se llega al poder (o se adquiere una cuota), luego nos hacemos líderes. Esto permite afirmar la condición descendente (desde el Estado hacia la base social) de todo el proceso de formación político institucional que dio “personalidad” a nuestro país. La precariedad de las organizaciones sociales es una de las consecuencias más visibles de aquella condición descendente. Con raras excepciones, en el mundo sindical y gremial, sectores estudiantiles y partidos políticos, nuestra realidad no se corresponde con poderosos actores sociales independientes del Estado. Es al revés, desde aquél se estimulan las condiciones para el surgimiento de las diversas formas de organización, básicamente de los partidos políticos.
Acorde con el personalismo, nuestro proceso histórico prohijó la figura del “portaviones”, el modo más rápido de hacerse líder tutelado por otro líder, el de arriba. De esta manera, el portaviones se convierte en carroza de carnaval. Allí está el rey o la reina, igual da, en lugar de repartir caramelos, reparte liderazgo por toda la geografía nacional. Es este el origen, no sólo del liderazgo chavista, también del opositor mas reciente. La sobrevivencia de estas formas de organización social y política depende de las ataduras impuestas por la distribución de renta. Fenómenos como la estampida de unos Diputados recién electos, decididos a convertirse en Gobernadores, se explican por esta razón: no hay pago de nómina en la A.N. En algún momento la sociedad venezolana debería tomarse muy en serio el tema del financiamiento de los partidos, si acaso se desea procurar bloquear una de las vías más expeditas hacia la corrupción.
4.- CHAVISMO: ¿ENCHUFADO O DES-ENCHUFADO?
El producto más acabado del rentismo político venezolano ha sido el Estado-Partido o el Estado-Pesuv, una estructura fascistoide para administrar el poder. De arriba abajo, desde el Estado hacia el control social, se fue configurando una casta burocrática, un empresariado, gremios y sindicatos, consejos comunales, y una poderosa maquinaria utilizada inicialmente con fines electorales y de control social. En la medida en que avanzó la crisis y la distribución de renta fue cerrando el círculo, el Estado-Partido fue expulsando de sí, los sujetos que mostraron inconformidad o se atrevieron a disentir. Pero en sentido estricto, la estructura fascista no llegó a quebrarse. Las distintas individualidades desprendidas no han llegado a crear estructuras partidistas o formas de organización independientes con fuerza apreciable. Sin embargo, a partir de estas personas desprendidas del aparataje burocrático, se ha configurado el llamado chavismo disidente, arrepentido, o chavismo democrático. En sentido estricto, no puede hablarse de liderazgo de nada. Piénsese en un Diosdado Cabello sin una gota de poder, ¿Qué quedaría de él? Piénsese en Luisa Ortega Díaz de parrillera en motocicleta. Procura escapar de una celada montada por sus viejos aduladores. Podemos pensar en la tremenda soledad de Giordani, de Miguel Rodríguez Torres , vejado y torturado por sus viejos camaradas. Pensemos en Héctor Navarro, solitario y silenciado hasta la impotencia ¿A quiénes lideran? ¿A quién representa Luis Acosta Carles (o el general eructo), convertido ahora en sufrido empresario? ¿Cuál puede ser el aporte de estas personas en términos de movilización de masas? ¿Honrados? Seguramente los habrá. Pero una transición política democrática no es concurso de honradez. A nuestro juicio no existe el tal Liderazgo Chavista, sólo existe el chavismo enchufado o desenchufado. Aparte de Cabello, los acá mencionados pertenecen al segundo tipo.
5.- LA TRANSICIÓN POLÍTICA VENEZOLANA, DE LA FE A LA FRUSTRACIÓN
La Concertación Chilena contó con varios partidos centristas cuyo peso específico se hacía sentir con militancia y liderazgo. No fue paracaidismo partidista, surgieron, (no cayeron) de abajo hacia arriba, sin tutelaje estatal. En el caso de una posible concertación a la venezolana, se parte de un mito, de una leyenda urbana: la supuesta existencia de un tal liderazgo chavista democrático, el cual minaría desde adentro el poder del usurpador. Aún salvando la tremenda diferencia de origen, real y natural, ganado a pulso, acá no se han producido desprendimientos del Estado-Pesuv, con la densidad suficiente como para formar partidos fuertes e independientes del Estado. Ergo, si se va a negociar una salida política a nuestra crisis, se hará con la burocracia chavista, sobre todo la militar. En definitiva, son los que controlan el Estado-Partido y se reservarán cuotas importantes de poder. Sería demasiado ingenuo pensar que una solución tal, cambiará los vicios y mañas que carcomen el Estado hasta sus entrañas. Los resortes clientelares que le atribuyen razón de ser se mantendrán casi intactos. ¿Razones para celebrar? Claro que si. Los venezolanos no esperan grandes cosas para iniciar una celebración. Por puro hartazgo saldremos a celebrar cualquier cambio político con independencia de su calidad. En nuestra circunstancia hasta un cambio chucuto bien vale una fiesta. Las señales emitidas por la realidad pueden ser fácilmente burladas con dosis elevadas de fe. Lástima nuestra gran capacidad de olvido, justamente lo que nos impide recordar que la fe es el combustible natural de la frustración. Y ya será tarde para cuando nos percatemos de la proximidad de nuestro proceso político con el caso argentino, y ni de lejos con el chileno.
Ezio Serrano
@EzioNoc
http://ideasenlibertad.net/la-transicion-politica-venezolana-de-la-fe-a-la-frustracion/
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