Hispanoamérica ha sido sorprendida por las revueltas sucesivas de los últimos meses. Siguen un patrón ya conocido para la región, aplicando una estrategia alertada por el líder social cristiano Arístides Calvani hace más de 60 años.
De Ecuador a Chile
Los primeros días de octubre, Ecuador se vio impactada por inesperadas protestas a raíz del aumento de las tarifas del transporte decretado por el presidente Lenín Moreno.
Este aumento fue consecuencia del acuerdo firmado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), para lograr acceso a un préstamo de 4 mil 200 millones de dólares. Ecuador debió aplicar medidas para reducir el déficit fiscal. Entre ellas, la eliminación del subsidio a los combustibles del transporte.
Las protestas no se hicieron esperar. Lo que en los primeros días obligó al presidente ecuatoriano a mudar transitoriamente el gobierno desde Quito a la ciudad de Guayaquil. Acto seguido, declaró el estado de emergencia por 60 días y dio marcha atrás a las principales medidas de austeridad que habían sido tomadas. Esto logró detener el plan insurreccional.
El politólogo boliviano Carlos Sánchez Berzaín denunció en ese momento desde Miami, que Ecuador estaba “bajo ataque del castrochavismo”, por lo que se planteó la pregunta: ¿Quién sigue ahora?
Pasaron pocos días, para que la respuesta llegara desde Santiago de Chile. Ante un aumento de las tarifas del metro de la ciudad, grupos de jóvenes estudiantes sin aparente afiliación partidista, arremetieron a la misma hora y en una acción coordinada contra casi todas las estaciones del metro.
La destrucción del metro santiagueño evolucionaría a una sistemática operación de saqueo y destrucción de cadenas de supermercados, y se trasladaría a las principales ciudades del país, incluyendo aquellas que todavía no tienen transporte subterráneo.
Informes de inteligencia corporativa, de la banca extranjera que opera en Chile, señalarían posteriormente que el gobierno del presidente Sebastián Piñera había tenido a tiempo informaciones en cuanto se estarían preparando operaciones de sabotaje en contra de los servicios de acueducto, gas y electricidad que abastecen la ciudad de Santiago.
El gobierno tomó medidas de seguridad extrema, que evitaron dicho sabotaje y preservaron la prestación de estos tres servicios. Aunque no llegaron a tener información, y por lo tanto no previeron, que el esfuerzo de sabotaje – como Plan B- sería dirigido en contra del metro.
Si bien el plan subversivo fue abortado en Ecuador, en Chile no se ha corrido con la misma suerte.
A pesar de que se dio marcha atrás en el aumento de las tarifas, a la ola de protestas se sumaron otros protagonistas que pasaron a exigir una reforma constitucional. Lo que no pudieron hacer en Ecuador.
Estos eventos de Ecuador y Chile recuerdan lo sucedido en 1989 en Venezuela. En esa oportunidad, el gobierno de Carlos Andrés Pérez debió enfrentar en su inicio, una crisis económica que le obligo a llegar a acuerdos con el FMI, aumentar los precios de la gasolina y las tarifas del transporte. Fue cuando tuvo lugar el llamado “caracazo”, posteriormente revelado como unos sangrientos eventos donde aparecieron francotiradores cubanos, previamente sembrados para actuar en Caracas.
A las protestas de Caracas en 1989 siguieron los saqueos del comercio, los ataques armados contra fuerzas policiales y militares, en un estado también insurreccional que obligó al establecimiento de un toque de queda por varios días. Tanto en la Venezuela de 1989, como en el Chile y Ecuador de 2019 –a treinta años de distancia- existe el mismo patrón. No es nuevo. Sigue los dictados de la subversión exportada y financiada por la ya desaparecida Unión Soviética (URSS).
Una chispa evidencia el guión
Presumir de algo no lo hace necesariamente verdad. Aunque en ocasiones la aparición de opiniones calificadas logran convertir esas presunciones en verdades irrefutables. Precisamente, es lo que
ocurrió con los sucesos de Chile, cuando el historiador Carlos Salazar –de abierta posición izquierdista– escribió un análisis de la situación para la revista Nueva Sociedad.
Salazar da inicio a su análisis señalando: “Solo faltaba una chispa (cualquier chispa) que crispando la piel de los adolescentes de Chile, que vienen mostrando más sensibilidad histórica e irritabilidad política que cualquier otros sector de la sociedad, hiciera estallar todo. Esa chispa llegó con el aumento del metro y la represión que sucedió al movimiento por la evasión masiva”.
De este párrafo, hay dos expresiones reveladoras de la naturaleza de los sucesos percibidos por un genuino izquierdista chileno.
La primera, es el uso de la palabra “chispa”, que el desarrollo estratégico de la práctica comunista denomina “las condiciones favorables”.
La segunda, atribuir a adolescentes y estudiantes la responsabilidad del estallido.
Y hay una tercera, que Salazar no se eximió de mencionar, es “la represión que sucedió al movimiento”. Un factor siempre tomado en cuenta por los cuadros comunistas a la hora de planificar acciones de calle; y sin las cuales su accionar no tendría repercusión en la sociedad.
Alerta de Calvani en Venezuela
Lo sucedido en Chile y Ecuador en 2019, siguió el mismo trazado de Venezuela en 1989, y resulta que fue percibido y alertado a partir de 1959 por el dirigente social cristiano Arístides Calvani en Venezuela. Dirigente destacado nacional y continental de su partido, Aristides Calvani (1918 – 1986) falleció víctima de un aparente atentado cuando intentaba pacificar América Central en los años de la mayor virulencia de las guerras incitadas por el comunismo en ese continente.
En un ensayo publicado en mayo de este año (2019) (*), abordé la posición de Calvani frente al comunismo, con motivo del centenario de su nacimiento. Meses más tarde, los acontecimientos de América Latina, me obligaron a recordar sus enseñanzas: los tres puntos mencionados en el análisis de Carlos Salazar en este año 2019, son piedra angular de las advertencias de Calvani en 1959. Para Calvani, el uso de las manifestaciones servía “para entrenar los “cuadros”, que iban a conducir las manifestaciones callejeras superiores”.
También encontraba, que los adolescentes se sentían tomados en cuenta, que estaban transformando la historia. “Es un hombre que sabe descubrir la historia mientras que los demás -pobres infelices- van caminando su vida sin darse cuenta de qué es lo que significa la vida. Para un joven esto es un dinamismo. Esto es una fanatización fantásticamente bien elaborada que le permite a él encajar admirablemente”, decía Calvani.
Las condiciones favorables se presentan cuando ocurren o dan momentos coyunturales como el aumento de las tarifas o precios. Que será la “chispa” que produzca el “reventón social”, como lo llamó Salazar en su análisis.
Esta etapa de preparación, según señaló Calvani, “tiene por centro la captación de la opinión pública”. Porque después de todo, estamos en una “guerra irregular”, frente a un proceso “de guerra total que abarca lo sicológico, lo económico, lo social, lo político y también el frente armado”.
A lo que Calvani añadía y resaltaba, es que a lo que ocurre hay que darle la connotación de “subversivo”, con lo que se introducía la connotación “sicológica”. “Porque es algo que va dentro, subterráneamente, que se vierte por debajo”.
Los pasos estratégicos
El alerta de Arístides Calvani no se quedaba en la explicación de los aspectos coyunturales. Recurría a lo más elaborado de la teoría comunista.
En este aspecto, utilizaba “el concepto de la metodología destructiva”, tomado de la sistematización teórica desarrollada por el coronel francés Ximénes, de amplia experiencia en las guerras de Indochina y Argelia.
Ximénes dividía la metodología destructiva en dislocación, intimidación, desmoralización y eliminación. “Factores que no necesariamente debían suceder cronológicamente en ese orden”, y que formaban parte de “un mismo engranaje” para “la destrucción del orden no comunista”.
Ilustraba Calvani el factor de la dislocación, señalando que una huelga perfectamente justa podía ser dislocada. “Para ello, en lugar de agotar los recursos legales, se marcha de lleno por los ilegales”.
Con respecto a la intimidación, Calvani afirmaba que las acciones de agitación perseguían “inducir el miedo en los espíritus”. Y advertía que esta introducción del miedo llamaba a la prudencia: “la mejor forma para disfrazar el miedo”.
Calificando que la intimidación es un “acto de terrorismo en todas sus formas y, en general, todo acto tendiente a provocar un clima de tensión síquica, de angustia, de inseguridad personal y colectiva. En otros términos, un clima revolucionario”.
Este clima revolucionario se fortalecía con la “desmoralización” como manera de desalentar al pueblo y que aceptara lo inaceptable. “Se busca que la población pierda confianza en sí misma, en sus dirigentes, en sus instituciones, en su gobierno. Se quiere crear un tal estado de ánimo que viva la inevitabilidad de la derrota”.
Finalmente, en esta estrategia de cuatro aspectos, Calvani resaltaba la “eliminación”, que no pretende otra cosa que “suprimir el elemento considerado peligroso para la acción comunista”
60 años después
Luego de 60 años que Arístides Calvani se diera a la tarea de alertar y enseñar las tácticas comunistas, América Latina vive un nuevo período de agitaciones y reventones sociales.
Ya no existe la Unión Soviética ni la Internacional Comunista, pero han sido retomadas las estrategias y relanzadas por agrupaciones post soviéticas, como el Foro de Sao Paolo, y los gobiernos surgidos en los últimos 20 años, con la ayuda del último pedazo del Muro de Berlín: Cuba.
¿Y ahora Colombia, eximiendo el mismo patrón? ¿Quién seguirá después?
(*) Arístides Calvani frente al Comunismo, por Eduardo Martínez, publicado por Amazon.com, 2019.
Eduardo Martínez
ermartinezd@gmail.com
eduardo rafael martinez
@ermartinezd
Revista ZETA - Corresponsal en Italia
@enpaiszeta
Desde Italia
https://elnuevopais.net/2019/11/30/eduardo-martinez-en-chile-se-sigue-el-guion-clasico-sovietico/
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