Continuemos con los dioses griegos. Les recuerdo que Zeus, Hera, Poseidón, Ares, Hermes, Hefesto, Afrodita, Atenea, Apolo y Artemisa son siempre cualificados como dioses olímpicos. Por su parte, Hestia, Deméter, Dioniso, Hades, Perséfone, Hebe, Asclepio, Eros, Pan y Heracles son los dioses variables que completaban la docena.
Hasta ahora he hablado del matrimonio del Olimpo, Zeus y Hera, de algunos de sus hijos y, en especial, de Atenea, diosa de la sabiduría.
Hoy hablaré de Artemisa, Diana en la mitología romana, hermana gemela de Apolo (dios de la luz y del sol), y, por lo tanto, hija de Leto y Zeus. Nace primero que Apolo y ayuda a su madre en el parto. La relación entre los mellizos suele interpretarse por algunos analistas como las dos caras de la divinidad: claridad y oscuridad; divinidad y mortalidad; masculinidad y femineidad. Apolo se asocia con el Sol; Artemisa con la Luna. En la mitología de Artemisa se narra que estando pequeña y sentada en el regazo de su padre, Zeus, le pidió que le concediese nueve deseos: mantenerse por siempre virgen; tener abundancia de nombres que le distinguieran de su mellizo Apolo; ser la «Dadora de luz»; tener un arco y flechas; vestir una túnica corta con la que pudiese cazar; tener sesenta «hijas de Océano» -todas ellas de nueve años- para su coro, además de veinte ninfas que cuidasen de sus perros. Pidió también gobernar sobre las montañas y tener el don de ayudar a las mujeres en el parto.
Estas peticiones conforman un arquetipo de mujer muy peculiar. Artemisa posee un arco, que tenso, representa la luna llena; y este será el símbolo de la diosa. El poder disparar flechas se asocia con la posibilidad de expresar sus deseos, de llevar a cabo acciones, de poder decidir. Muy poderosa esta metáfora. Es la afirmación de Artemisa, en tanto ella misma; nunca tendrá que depender de hombre alguno; se realiza a sí misma. Es partera, ayuda a los demás. Diosa de las montañas, de la caza; es capaz de otear los montes y advertir la presa. No cae en el salvajismo, respeta las normas y, por ello, Artemisa es la diosa de los animales salvajes, del terreno virgen, de los nacimientos, de la virginidad.
Hablar de esta diosa es imposible sin referirnos a una maravillosa estampa que de ella hace Arianna Stassinopoulos en The Gods of Greece, a quien parafraseo. Decir Artemisa es decir libertad: indómita, sin impedimentos, lejana a todo enredo. Artemisa es cazadora –de ahí que se le conozca en la mitología romana como Diana, la cazadora– danzarina, la diosa de la naturaleza y el desenfreno; físicamente virgen; hay que enfatizar que es virgen espiritualmente, intocable, no le pertenece a nadie, libre de cualquier atadura, relación, vínculo. Artemisa es, repito, libertad.
Al hablar sobre Artemisa se hace imperativo recordar al gran filólogo alemán, Walter Otto, quien en su famosa obra, Die Götter Griechenlands (Los dioses griegos), editada por primera vez en 1929, dice de ella: “Es el ser cristalino cuyas raíces aún están ocultas en la naturaleza animal; la infantil, simple pero impredecible; dulce amabilidad y dureza de diamante… Ella es la bailarina y la cazadora, que toma el cachorro de oso en su regazo y corre carreras con venados, trayendo muerte cuando dobla su arco, extraña e inaccesible, como la naturaleza indómita, que aún es, como la naturaleza, totalmente mágica, impulso vivo y belleza resplandeciente”.
De los mitos asociados a Artemisa es preciso tener presente el asociado con la muerte de Acteón. Amante de la caza, se encontró con Artemisa mientras esta tomaba un baño. Las Ninfas que la acompañaban cubrieron su busto desnudo, pero Acteón la miró. La diosa, enfadada porque su mirada la había mancillado, lo convirtió en ciervo y alentó a los perros del joven a cazarlo. Acteón fue devorado por sus propios perros.
Este mito simboliza la pasión de Artemisa dirigida a la introspección, por ello busca la soledad. Al ser violentada esa soledad, Artemisa reacciona con violencia. Traza la línea de la privacidad que jamás debe ser profanada.
Corina Yoris-Villasana
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