viernes, 14 de febrero de 2020

JURATE ROSALES: LA ÚLTIMA ESTACIÓN DEL VÍA CRUCIS: DIFICULTADES DE LA RECUPERACIÓN

Calculo que el cambio en Venezuela ya sólo depende del tiempo que tomará la evacuación de los efectivos cubanos dispersos en diversas tareas y la salida de rusos, que no sé para qué los enviaron y estacionaron en Táchira. Asuntos que ya, en mi supina ignorancia y enorme optimismo, podrían ser de semanas, quizás meses y con toda seguridad menos de un año. ¿A eso viene el canciller ruso Lavrov, a salvar los muebles?

Lo que me preocupa ahora es el difícil período de transición entre el desastre de un sistema comunista y el regreso a una economía de mercado. Vienen meses y quizás años de la forja de un país serio. Labor que suele ser esforzada y trabajosa, hasta alcanzar un nivel de vida próspero para todos.

Lo que mejor conozco en materia de ese cambio es lo que ocurrió en mi nativa Lituania, primer país del bloque soviético que logró liberarse después de varias décadas de sistema comunista. Fue en el inicio de la década de los 90. Recuerdo que una de las primeras medidas de adaptación a un sistema monetario democrático con valores reales fue una ley del signo monetario.

Explico. El sistema monetario comunista nunca funciona con dinero convertible y suele flotar en la fantasía de dineros sin valor real, lo que produce la  ausencia de todo tipo de mercancía, incluyendo la comida y por eso el hambre siempre está a la vuelta de la esquina. El rublo soviético no era convertible, tampoco lo es el peso cubano y mucho menos el actual bolívar. Ni hablar que ahora tratan de imponer en Venezuela el invento del “Petro”, que ya ni siquiera posee el disfraz de un billetico sin valor. Hay que imaginarlo, y más nada.

Cambiar del día a la mañana todo ese sistema vacío de valor tangible, para imponer la circulación de un signo monetario sólido, es una dura tarea sembrada de escollos. Algunos son enormes, tales como la voluntad de sanear los salarios que actualmente son en Venezuela el equivalente mensual de 3 dólares. Repito: esto es  ganar tres dólares por todo un mes de trabajo. Pasar ese salario a un valor que empiece a acercarse a por lo menos unos 200 dólares mensuales, es tarea de titanes. De lograrlo, sería apenas la mitad de un salario mínimo en Ecuador que es de $400. Hasta un cubano gana más, porque su sueldo mensual es equivalente a 15 dólares. Son las diferencias entre un sistema y otro, así como los escollos para pasar de un sistema a otro.

El problema de Venezuela es que el tradicional  salario del venezolano que incluso, en términos de su equivalente en dólares, no sólo era de los más altos en Suramérica, sino con un bolívar sobrevaluado (acuérdense de la frase en Miami “`tá  barato, dame dos”), ha pasado por  un ritmo de devaluación monstruoso. En comparación con lo peor, hasta en Cuba, con seis décadas de comunismo, el salario cubano, visto en dólares,  es cinco veces superior al salario mínimo en Venezuela.

Uno de los más difíciles pasos a una economía real ha sido en todos los países excomunistas, lograr el difícil tránsito del hambre a un salario que cumpla con todos los requisitos mínimos de lo que necesita una familia. (Nada más que en comida, sin contar alojamiento, escuela, ropa, servicios, etc., el Centro de Documentación y Análisis Social (Cendas) aseguró que el precio de la canasta alimentaria familiar en Venezuela cerró el mes de noviembre 2019 en Bs 5.543.084,29 ($ 142,20). Comparen esa cifra –que es sólo para comida– con el equivalente de los 3 dólares mensuales del salario de los venezolanos).

Recuerdo que en el caso de Lituania, la transición a una economía real tuvo que acometer varios pasos que fueron impopulares, pero la población los aceptó al considerar que eran el inicio de un alivio. La primera moneda de cierto valor que emitió el primer ministro de finanzas no comunistas y que  fue de transición a una economía normal, consistió en unos papelitos mínimos, casi sin valor, en espera de créditos internacionales que permitiesen crear un signo monetario con la reserva adecuada en un Banco Central. El apellido del ministro era Wagner, y la gente llamó jocosamente esos papeles “unos wagneritos” para burlarse de su pequeño tamaño y  poco valor (son ahora valuables piezas de colección). En el caso de Venezuela, con sólo reactivar una producción petrolera venida a menos y con las ayudas de los organismos internacionales, los créditos no deberían tardar; pero siempre habrá un período de adecuación del signo monetario, lo cual  no será fácil.

De mucha importancia ha sido en Lituania la inmediata ayuda, donativos e inversiones, de la diáspora. En el caso de Venezuela, ese caudal puede ser de vital importancia en los primeros años de la recuperación.

Busco en mis recuerdos y puedo citar el más importante caso en la recuperación de Lituania, que fueron las inmediatas ayudas provenientes de los médicos de la diáspora. No solamente enviaron de urgencia las más modernas instalaciones médicas del primer mundo, sino que se hicieron presentes como asesores para colocar al país a la vanguardia mundial en aquel momento. Otro ejemplo a tomar ha sido la presencia de los economistas, dotados de experiencias del primer mundo y duchos en el manejo de créditos e inversiones sanas.

Recuerdo que a los cinco años de iniciarse la transformación, volví a Lituania que había conocido durante su parálisis económica propia de los sistemas comunistas. La rapidez de la recuperación en todos los campos me dejó asombrada. Veía un país que no solamente estaba con una economía boyante, sino que había recuperado el optimismo. En realidad, los primeros dos o tres años de readaptación a una vida normal, que se iniciaron cargados de enormes dificultades, habían sido superados a velocidad récord. Debo decir que sólo el inicio había sido por momentos de desánimo ante el tamaño de los esfuerzos exigidos para levantar cabeza. Los frutos de esos esfuerzos llegaron mucho antes de lo que alguien hubiese podido imaginar.

Siguiendo con las comparaciones, observo que en el caso de la recuperación de Venezuela, lo primero que hará falta es trabajo, esfuerzos y mucho valor. Lo demás llegará quizás en poco tiempo, dada la inmensa riqueza que posee Venezuela, tanto  en la capacidad de su gente como en  las bondades de su suelo.

Jurate Rosales
prensanuevopais@gmail.com.
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Directora de la Revista Zeta, columnista en El Nuevo País con la sección Ventana al Mundo. Miembro del Grupo Editorial Poleo.

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