Una de las peores políticas de Chávez fue la habitacional, a sabiendas de su debilidad, se inventó la Misión Vivienda Venezuela, convirtiéndola (paradójicamente) en su fortaleza electoral en 2012, claro, afianzado en su control mediático, sin auditorias ni controles reales.
Tras haber arruinado el campo venezolano y la producción de alimentos con el propósito de lucrarse de las importaciones, el castrismo venezolano (alias chavismo) creó los Comités Locales de Alimentación Popular (Clap), un control ciudadano indignante desde todo punto de vista, con ellos logró su objetivo, recuperó parte de su simpatía entre sus cada día más escasos seguidores.
Tras perder la AN en 2015 producto de su desmesurado rechazo popular, el régimen comprendió la necesidad de manufacturar presuntos procesos electorales donde pudiera controlar absolutamente todo; candidatos, electores, votos, procesos y todo lo inherente. Luego, a través del secuestro institucional, hizo “lo electoral” su bandera, su punto fuerte, su estandarte (aunque paga consecuencias por semejante estafa).
A todas estas, el chavismo ha hecho de sus debilidades sus fortalezas, ficticiamente o bajo cualquier forma oscura, pero lo ha hecho, corre los riesgos. Sin embargo, el coronavirus pareciera una prueba difícil de superar, no por la enfermedad como tal, sino porque ha dejado expuesto el país al mundo entero, incluso a los suyos: Una nación petrolera donde el poder contar con agua, con jabones antibacteriales o un simple tapaboca es un lujo. Una nación que, de detentar uno de los mejores sistemas de salud público, hoy solo cuenta con recintos que, más que hospitales, son solo centro de acopio de enfermos sin equipos ni tratamientos, donde los médicos y enfermeras existentes son héroes en medio de semejantes vicisitudes, la salud es solo para los pudientes, los “enchufados”, la élite gubernamental… Ni hablar de la escasez de medicinas y la hiperinflación que la envuelve.
Cómo puede un país afrontar una cuarentena sí la mayoría de sus habitantes se alimentan de lo que consiguen en el día-día ¡pateando calle! Tras todo esto, el coronavirus debería ser la advertencia final. Los venezolanos debemos ponderar en su justo valor el camino que llevamos. Venezuela ha sido arrastrada al tercermundismo, a un retroceso en su cultura política solamente comparable con sociedades que han sido oprimidas por mucho tiempo. La extirpación de nuestras libertades, de nuestros derechos, la imposición de controles, racionamientos, de un modelo cruento como el cubano, ajeno a nuestra esencia, se evidencia con lo que ocurre con el coronavirus: una nación de élites que no padece ninguna penuria y un pueblo oprimido, padeciendo hasta por lo más mínimo, controlado a través de la ferocidad de una violencia institucionalizada.
La oposición de Guaidó, “la legal y legítima”, es poco lo que puede hacer en esta coyuntura, a pesar de contar con el reconocimiento internacional no tiene acceso a las instituciones ni recursos dentro del país. La política es el arte de la espera y la ciencia de la oportunidad, muy extrañamente otorga segundas oportunidades, a Guaidó se la otorgó, pero al parecer, tampoco la aprovechó, el inesperado virus cobró su primera víctima: Su segunda oportunidad… ¿Tendrá una tercera?
¿Qué será de Venezuela después del coronavirus? La gran pregunta… el gobierno dará toda la larga que pueda, así desconecta al ciudadano de los problemas reales. La economía (lo que queda) estará mucho peor, mientras tanto el régimen habrá impuesto su CNE y (probablemente) hasta fecha para sus parlamentarias tendrá. En conclusión, este virus llega especialmente a Venezuela como una oportunidad única e irrepetible para que los venezolanos pensemos, actuemos, cambiemos.
Leandro Rodríguez Linárez
leandrotango@gmail.com
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