Yuval Noah Harari, el célebre escritor de Sapiens: De animales a dioses y de Homo Deus: Breve historia del futuro, dos libros de imprescindible lectura, dice en este último texto que las epidemias y todas las pestilencias que azotaron y diezmaron a la humanidad, son cosas del pasado. Pertenecen a esa etapa en la cual el conocimiento científico no había alcanzado las cotas de desarrollo actual, ni se sabía cómo se estructura el genoma humano. Ahora el Hombre se ha entronizado sobre la Naturaleza.
A Harari le pasó algo similar a lo ocurrido con Francis Fukuyama cuando, después de derrumbado el Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética, predijo que en el mundo entero se extendería la democracia liberal, en el plano político, y la economía de mercado, en el área económica. En relación con lo segundo, su profecía tuvo éxito. Con respecto a la democracia, poco después de finalizada la Guerra Fría los regímenes autoritarios, al igual que las bacterias, mutaron hasta dominar, de nuevo, gran parte del planeta.
Yuval Harari no pudo prever la aparición del Covid-19. En realidad, nadie podía anticipar un hecho tan dramático como inesperado, aunque por allí andan circulando versiones de un grupo de ‘profetas’ que se atribuyen visiones premonitorias que veían ‘clarito’ el surgimiento de una pandemia que haría temblar a la Humanidad. Necedades de supersticiosos delirantes.
Harari tiene razón en que el impacto sanitario del Covid-19 será menor que el de plagas como la Peste Negra o la Fiebre Española, causantes de millones de muertes en todo el mundo. Sin embargo, el pánico y el efecto que ese virus, hasta ahora desconocido, están provocando en la economía mundial, escapa a todo pronóstico. Las consecuencias en la economía serán devastadoras. Todo 2020 estará signado por la gravitación de ese microorganismo sobre la economía planetaria. Al final, no habrá causado la muerte de millones de seres humanos, como sucedía en el pasado, pero sus secuelas en la esfera productiva, en el comercio, en las finanzas y, en general, en la economía, serán gigantescas.
Otra zona que está siendo estremecida es la social. Las relaciones interpersonales se han visto modificadas. El contacto entre las personas, a la vez se ha estrechado y se ha distanciado. La gente ha tenido que regresar al redil de su espacio más íntimo, la familia nuclear; pero, se ha visto obligada a alejarse de los círculos de parientes y amigos que antes frecuentaba. Es probable que la aprehensión frente a la otra persona permanezca durante algún tiempo, nadie sabe cuán prolongado. Resulta probable que quede gravada en el ánimo de las personas, la sospecha de que el otro eventualmente es portador de un organismo patógeno que puede causarle daño.
A la Naturaleza hay que respetarla, ya lo decía Francis Bacon, el filósofo inglés de los siglos XVI y XVII. Quien pretenda manipularla, cambiarla o someterla, debe saber que en ella se esconden misterios insondables, y que el viaje al microcosmos donde se mueven partículas imperceptibles, es una travesía llena de enigmas y riesgos, capaces de comprometer la vida de miles o millones de seres humanos. Resulta inevitable que el Hombre se considere el centro del Universo. Se encuentra en el punto más alto de la evolución de las especies. Sin embargo, está obligado a convivir y a sobrevivir en medio de un ambiente natural que no siempre puede dominar y que en numerosas ocasiones le resulta hostil.
Convendría un poco de prudencia y humildad en el trato con la Naturaleza.
Dedicar a la investigación científica anticipatoria mayores recursos, luce como otro aprendizaje fundamental. La investigación tendría que ser más proactiva que reactiva, de modo que sea capaz adelantarse a las tragedias antes de que estas ocurran.
En el caso particular de Venezuela, la presencia del Covi-19 nos toma en un período de enormes dificultades materiales y emocionales. El país viene atravesando una fase crítica desde hace muchos años en todos los campos y, con especial dureza, en el sector salud. Ahora nos topamos con este factor natural desconocido que nos confronta con la muerte, tanto la nuestra como la de nuestros seres queridos. A la incertidumbre anterior se suma esta. Afrontemos la nueva situación con mayor presencia de ánimo aún. Los venezolanos nos hemos acostumbrado a luchar contra la adversidad y tenemos que continuar haciéndolo.
Debemos consolidar la comprensión, la tolerancia y, sobre todo, la empatía. Nosotros y nuestros familiares estaremos bien, si el entorno que nos rodea se encuentra bien. Hay que evitar deprimirse. Hay, también, que prescindir de las compras compulsivas, el acaparamiento egoísta y el desprecio por los demás.
El momento demanda sacar a flote lo mejor de nuestros valores. Las autoridades tienen una obligación con la salud pública que no pueden eludir. Los ciudadanos tenemos un compromiso con nuestra comunidad que no debemos soslayar.
Trino Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
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