jueves, 16 de abril de 2020

TRINO MÁRQUEZ, RECUPERACIÓN ECONÓMICA CON ACUERDO POLÍTICO

     El más reciente informe del Banco Mundial sobre la economía planetaria, The Economy in the Time of COVID-19, es alarmante. Los vaticinios señalan que durante 2020-21, el crecimiento descenderá en los países más avanzados. En el mismo sentido alertan el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano del Desarrollo, la Cepal y otros organismos internacionales encargados de analizar la marcha de la economía.

      Hay sectores que están siendo golpeados con especial ferocidad. La aviación, el comercio en sus distintas áreas, la publicidad, el turismo, la industria del embellecimiento, los restaurantes. Todas las cadenas vinculadas con esas actividades han sido trituradas por el Covid-19. Los oficios particulares también se han estremecido con la crisis. Taxistas, plomeros, albañiles, electricistas, jardineros y la mayoría de los trabajadores a destajo, formales o informales, han sido víctimas  del agente patógeno. 

      En los Estados Unidos, hasta el momento, se han perdido diecisiete millones de empleos. Las agencias especializadas proyectan que en las próximas semanas la cifra podría encaramarse en cincuenta millones. Una verdadera hecatombe. Peor que en el período 1929-1933. 

      En países como Alemania o Francia, el impacto será menor, pero igualmente será devastador. Las economías española e italiana, una de cuyas fuentes de ingreso fundamentales es el turismo, quedarán seriamente lesionadas por un tiempo. En general, Europa  sufrirá durante 2020 y parte de 2021, dependiendo de lo que suceda con el comportamiento del microorganismo y sus efectos en el futuro cercano. Angela Merkel calificó la actual situación como la más grave vivida por Alemania desde la Segunda Guerra Mundial, a pesar de que esa nación no ha sido, ni de lejos, la más golpeada por el microorganismo. En el mismo sentido se pronunció Emmanuel Macron.

     En América Latina está ocurriendo otro tanto. Los pronósticos de los organismos regionales son en extremo preocupantes. En los países afectados por la crisis desencadenada por el Covid-19, será necesario que el Gobierno, las fuerzas políticas, los empresarios, los sindicatos y los núcleos organizados de la sociedad civil negocien para llegar acuerdos que permitan enfrentar la pandemia y sus devastadores efectos, y trazar programas factibles de recuperación.  

      El auxilio de los organismos internacionales llegará  a esas naciones en las cuales los pactos sean más sólidos y amplios. Donde los consensos se hayan construido con la participación de la mayoría de los actores decisivos. Por lo que se ve a través de los noticieros, reportajes y artículos de opinión, pareciera que entre los dirigentes existe clara conciencia de la necesidad de deponer actitudes sectarias en aras de alcanzar compromisos nacionales que hagan posible superar los escollos cuanto antes.

Si en Europa, los Estados Unidos y Latinoamérica  esa urgencia es perentoria, en Venezuela resulta todavía más urgente e inevitable. Aquí no será posible superar los baches sin un entendimiento entre Juan Guaidó y Nicolás Maduro. Entre la oposición que Guaidó representa, dentro y fuera del país, y el jefe del Psuv. Maduro es verdad que maneja el Ejecutivo y pulsa todos los resortes que el Gobierno controla. 

      Pero, para los actores internacionales que toman las decisiones cruciales, el ejercicio de ese poder es de facto. Carece de legitimidad de origen. Es antidemocrático. Intente lo que intente, Maduro no recibirá ayuda internacional en los volúmenes que requiere para reactivar la industria petrolera, recuperar el tendido eléctrico, atraer capitales extranjeros, reanimar la industria, la agricultura, el comercio y el turismo. 

      Puede ser que China le brinde algún apoyo marginal. Ya los asiáticos, por la manera como manejaron el brote del Covid-19,  tienen suficientes problemas con Occidente, y en particular con los Estados Unidos, para ahondar esas diferencias por su respaldo a Venezuela. El resto de los aliados internacionales de Maduro confrontan enormes dificultades domésticas y carecen del músculo financiero indispensable, para echarse encima a Venezuela. 

      Ya la situación de la economía nacional estaba comprometida antes de la aparición del Covid-19. Luego de la cuarenta, la distancia social y las medidas de precaución aplicadas para frenar la expansión del virus, el deterioro será peor. Algunas de las fuentes más confiables señalan que el PIB caerá 15%, en una economía que viene retrocediendo desde 2014. A finales de 2020 tendremos un aparato productivo aún más famélico, sin posibilidades de generar empleos productivos bien remunerados. La pobreza continuará en niveles estratosféricos.

       El acuerdo político que se requiere es para estabilizar el país. Retornarle la normalidad institucional.  Convocar unas elecciones que le confieran legitimidad al Presidente de la República. Maduro aspira permanecer en Miraflores al menos hasta el 10 de enero de 2025. En ese marco no puede darse ningún entendimiento tolerable para la oposición nacional e internacional, ni para los factores de poder decisivos. Maduro, aunque entiende la clave del problema, se niega a despejar la ecuación. Lamentable, porque el que se hunde es el país.

Trino Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Desde Miranda-Venezuela

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