Rocío San Miguel dijo en Twitter hace unos días que “ya no es posible discriminar (en Venezuela) qué es verdadero y qué es falso”. Y remató: “esto solo sucede en estados totalitarios o autoritarismos hegemónicos”.
La patraña de la “invasión” tiene a una pequeña parte del país preocupada; a otra mayor, estupefacta y a la gran mayoría en son de burla. Cuesta creer que un comando que supuestamente venía a “extraer a Maduro y a otros jerarcas de su régimen quirúrgicamente” haya sido tan torpe. Desde el 11 de abril de 2002 no habíamos visto tantas metidas de pata y tantos cuentos de camino juntos. Como nadie sabe qué es verdad y todo el mundo especula, yo también quiero dar mi versión de los hechos.
Un desencajado JJ Rendón apareció en CNN la noche del 6 de mayo, declarando que, en efecto, había participado en una reunión en octubre del año pasado, donde había contratado a un ex boina verde llamado Jordan Goudreau, para que liderara un comando que sacaría a Maduro de la presidencia. Publicó en Twitter la carta-contrato firmada por él, por el diputado Sergio Vergara, Goudreau como CEO de Silvercorp y un testigo de apellido Retureta. Aseguró que Guaidó no firmó la carta, hecho que contradice la información divulgada por Patricia Poleo, quien mostró un video que solo enfocaba un techo y voces entre las que la única reconocible era la de Guaidó, pero sabemos cómo se imitan las voces y cómo se manipulan las grabaciones. La carta que enseña la Poleo tiene la firma de Guaidó, pero Guaidó no estaba en los Estados Unidos en octubre de 2019.
El hecho es que en noviembre Rendón y Goudreau tuvieron un desencuentro que los llevó a desistir del contrato. Hasta ahora nadie ha explicado por qué, si no recibió pago alguno, Goudreau siguió adelante con el plan. ¿Es acaso tan loco que decidió ser un mercenario y actuar por su cuenta?… ¿O fue que al no poder cobrar de aquel lado se vendió al mejor postor del lado del madurismo para simular una “invasión”?
Esta segunda elucubración me suena más plausible, aunque no tengo dudas de que las recompensas ofrecidas por el gobierno de los Estados Unidos por las capturas de Maduro y su círculo cercano traerán a Venezuela a muchos mercenarios cazafortunas.
Hay demasiados elementos que no cuadran: dicen que los participantes eran 800. Hasta donde yo sé, al menos 780 deben estar escondidos. Tampoco me cuadra la invasión a Venezuela desde Colombia entrando por Macuto. Hay una versión de que ese enfrentamiento en el litoral central fue entre dos bandas de narcotraficantes. ¿Y entrar a Maracay por Chuao? Ese camino es montañoso, largo y ciertamente podría haberse tratado de un movimiento de guerrilla, pero que hayan sido descubiertos tan rápido lo que me indica es que había uno (o más) delatores dentro del grupo.
Y hablando de sapos, me viene a la mente el desesperado tuit de Estrella Vitora, esposa del general Vivas, denunciando que el capitán de la Guardia Nacional y funcionario del DGCIM, Antonio Sequea -uno de los 13 detenidos- fue quien dirigió la tortura a su esposo, una golpiza tan feroz que le dañó la espalda de por vida. Caramba, caramba. Difícil creer que el torturador cambió de bando.
Encima, las ausencias notables de quienes han debido estar al frente, Padrino y Reverol, quedan dentro de las muchas incógnitas de este caso. Demasiadas preguntas, ninguna respuesta, un hecho que le viene al régimen como anillo al dedo para distraer la opinión pública no solo del coronavirus, o la gasolina, sino de la matanza en la cárcel de Portuguesa. Si es por creer, yo a este régimen no le creo nada.
Carolina Jaimes Branger
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