sábado, 6 de junio de 2020

EDUARDO MARTÍNEZ, SE TRANCÓ EL SERRUCHO

El serrucho se trancó en Venezuela. Un país donde el gobierno solo se ve en las tardes en TV, y la oposición en las redes sociales.

En Venezuela vivimos en una crisis permanente. Bajo la situación del Covid-19, estamos reducidos a nuestra hogar. Pero este confinamiento, lo tenemos en condiciones miserables.

Los servicios públicos vitales son intermitentes. A veces por cortos períodos. Las más de las veces, por lapsos de tiempos de días, semanas y en algunos lugares han llegado a sobrepasar un mes.

Racionados en agua, electricidad, internet, gasolina, gas, transporte y ahora en televisión.

Según las estadísticas, cerca de un 40% de los venezolanos trabajan en la economía informal. Lo que el régimen, a copia del léxico cubano, le ha dado por llamar “por cuenta propia” o “cuentapropista”.

Con las medidas restrictivas para evitar el Covid-19, esos venezolanos han visto reducidos sus ingresos.

A los puertos y aeropuertos venezolanos, no están llegando barcos ni aviones. Es grave esta situación, para un país importador como el nuestro, que no produce lo que consume.

El sector alimentos, que es el principal sector productivo del país, produce menos del 30% de lo que los venezolanos deben comer para estar bien alimentados.

Es tétrico el cuadro en este sentido. El drama de alimentarse se ha venido convirtiendo en tragedia.

Todo se vende en dólares. Y con un dólar, no se puede comprar NADA.

Sin embargo, a la par de la dolarización de los bienes y servicios, el trabajador venezolano tiene un salario mínimo de alrededor de 4 dólares al mes. Debería recibir no menos de 300 dólares al mes, para vivir “mediamente” en condiciones humanas decentes.

Frente a esta situación de crisis sin retroceso, los venezolanos no vemos ni percibimos que los sectores políticos asuman a plenitud su responsabilidad.

El régimen

Por una parte el régimen, que maneja el gobierno, ha sido incapaz de solucionar la multiplicidad de problemas que aqueja a la población venezolana.

No existe sector ni actividad que no angustie a los venezolanos. No existe. Todo esta cayéndose o caído. Nadie está satisfecho.

Ese ambiente de insatisfacción es responsabilidad del gobierno.

Los que ejercen los mandos supremos del régimen, no parece darse cuenta que no los quieren ni siquiera sus propios partidarios de base. No se dan cuenta que les llegó el momento de hacer sus maletas.

Producto de la ceguera, el auto convencimiento de que “se la están comiendo”, o por sentirse prisioneros y temerosos de las consecuencias de propios errores, se han atrincherado en los edificios símbolos del poder. No salen a las calles. En su lugar, mandan a las fuerzas represivas.

Asimismo, pareciera que ensayan la estrategia de vivir el “día a día”. A veces pensamos que todos los días cuando se despiertan, dicen “Carajo todavía estamos en el gobierno”.

La oposición

Por otra parte, en un país democrático -en una situación de crisis como esta- los sectores políticos de oposición al gobierno asumirían una actitud para el cambio de gobierno.

Eso en Venezuela no parece estar en el futuro inmediato. Ni siquiera, un poquito más allá.

La desunión, los egos, la viveza pendeja -entre otras actitudes en el seno de la oposición- no lo permite.

Cuando se leen los resultados de las encuestas, y a pesar del amplio rechazo al régimen, nos encontramos con que casi uno de cada tres venezolanos no se define. Son los llamados NI-NI.

Esos NI-NI rechazan al régimen, pero a la vez, no tienen confianza en el liderazgo opositor. Y tienen sus razones.

El serrucho

Resulta paradójico que tengamos un presidente en Miraflores y otro en el exilio interno.

Maduro, no resuelve. Guaidó, no tiene el gobierno.

A Maduro no se le ve en la calle. Solo gobierna en las cadenas de radio y TV.

A Guaidó, se le ve en las redes sociales. Aunque tiene a su descargo la feroz censura a la cual su persona y sus mensajes están sometidas.

Por ello no es extraño, que la ausencia del gobierno en las calle, haya dolarizado el país y obligado al Miraflores a aceptarlo, porque no tenía alternativa.

Definitivamente, el “serrucho se trancó”.

Eduardo Rafael Martinez
eduardopmartinez@eastwebside.com 
ermartinezd@gmail.com
@ermartinezd

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