En su importante obra La ponerología política, como ciencia del estudio de la naturaleza del mal, ajustada a propósitos políticos, publicada finalmente en 1981, el reconocido psiquiatra polaco Andrzej Lobaczewski, definió a la patocracia como un sistema de gobierno creado por una pequeña minoría patológica que toma el control de una sociedad de personas normales.
Obviamente a él, como miembro que fue de la resistencia polaca a la invasión nazi y luego como perseguido del régimen comunista que la suplantó, no le fue difícil percibir y sentir en carne propia los rigores de la injusticia social que dejan estos enfermos a su paso. Hitler, Stalin y Fidel son casos icónicos de la psicopatía gobernante.
En nuestro país, son muchas las características de este régimen, de más de 20 años, que nos llevan a calificarlo como una patocracia; seguramente es una extensión de la cubana. Y no es de reciente data que nos hayamos percatado del asunto. En julio de 2002, dimos inicio a la solicitud ante el TSJ para que, de acuerdo al texto constitucional, designara una junta médica que determinará el estado de insania mental de Hugo Chávez. En ese entonces, los distintos medios del país divulgaron profusamente la noticia; incluso, el reconocido periodista Casto Ocando –desde el exterior– cubrió en detalle este antecedente, por lo que llegó a tener repercusión internacional.
Fue una solicitud sustentada en las opiniones médicas de psiquiatras calificados como la del Dr. Franzel Delgado Senior, entonces presidente de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría, que estudiaron el comportamiento anormal del entonces presidente de la república, quien fue calificado como sociópata. Fue tan abundante como importante el material aportado que, con seguridad, en un país respetuoso de sus instituciones y apegado al orden jurídico, el caso hubiese corrido una suerte distinta al engavetamiento como habitual forma de administrar justicia. No fue gratis, al entonces presidente del máximo tribunal se le recompensó luego con importantes embajadas.
La referencia viene al caso, cuando los años transcurridos corresponden a un ya largo período de maltrato e injusticia social en el que quienes han manejado el poder han repetido la anormal conducta de su ductor Hugo Chávez. El culto a la personalidad mesiánica, la manipulación nacionalista, el fanatismo ideológico, el déficit de valores cívicos y morales, la persecución política y eliminación de la libertad de expresión; más la espantosa violación de los derechos humanos, son irrefutables características de estos trastornados mentales que ostentan el poder absoluto en Venezuela, apoyados en valores puramente patológicos.
Para muestra solo basta señalar los asesinatos, perseguidos, presos y torturados. La lista es tristemente larga: Brito, Albán, Acosta Arévalo, Oscar Pérez, Caguaripano, entre otros, sumados Neomar Lander y más de 60 jóvenes y otros 100 asesinados en las protestas; Requesens, Prieto y más de 400 presos políticos y militares, habla por sí sola de los enfermos que nos gobiernan.
Víctor Antonio Bolívar Castillo
vabolivar@gmail.com
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