2.- La intolerancia es el epifenómeno; el problema de fondo es el del pensamiento totalitario, que aspira a unificarlo todo en un todo controlado por ese pensamiento. Uno de los ejemplos más notorios y notables es el de la unidad política. Pretenden usar el concepto de unidad para arremeter –tal como el chavismo– en contra de la disidencia; es decir, de la diferencia. La unidad no la conciben –como en efecto es y no puede sino ser– como un punto de encuentro de los diferentes, para un determinado propósito y para un determinado momento; la ven más bien como la prisión en la cual quieren someter cualquier asomo de pensamiento crítico.
3.- La unidad es un punto de llegada, jamás un punto de partida. Convertida en punto de llegada, reconoce la diferencia; como punto de partida la anula desde el principio. Por tal razón, la unidad es una dinámica de encuentros y desencuentros, en la cual el debate es el instrumento privilegiado y nada tiene que ver con el unanimismo, la uniformidad y la unicidad.
4.- Dentro de la oposición venezolana, especialmente desde que el grupo de partidos que controla la Asamblea Nacional tomó las riendas (¡de la unidad!) la intolerancia se ha acentuado. El trato a la diferencia es ilustrativo. Cuando María Corina ha expresado sus puntos de vista, representativos de un sector importante de la sociedad venezolana (todos vemos las encuestas, ¿o no?) se le lanza la batería tanto de algunos dirigentes, como del sector de los golpes tobilleros. Está bien; no hay queja, digamos que es una forma de debate sin ideas. Sin embargo, cuando Capriles muestra su disposición inicial, ya abandonada mientras etc., etc., a participar en el fraude electoral de Maduro, el trato que recibe de ese sector unitario ha sido de una consideración y decencia dignas de diplomáticos de carrera. ¿La razón? Este es de los nuestros; ya volverá al redil; es del partido: la empresa perdona un momento de locura, y hasta varios desde 2013.
5.- Esa unidad totalitaria es experta en presentar los falsos dilemas. Uno de los más destacados es el de que los que se oponen al diálogo con el régimen quieren matar o eliminar a los chavistas del mapa social y político del país. La tesis de “reconocer a los chavistas” es una manera de contrabandear la tesis de que un gobierno de transición tiene que ser con sus representantes y que lo que se anhelaría es tener la oportunidad de derrotarlos electoralmente: no me toques a Maduro; convéncelo, para que no me suprima el placer de derrotarlo en las elecciones. Es decir, “o nos entendemos o nos matamos” y si no quieres entenderte es que quieres matarlos.
6.- El carácter fraudulento, intelectualmente fraudulento de esa tesis no elimina su peligro. Les encanta construir conceptos totales y totalizantes. Según esa visión el chavismo es Jacinto Pérez y también Vladimir Padrino; Lourdes Rodríguez y también Tareck el Aissami; entonces, ¿cómo vas a querer eliminar a Jacinto Pérez y a Lourdes Rodríguez? La necedad llevada al extremo. Por supuesto que nadie se plantea en serio desconocer a los ciudadanos que son o han sido chavistas en cuanto ciudadanos con derecho a pensar como les haya dado la gana; a lo que no tienen derecho los que quieren meter el entendimiento fraudulento es a pasar de contrabando a los integrantes, actores y jefes de la mafia criminal en el poder, como, por cierto, pretendían en la mamarrachada del 30 de abril de 2019. Esa operación no era con el chavismo “popular” sino con los generales Padrino López, Hernández Dala y Figuera, con el añadido del Maikel.
7.- El pensamiento totalitario en la oposición estos últimos días se manifiesta con ocasión de la insólita iniciativa de una “consulta popular” para consultar lo consultado 1 millón de veces; seguramente antecedente para una nueva “consulta” en 2021 o 2022 si las cosas siguen como van. Hasta hay quienes admiten que esa idea tiene fallas estructurales; pero, en vez de procesarlas y evaluarlas, lo que hacen es abalanzarse en contra de quienes se le oponen. ¡Mezquinos!, chillan.
8.- Otro asunto es el de la prolongación del interinato ad infinitum. Aquí hay dos temas conectados. Uno es el del fundamento constitucional; otro, es el del tiempo. En relación con el primero: la Constitución de Chávez es uno de los desastres más temibles que haya agobiado a Venezuela; sin embargo, ha sido adoptada/aceptada por los dirigentes del país como palanca, de unos para imponer su control, de otros para salir del régimen en un marco constitucional. Con fundamento en ese instrumento Guaidó asumió el interinato presidencial y recibió el apoyo internacional, por lo tanto ¿qué puede haber de malo? De malo hay que si Maduro sigue ejerciendo el poder la constitucionalidad del mandato de Guaidó decae, no solo en términos de apoyo popular, lo cual es evidente, sino de ese reconocimiento internacional ante la presencia de una “nueva” Asamblea Nacional producto del próximo fraude electoral.
9.- El otro es un tema de tiempo. Es bastante previsible que Guaidó siga siendo reconocido como interino el 10 de enero y el 15 de febrero, tal vez el 23 de marzo y por allí. Pero, supóngase como hipótesis trágica que Maduro sigue en Miraflores en enero de 2022, ¿tendríamos interinato hasta allá? No suena muy razonable porque la prolongación del interinato es la otra cara de la prolongación de Maduro en el poder.
10.- Del talante totalitario del régimen no hay dudas (incluso, los que faltaban y paseaban por Babia han descubierto ese carácter hace poco); pero, el talante totalitario de la oposición “oficial” lo han oscurecido sus más esclarecidos narradores en nombre de “los trapos sucios se lavan en casa”, “suma, no restes” (esto para los que no saben de suma algebraica), y otras tonteras al uso.
11.- Por fortuna, la unidad viene abriéndose paso, como lo hacen las sociedades: a trancas y barrancas. Ojalá fuese a través de conferencias y juegos florales; pero, no. Se hace con instrumentos plurales que van desde los argumentos de la Diosa Razón hasta las imprecaciones tuiteras; desde el Seminario Jesuita hasta los debates, rolo a tolete, en la vida cotidiana; desde el cerebro hasta las vísceras. Como si fuera la vida real.
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