Desde luego que suena bien oír como lema que la presión interna es clave en la estrategia para celebrar elecciones libres y verificables que le pongan fin a la usurpación; pareciera una obviedad, pero esas palabras dejan de ser mero recurso retórico para ser una expresión rayana con una dimensión desconocida. Desde hace rato se percibe una desconexión entre la intencionalidad de la dirigencia política con la nueva consulta y lo que la calle siente, quiere y necesita. Ese planteamiento constituye un reciclaje más en la tortuosa mutación kafkiana del mantra opositor.
Así lo percibimos los venezolanos que ya nos expresamos en la consulta popular del 16 de julio de 2017, y desde entonces sólo hemos pedido que se honren sus decisiones vinculantes. De ellas, con más votos afirmativos que las otras dos preguntas, se aprobó la tercera por 7.454.703 votos que representaron el 98,93% de los que participamos para que se procediera a la renovación de los poderes públicos de acuerdo a lo establecido a la Constitución, y a la realización de elecciones libres y transparentes, así como la conformación de un gobierno de unión nacional para restituir el orden constitucional.
En el ínterin, esa respuesta sólo sirvió para ser vilmente manipulada para celebrar unas elecciones regionales que tuvieron que contar con el visto bueno de una “ANC” que por cierto fue desconocida y rechazada en la respuesta a la primera pregunta de la misma consulta. Igual sucedió con el errante TSJ legítimo que fue abandonado a su suerte y solo lo usan discrecionalmente.
Esa consulta del 16J, aprobada impecablemente por la mismísima AN basándose en los artículos 5, 70, 71 y 187.4 de la constitución, incluyó la matriz del cese a la usurpación y la transición para celebrar unas elecciones libres, que hoy con algunos cambios y aliños se proponen en la nueva consulta. Es de preguntarse si esa dirigencia cree que invirtiendo el orden del planteamiento logrará lo que no ha podido hacer por su propia inconsecuencia con los resultados del 16J.
Del cese a la usurpación a un gobierno de transición, para celebrar unas elecciones libres, pasamos ahora al nuevo mantra de unas elecciones libres que pongan fin a la usurpación sin que medie un gobierno de transición que aparentemente desaparece del planteamiento. De allí que puede desprenderse de la segunda pregunta de la nueva consulta, que ese propuesto gobierno de transición del 16J, sea ahora suplantado por la continuación sin fecha en el calendario del gobierno interino que ejercen conjuntamente el presidente encargado y la AN (el G4). Simplemente corren la arruga.
El caso es que, con esta dictadura, jamás podrá negociarse para celebrar cualquier evento electoral aún con las mínimas condiciones, como tampoco para que el mismo régimen le ponga fin a su propia usurpación, o para que se busque una forma consensuada de salvaguardar de la crisis a los consultados y, menos aún, para que se abstenga la dictadura de seguir cometiendo delitos de lesa humanidad.
Por lo demás, creemos firmemente que esta nueva consulta morigera los efectos y alcances de la protesta popular, en una catarsis que la diluye. La presión interna tiene que ser dirigida a un colapso total, que trascienda los hasta ahora infranqueables muros de los fuertes militares, poniéndolos en “tres y dos”; como también dirigida al universo de escépticos que se activarían y apostarían a ese desenlace. Esa presión interna con ese objetivo, requiere del mismo grado de compromiso que ha tenido la bancada 16 de julio de la AN. A ellos nuestro reconocimiento.
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