Las ilegales sanciones del Gobierno de EEUU no son la razón de nuestro hundimiento económico. Solo que ellas, si nuestra economía hubiera sido sana y productiva, no hubieran podido ocasionar tanto daño, pero al actuar sobre una economía débil y sin rumbo, han producido un efecto catastrófico. Las causas internas y externas de nuestra situación no se suman simplemente, sino que entran en interacción y el resultado es mucho peor.
¿Se perdió por el camino el proyecto bolivariano y solo quedó la ambición de poder? Es que, si no, resulta difícil entender por qué se dejó decaer tanto la industria petrolera, o por qué se permitió –ya desde los tiempos de Chávez- que la corrupción alcanzara dimensiones colosales, o por qué llegaron a tantos cargos de responsabilidad personas no preparadas para ellos. Cuando hubo dinero se gestaron planes de progreso económico y social, pero fueron demasiados a la vez y no todos sensatos. Al final, muchos quedaron a medio cumplir, o terminaron en chatarra abandonada o instalaciones paralizadas, dejando tras sí una estela de deudas y robo. Los fracasos no pesan sobre los responsables sino sobre la agobiada población venezolana. Tenemos derecho a un mejor futuro: hay que volver a la Constitución –un legado que sí perdura- y escuchar nuevas voces
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