Para los venezolanos, gracias a la influencia de la iglesia católica, la nuestra ha sido siempre de conmemoración del nacimiento de nuestro señor Jesucristo, el niño Jesús, como símbolo de redención; reencuentro; reconciliación; amor; paz, y fe en el porvenir.
Esos sentimientos de fraternidad no desaparecen de nuestros sueños, y ambiciones, a pesar de que vivimos tiempos de excesiva dificultad e incomprensión.
Han sido ya casi 22 años de destrucción sistemática del entramado institucional construido en la democracia civil, período luminoso de nuestra historia reciente que nos hizo conocer la democracia como sistema de libertades, imperfecto pero perfectible, en el que las condiciones para la participación e inserción social eran diversas y abundantes, a diferencia de estos años de lamentable ensayo socialista, que ha terminado aniquilando todo lo habido y por haber, para dejarnos un país de tierra arrasada, sin presente, y con futuro muy incierto y triste.
Haber elaborado un discurso para la supuesta redención del pueblo venezolano ¨traicionado¨ por los gobiernos de la democracia ¨burguesa¨; atentar contra las instituciones mediante el uso de la fuerza con dos golpes de estado, para luego acceder al poder, y convertir al país en esta ruina que hoy somos, es tarea y labor de almas llenas de odio y resentimientos.
Un país que destinó grandes inversiones en el sistema educativo para lograr una amplia formación de su gente en distintas áreas del conocimiento, ha sido sustituido por una ¨educación¨ ideologizada al servicio de intereses foráneos, pero sobre todo, ha sido forzado a emigrar tras la búsqueda de mejores oportunidades en tierras extrañas, porque esas oportunidades fueron cerradas en nuestro propio país.
Hay que destacar que en la búsqueda de nuevas oportunidades en otras tierras, no siempre hay éxito, ni comprensión o solidaridad, y en algunos casos –por desgracia- persecución, vejámenes y humillaciones inaceptables desde el punto vista del derecho, y tratados internacionales. La multiplicidad de fallecidos en naufragios en Guiria, corresponde a compatriotas que huyen desesperados de la crisis socioeconómica generada por el gobierno de Chávez-Maduro, buscando un destino mejor para sus familias, para encontrarse con un gobierno inhumano y discriminador que expulsa a los venezolanos de manera vil, lanzándolos literalmente a la muerte en las aguas bravías del mar que nos separa. Otros tantos han perdido la vida en las caminatas infinitas hacia Colombia, o Brasil.
Valga entonces este tiempo de redención y esperanza que nos trae la navidad para hacer propósito de enmienda y también para solicitar de quienes tienen la conducción de la política, en el gobierno y en la oposición, que hagan lo propio y destinen sus esfuerzos en la construcción de un presente apetecible para todos los ciudadanos, y un futuro que garantice el desarrollo y progreso de nuestra gente.
Buenos gestos por parte del gobierno serían, la liberación de todos los presos políticos; abrir la economía con garantías jurídicas para la participación del sector privado nacional e internacional; defender el territorio de ataques guerrilleros, o invasiones mafiosas en busca de oro; garantizar la soberanía territorial efectiva, garantizar la seguridad de personas y bienes.
Para la oposición, centrarse en su reconstrucción sin exclusiones o discriminaciones odiosas, volver al camino electoral como única vía posible, y fajarse a luchar por condiciones electorales y competir en todos los procesos por venir. Ambos sectores deben entender la necesidad de atender prioritariamente los problemas que afectan a la gente. Servicios; empleo; salud; seguridad, y paz social.
Feliz navidad para todos
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