La buena noticia es que ese sistema autoritario-rentista, supuestamente rico, se autodestruyó. Dejó fuera al 60% de pobres en el régimen anterior y al 90% que está dejando el chavismo. Afortunadamente, ese sistema autoritario no puede reconstruirse porque no tiene dinero ni inversionistas para volver a ser un país petrolero. “Nos dejó el autobús” porque AD, Copei y Caldera frenaron a Pdvsa y Chávez y Maduro la destruyeron. El oro y otros minerales del Arco Minero tampoco generarán suficiente riqueza para compensar nuestro fracaso petrolero. Menos mal; tendremos que vivir de nuestro trabajo en vez de andar por allí “cazando rentas”; y los gobiernos tendrán que dejarnos trabajar en paz.
Dentro de esta calamidad nacional se encierra una oportunidad de construir otro tipo de sociedad. No lloremos por lo que perdimos. Mejor es que pasemos la página porque, si el petróleo y ese antro de delincuencia y destrozo ecológico llamado Arco Minero vuelven a generar suficiente riqueza, cualquier gobierno lo utilizará para volver a manipularnos, manteniéndonos en la pobreza y como eunucos políticos. Sin embargo, lo que está en nuestra cultura es seguir hablando en términos del pasado: “Éramos felices y no lo sabíamos”; “Se necesita un líder”; “La solución es una invasión”; “Cuando repunte el petróleo”, etc. O sea, “necesitamos que nos salve otro”; y, mientras tanto, esperamos a ver qué pasa.
¡No! Lo que podemos hacer es cambiar esa cultura y organización para salvarnos a nosotros mismos. Para ello necesitamos empoderarnos en lo personal, crear una trama de relaciones horizontales y federalizarnos para ponerle coto a los liderazgos hegemónicos, al predominio de los gobiernos y de los grupos partidistas y militares que los controlan y al centralismo.
Necesitamos asumir proactividad en la construcción de nuestra propia sociedad. Cada uno tiene la responsabilidad de salvarse a sí mismo y de empoderar a los que menos pueden hacerlo. Los liderazgos que actualmente están al frente de las organizaciones empresariales, sindicales, educacionales, estudiantiles, comunicacionales, eclesiásticas, etc. están ubicados en posiciones de máxima potencialidad para promover el cambio que necesitamos. Es desde esas posiciones intermedias que podemos irradiar hacia los poderosos que están arriba y hacia los menesterosos que están abajo otro tipo de actitudes, conductas y relaciones más participativas.
La tarea fundamental de esos liderazgos de la sociedad civil es armar una trama de alianzas horizontales entre sus organizaciones con base en la complementariedad de sus intereses. La más importante de esas alianzas horizontales es entre empresarios y trabajadores. Precisamente, es allí donde se ha centrado la prédica ideológica de muchos partidos para dividir a esos dos sectores y evitar que formen un frente común que sirva para cabildear mejores políticas económicas y evitar que los grupos gobernantes usen sus políticas para dominarnos y empobrecernos.
Otra alianza horizontal clave se ubica entre los centros de educación, formación de oficios y desarrollo tecnológico para que la educación se oriente al trabajo y a las vocaciones económicas de nuestras localidades; en vez de seguir pastoreando nubes con una educación generalista, divorciada del trabajo, que deja mucho que desear como instrumento para facilitarle a los pobres salir de la pobreza. Estas alianzas necesitan incluir a los medios de comunicación, comunidades organizadas, y ojalá que alcaldías, gobernaciones y partidos políticos se incluyan en esta nueva ruta; ideal para que resuciten de su “auto suicidio”. Para ello necesitan que su motivación y agenda sea apoyar a los ciudadanos y sectores organizados en la solución de sus respectivas problemáticas cotidianas, en vez de limitarse a aspirar a llegar o mantenerse en el poder.
El tercer componente de esta estrategia es el federalismo: Conviene que esos liderazgos y alianzas horizontales entre los grupos de la sociedad civil empiecen por construirlas a nivel local y regional. Recordemos al “Bloque Zuliano” en el Congreso Nacional, y tengamos presente que no es fácil tomar a Caracas porque es sorda, ciega, muda y abusa de su poder. Por ello, gobiernos y partidos, desde Caldera II para acá, han saboteado la descentralización que impulsaron la Copre y los gobiernos de CAP II y del Dr. R.J. Velázquez.
Bajo esta nueva cultura y esquema de interrelaciones surgirá un modelo democrático verdaderamente pluralista, léase descentralizado, con separación de poderes, una economía diversificada, privatizada, dolarizada, liberal y una política social que no estará basada en el reparto populista de subsidios y mensajes demagógicos elogiando la pobreza y culpando a los ricos y al imperialismo, sino en dejarnos trabajar libremente y tener acceso a una educación, un oficio, un crédito, a un emprendimiento o trabajo que le permitan a cada uno ganarse la vida con dignidad; en vez seguir poniendo la mano para que nos den.
La mala noticia es que, si no construimos esa otra sociedad, seguiremos hundiéndonos en el Escenario de Caos, en el que estamos, empobrecidos e impotentes frente a una exigua minoría gobernante; sin soberanía y perdiendo la condición de nación para convertirnos en un territorio con gente desorganizada y abrumada por la necesidad de buscar el sustento diario, en vez de hacer política. Esto es posible, Cuba y Haití así lo demuestran.
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