La situación política no ha mejorado sino muy levemente, y la
mayoría del país podría, y con razón, objetar esta positiva apreciación. Las
elecciones, que hubieran podido ser el inicio de un claro cambio en la política
nacional, no llegaron a serlo, pues la abstención alcanzó un 70 por ciento de
los votantes y la composición de la Asamblea Nacional (AN) no refleja en nada
el sentir ni los deseos de la gente. El gobierno, con su sectarismo y soberbia
acostumbrados, no aprovechó la oportunidad para enviar un mensaje creíble de
cambio. No ha
internalizado que mantener el poder tiene sentido, sólo si se
mejora las condiciones de vida de la gente. La imagen gubernamental no cambió
en nada, ni dentro ni fuera del país. Sigue siendo un gobierno ventajista,
demagógico, tramposo, autoritario, indolente y envuelto en distintas
violaciones, entre ellas las de DDHH y la de peculado de uso de los recursos
públicos.
La oposición dirigida por López-Guaidó, que chantajea
internacionalmente a sus prosélitos, ha favorecido las acciones del gobierno.
Aunque aparentan ser sus enemigos jurados, han trabajado a favor del régimen,
tanto en la época de Chávez como con Maduro. Es risible oírlos llamar
colaboracionistas a quienes participaron en las elecciones recientes, cuando
han sido los más eficaces y previsibles colaboradores del régimen desde hace
unos 20 años. Sus depravaciones han atornillado en el poder a los supuestos
revolucionarios. Ésa ha sido su función real, objetiva, medible, y ésa
pareciera seguirlo siendo, pues no hay asomo serio de enmienda. Y menos ahora
que le tomaron gusto a los fondos públicos que mal manejan a discreción, sin
planificación ni controles, sin obligaciones para con nadie y sin limitaciones.
Adolecen de las mismas lacras gubernamentales, pero potenciadas. Su conducta
aduladora de la política de vacunaciones contra el CoVid-19 del presidente
Duque, que excluye a los venezolanos indocumentados, demuestra muy bien su
canallesca actitud.
El otro sector opositor, de carácter nacional, popular,
democrático y pacífico, no ha logrado hasta ahora impactar positivamente a los
electores venezolanos
y, por lo tanto, no constituye aún una opción de cambio. Aunque
presume de no ser sectario, su resistencia a la conformación de una unidad
mayor que las débiles habidas en las elecciones de la AN, nos dice lo opuesto.
En su mayoría, sigue sumido en la defensa de parcelas vacías, de liderazgos
incuestionables, de siglas sin mayor significado y de cierta soberbia,
proporcional a sus tamaños, pero soberbia al fin. Estas debilidades, cierto
oportunismo y los ataques y chantajes despiadados recibidos de la oposición
violenta, han mediatizado sus posturas antigubernamentales, lo que hace que no
sean percibidos como firmes opositores. Asumir autocríticamente estas
limitaciones y rectificar es fundamental para su éxito futuro.
Se instalará la AN. El gobierno intentará convertirla en un simple
apéndice de sus políticas, lo que será difícil de evitar pues no existen
fuerzas parlamentarias suficientes. La unidad de este sector es indispensable,
no apartarse del camino democrático también lo es. El trabajo organizativo y de
calle se hace imperioso. La denuncia permanente, la presentación acordada de
propuestas alternativas viables y el mantenimiento del diálogo con el gobierno,
serán vitales en ir fortaleciendo la retomada ruta democrátic
Luis
Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
Venezuela
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