jueves, 17 de diciembre de 2020

RICARDO VALENZUELA, ¿SEGUIR ARANDO EN EL MAR?

Simón Bolívar: He arado en el mar y he sembrado en el viento

Durante los últimos cien años la actividad que más ha crecido, en tamaño y en poder, son los gobiernos del mundo con todo lo que eso implica. Es cuando flota en el ambiente las palabras de Thomas Jefferson; “El árbol de la libertad debe ser regado de vez en cuando con la sangre de los patriotas y de los tiranos”. En EU a inicios del siglo pasado el gobierno consumía un 5% del PIB, para llegar al presente consumiendo más del 50%.

Ante un cuadro de esta dimensión, la emergencia en la política de Donald Trump tuvo un significado especial. Un hombre que no era político y nunca había participado en la política, no pertenecía ni se identificaba con algún grupo político. Y, por el contrario, siendo un exitoso emprendedor constantemente corriendo riesgos, ganando y perdiendo en mercados intervenidos y sin red de seguridad, creando valor y formando capital, era un soplo de aire fresco en el basurero de la política. Eso, de forma casi automática lo convertía en un severo crítico del enfermo esquema político que operaba en el país. Es decir, un rebelde, alguien que había vivido en carne propia los efectos de un mal gobierno y, al decidirse a participar, fue porque realmente quería eliminar el cáncer que amenazaba la vida de EU.

Alguien que no le interesaba hacer carrera política y, por lo mismo, no actuaría para abonar a su futuro político. Era también alguien que, a diferencia del político tradicional, entendía de economía, de finanzas públicas y privadas, conocimientos esenciales en la administración pública en la que la mayoría actúa en ignorancia, y solo les interesa atraer votos. Un hombre con la experiencia para identificar lo que es valor y como se crea. Un hombre que entiende el papel tan neurálgico que juega en un país la formación de capital y, sin ser función del gobierno, alentarla y protegerla. Un hombre que no vacilaría para enfrentar y resolver lo que no fuera popular, pero necesario.

Alguien que, en todos los años de mi experiencia tanto en México como en EU, con claridad veía era el primer hombre motivado por un solo ideal y lo definía claramente con sus palabras. “Drenar el pestilente pantano y de nuevo alcanzar la grandeza de EU”.

Y, al compararlo con otros que son figuras nacionales de la política, Pelosi, Schumer, Romney, Bush, más grande surgía su figura. En él se identificaba ese fuego interno que motivara a los verdaderos líderes que hubieran dejado profundas huellas en la historia, siempre liderando sin dudas ni temores penetrando campos que otros jamás se habían atrevido. Y, al compararlo con líderes de mi país, mis paisanos emergen con todos sus defectos subrayados cuando muestran una ignorancia total de las herramientas con las que se construyen las grandes naciones, no tienen ideología y, sumándose a la ignorante manada, hasta los conservadores gritaban vivas por Biden. Trump tiene toda la información, las herramientas y una muy clara ideología, “Make América Great Again y Primero América”.

Yo abandoné mi país en el cual esos políticos profesionales desfilaban uno tras otro con los mismos programas, las mismas acciones, las mismas mañas, la misma ceguera y los mismos resultados. Arribaba a EU en busca de ese sueño de un país libre, de hombres libres, de gobiernos honestos dedicados a operar siempre en acuerdo a los mandatos de su sabia constitución y sus leyes. Llegué pensando encontraría políticos del calibre y la sabiduría de sus padres fundadores y el país seguiría transitando sobre la ruta que lo llevara a la grandeza.

Sin embargo, para mi sorpresa, me daba cuenta de una realidad muy diferente. Los políticos eran similares a los mexicanos en representación de la teoría de Buchanan, Public Choice, que demostraba que los políticos del mundo nunca actuaban buscando el beneficio de los ciudadanos, sino su beneficio muy personal. Pero, además, son igual de deshonestos, de ladrones, traicioneros que los de todo el mundo. Y, lo más grave, la dirección hacia la cual han estado apuntando su país, es esa ruta que Hayek hiciera famosa, “la ruta hacia la servidumbre”. El panorama era igual al de México, el mismo desfile de políticos con las mismas ideas, las mismas mañas, los mismos resultados y, sobre todo, el juramento de nunca permitir que alguien sin credencial de ese grupo destructor llegara a tomar las riendas del poder que era solo de su propiedad.

Hace ya muchos años que, desde mi humilde trinchera, inicié una lucha que nunca abandonara porque había visto la bestia que cada día avanzaba. Y, aun sin poder definir alguna respuesta a mi esfuerzo, me invadía tenuemente la desesperanza, especialmente cuando el país fuera cubierto por esa negra nube que solo aparece en los funerales, ante la emergencia de un destructor tan efectivo como Obama para sentar las bases requeridas para el último asalto. Mi frustración llegaba a niveles nunca experimentados y me llevaba a pensar que el país estaba ya condenado.

Pero aparecía Donald Trump quien, sin duda llenaba todos los requisitos del hombre que el país necesitaba para detener ese ataque final que en estos momentos está a punto de culminar. Pero, desde que declarara su intención, se iniciaba contra este hombre un feroz ataque de todas direcciones en un campo de batalla minado y nunca visto. Un movimiento incomprensible que, al analizarlo, era muy claro que estaba motivado por uno de dos sentimientos, un profundo odio enfermizo, o, tal vez un temor aún más profundo y enfermo. Pero, aún en contra de todos los momios, ganaba la elección y se iniciaba la segunda etapa para su destrucción aun ante los resultados económicos nunca vistos que, por el contrario, en su neurosis arreciaban sus ataques.

Trump ganó la elección porque no podía perderla y en una entrevista que me hicieron antes del evento, a la pregunta de ¿Habrá fraude? Yo respondía, solo si gana Trump. Es decir, este hombre que quiso hacer lo que con urgencia se requería sin más interés que drenar el pantano, ha sido víctima de la agresión más cobarde que ahora comparte con esos casi 80 millones que votaron por él y lloran su violación, para demostrarnos el control total del país que han logrado las fuerzas del mal que, si este agravio no tiene consecuencias, se abre una ventana para enseñarnos el panorama que nos espera, la dictadura del marxismo.

En estos momentos, de nuevo me invade el sentimiento de traición, el desaliento, una decepción aún más grande que la que cargaba al abandonar mi país. El primer hombre surgido con las armas necesarias para rescatarnos de la bestia que ahora se dispone a devorar el país, pero, como en Fuente Ovejuna, la gente en su cobardía, asesinaban a su comandante al frente de sus defensas. Porque aquí todos acudieron a la inmolación de Trump y pareciera es la hora de entender y aceptar que, si EU está condenado, el mundo entero ha sido condenado producto con esta aberración. Las fuerzas me empiezan a abandonar y ya no se si vale la pena continuar, pues como afirmara Bolívar en su lecho de muerte decepcionado por lo que se convertía su región, “Estuve arando en el mar y sembrando en el viento, tratando de recoger el agua de la lluvia con mis manos que luego se me escurrió”.    

Ricardo Valenzuela 
elchero@outlook.com
@elchero
http://refugiolibertariol.blogspot.com
Mexico-Estados Unidos

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