En
este contexto nos ubicamos en Venezuela, un país de riquezas despreciadas por
sus habitantes, no porque no les agrade sino porque entre el despilfarro y la
corrupción estas se han esfumado como el mago que desaparece sus cartas, en
Venezuela esos magos han sido un reducido grupo de habitantes a quienes
llamaremos “la elite gobernante o influyente” debo exonerar de responsabilidad
a los gobernados o el conocido “pueblo” porque este realmente ha sido ausente o
neutralizado, si revisamos la corta historia republicana de Venezuela nos
daremos cuenta en una simple ojeada que este nunca ha decidido nada, ha sido
manipulado y ultrajado por estas élites mafiosas, constituidas por militares,
empresarios y políticos, ampliando la calificación de “políticos “no solo
aquellos quienes militan en un partido político, aquí el término también caben
los líderes que hacen o hicieron vida en otras instituciones como son la
iglesia, sindicatos, universidades, etc.
La
razón de esta afirmación es muy simple y es que en Venezuela hay ausencia de
sociedad, esta exige ciudadanos y ante la carencia de estos se impone el
“gendarme necesario” el hombre fuerte que resuelve todos los problemas,
pesadilla recurrente en la historia venezolana que además nos ha marcado como
país, a pesar de estar en el siglo 21 seguimos soñando con ese caudillo
poderoso que hará el trabajo por nosotros y nos premiará con infinitas riquezas
y felicidad eterna, esto me recuerda al “país potencia” de Chávez o el “Make
American great again” de Trump, no es casual que la diáspora mayoritaria
venezolana en los Estados Unidos haya votado por él, este les afloro la nostalgia y el recuerdo
de la cultura del gendarme necesario que dejaron atrás, gracias a Dios en
Estados Unidos hay una sociedad institucionalizada que los salvó del salto
atrás, salto este que hubiese comprometido gravemente a la Democracia mundial,
pero este es otro tema del que hoy no hablaremos, el tema que nos ocupa es el
de los caudillos como figura y las elites influyente que los alimentan para
saquear a través de este.
La
solución a esta pesadilla requiere de un gran movimiento de voluntades
comprometidas con la nación que trascienda los intereses personales por los
colectivos impulsados por el noble sentimiento del amor, conseguir esto no es
sencillo pero tampoco imposible, la base de este movimiento debe sustentarse en
la educación para que a través de esta se edifiquen ciudadanos, la filósofa
norteamericana Marta Nussbaum lo propone como un programa obligatorio de
servicio civil nacional juvenil, algo similar a una cátedra de educación
cívica, ciudadana y derechos humanos.
Hacer
realidad tan ambicioso proyecto requiere de un pacto nacional a largo plazo en
donde los factores influyentes estén de acuerdo, este requisito es
indispensable lo contrario sería seguir alimentando la pesadilla, hay muchos
otros temas por desarrollar, pero lo iré haciendo progresivamente en mis
próximos escritos, lo importante es entender como venezolanos que la única
manera de progreso y desarrollo de un país está en manos de sus habitantes pero
para ser una nación democrática moderna se debe renunciar a ser habitantes y
comprometerse a ser ciudadanos sobre un pacto social centrado en la educación
principalmente de valores que le dé sentido al Estado democrático. La
diferencia entre un habitante y un ciudadano es que el primero no tiene
compromisos con la tierra que habita mientras que el segundo sí. No se trata de
ponerse la camisa vino tinto o la gorra tricolor, ni siquiera cantar el himno
nacional, se trata de algo muy superior, es sentirla como el amor de padre,
madre o hijo, estar dispuesta a darlo todo por ella.
Jose
Lombardi
jjlombardiboscan@gmail.com
@lombardijose
Venezuela
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