Su
colega Mili Margarita la llamó un día: «¡Me tienes que ayudar a escribir un
guion policial a cuatro manos! ¡Lo quieren para el miércoles a mediodía y
estamos a lunes y son las diez!». Y Pili accedió, pese a que las tres neuronas
que le quedaban chirriaron absolutamente oxidadas y no sin temor.
«A
cuatro manos»… Pili nunca había escrito de esa manera. Así, como dos
hermanitas, con sendos lazos en la espalda, tocando piano al unísono y cantando
alternativamente:
—Los
cujíes lloran de dolor…
—En
mi vida mustia de esperar…
Aquello
era rarísimo. Pili recordaba su época de libretista con Kiko Olivieri, Salvador
Garmendia y José Ignacio Cabrujas.
—Mili
Margarita, a mí me asignaban mis escenas y yo las escribía solita.
—Pero
aquí no hay tiempo, Pili, esto es una contrarreloj.
«Una
contrarreloj» como si estuvieran en bicicletas sin frenos por una bajada. “Una
contrarreloj” muy negociada, pues Mili Margarita estaba muy segura de lo que
quería y era bien difícil de convencer.
—Coye,
Mili Margarita, tus personajes femeninos… tienes una Mariana, una Marina, una
Mariela, una Marianela y una Marisela, eso se va a prestar a confusión… ¿y si
cambias cuatro de los nombres? Tú sabes, que si Antonieta, Cristina, Diana,
Omaira… otra cosa.
—No,
Pili. Mi hija se llama Mariana; mi mamá, Marina; mi mejor amiga, Mariela mi
ginecóloga, Marianela y mi peluquera, Marisela. A mí me gustan así. Así se van
a quedar. Punto.
El
miércoles a mediodía, Pili y Mili Margarita estaban en la oficina del señor K.
Nuttenberg entregando el libreto esperado. Allí, reunidos para la lectura
oficial, estaban: el director, cariñosamente apodado «Farchita»; la preciosa y
eficientísima productora Minipop; la señora que hace el café con bastante
espumita; la asistente agresiva de mirada felina; y varios desconocidos con muchas
ganas de opinar (pues eso sí que te tiene el medio televisivo).
Una
vez leído en voz alta el texto –de cabo a fade out– el señor Nutt dijo: «¿Y si
ella, en vez de ser alpinista, es una oceanógrafa con hidrofobia, pues perdió a
su novio en la Gran Barrera de Coral cuando un tiburón australiano se lo
comió?».
Y
«Farchita» agregó: «Y entonces la escena de la montaña con el alud y el
tiroteo, la hacemos en medio del Pacífico con tormenta y arpones… Eso sí,
poniéndole muchísima más tensión sexual, porque esto está muy aguao».
Y
Minipop sugirió: «¿Y si en vez de ser oceanógrafa o alpinista, pues eso
elevaría demasiado los costos de producción, no hacemos que ella sea una
poetisa paralítica, pero no paralítica por accidente, sino por una especie de
bloqueo mental y somatización?»
Y
la señora del café no se contuvo: «¡Ay, y entonces cuando ella conocía al
muchacho –que era rico, pero nadie lo sabía– ella se paraba y caminaba y le
decía: te amo, mi amor!».
Y
Gatúbela objetó: «Yo pensé que estábamos haciendo una serie policial y no una
una telenovela».
Y el coro de los convidados de piedra exclamó yuxtapuesto: «¿Y si..?
¡Era paracaidista y ciega!… ¡O una ornitóloga amnésica!… ¡Con tres meses de
embarazo de un extraterrestre!… ¿Y si…? ¡Llevaba una doble vida!… ¡O, mejor,
tenía una hermana gemela antropófaga!… ¡O una identidad secreta! ¡O súper
poderes!… ¿Y si…? ¡Un tipo siniestro aparece para confrontarla con su pasado!…
¡O que conozca a ese individuo en medio de un cataclismo y lo salve!… ¡Eso sí,
el final tiene que ser feliz, pero abierto y con un toque de misterio! ¡Y lo de
la tensión sexual!».
Pili
y Mili Margarita solo se vieron, se entendieron mucho más allá de las palabras
y se fueron a un parque a hacer fotosíntesis. Lo bueno de quedarse mononeuronal
en la vida, es que uno puede hacer exactamente lo que le dé la gana con esa
única neurona. Algo así como instalarse, igual que una iguana, bajo un rayito
de sol.
@carolinaespada
@ElNacionalWeb
Venezuela
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