Con
muchos kilos demás – seguramente engordó en Navidad comiendo hallacas y pernil
del bueno-, Aristóbulo Istúriz reaparece
para admitir su fracaso estruendoso como doble ministro, dirigente político y
eso que llaman revolucionario: las sanciones, la anterior Asamblea Nacional, el
«bloqueo criminal» y cualquier pamplinada similar, han sido los
culpables de que hoy los maestros ganen
1 miserable dólar diario, bien distinto a lo que él ganaba cuando era maestro
en plena democracia, valga el recordatorio. Lo que equivale a decir que sus
enemigos ganaron. Que de nada les ha servido estar en el poder por más de 20
años, tener a la cúpula militar a su favor y hacer trampas en cuantas
elecciones inventen, porque los malos de la película los superan sin disparar
un tiro. Que el monumental fracaso en el área económica ha sido dictada desde
el bando adversario y ellos, pobrecitos, no han logrado hacer nada en contra de
semejante agresión sino ver desde sus despachos como los maestros y profesores
se mueren de hambre, se ponen a vender emanadas -porque les resulta más
rentable- o se van del país en busca de un capitalismo más justo y organizado.
Pero
ocurre que la mala suerte a veces resucita en Miraflores y más o menos cuando
el ministro de Educación Aristóbulo Istúriz contabilizaba las razones de su
fracaso, se develó que en las antiguas residencias estudiantiles Livia
Gouverneur, donde desalojaron a los estudiantes que allí vivían porque
supuestamente iban a transformarlo en un centro para atender enfermos por la
COVID-19, acaban de inaugurar un Bodegón
(la palabra preferida de la nueva oligarquía chavista), una heladería y una
venta de golfeados de lo más bonitos y arreglados, mientras se ignora si en el
resto del edificio albergan a los
enfermos por el virus, lo que sería la descripción perfecta del desastre
que somos como país: Un bodegón cohabitando con la miseria.
Y
a partir de aquí surgen las preguntas
básicas que este y cualquier ministro
debería responder si hubiese prensa libre en lugar de esa comedia mala que protagonizó
el gordo Aristóbulo ante las cámaras de VTV:
-Señor
ministro, ¿cómo explica que las sanciones
le pulverizaron el salario a los profesores y maestros, pero permiten
que el país se llene de bodegones donde venden productos de Estados Unidos?
-Señor
ministro, ¿esos productos que vienen del exterior cómo entran al país si hay un
bloqueo criminal?
-Señor
ministro, ¿por qué no hay dinero para aumentarle el salario a profesores y
maestros pero si hay para aumentarle a los militares?
–
Señor ministro, ¿usted sabe cuánto cuesta un cañón, un fusil, las municiones,
que ya no son necesarias porque el enemigo del gobierno les ganó la batalla
económica? ¿No será mejor invertir eso
en escuelas, liceos y universidades?
Y
por supuesto, la mejor pregunta de todas:
-Señor
ministro de Educación, ¿Qué ha hecho su despacho para impedir que las
universidades en todo el país hayan sido saqueadas, hayan quemado sus
bibliotecas, hayan asaltado sus laboratorios? ¿Nada de nada, ministro?
Y
así, hasta que Aristóbulo se dé por enterado que todas esas inquietudes (y
muchas más) también le corresponde no solo responder sino solucionar en lugar
de seguir discutiendo sobre el sexo de los angeles, que es más o menos lo mismo
que decir lo que dice.
Da
pena Aristóbulo. De aquel hombre que muchos defendimos en la calle cuando ganó
la Alcaldía de Caracas – porque Claudio Fermín amenazaba con quitársela, vaya
ironía-, a este funcionario público en que se ha convertido, debe haber pasado mucho dinero, poder y consignas vagas bajo los puentes. Porque hoy uno lo ve y se pregunta: «¿Què
hace este señor a diario? ¿El se levanta, se baña, se viste y a partir de allí a qué se dedica?»
Y
aparece la sombra del yate de lujo que supuestamente posee, la única excusa
para entender cuándo se le apagaron las
ganas de luchar por una mejor vida para
maestros y profesores, esos que hoy no pueden comprar ni un kilo de
azúcar para endulzar tanta rabia.
@fuenteseliz
@El_Cooperante
https://elcooperante.com/al-maestro-aristobulo-sin-ningun-carino/
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