1.- Suele ocurrir en situaciones de caos que todo el mundo va adonde no quiere ir y otros terminan llegando adonde aquellos querían. La desorientación es el signo de la hora y por eso la mayoría de los actores se refugia en la cueva que conoce; tanta es la niebla que es preferible acodarse en la cuneta antes que seguir a tientas. De allí esa compulsión de repetición que se observa hacia un diálogo que no es tal.
2.- En
este instante todo el mundo anda en una peripecia de diálogo. Es como si el
logos de Heráclito hubiese adquirido autonomía y anduviese de su cuenta por
esas calles de Dios en la búsqueda de dialogantes dispuestos. El único problema
es que no hay dos lados en ese diálogo, sino muchos, y cada cual carga el suyo
a cuestas. El régimen asiste a múltiples locutorios, también la variada gama
opositora, y unas cuantas figuras de tronío mundial no están dispuestas a
quedarse atrás.
3.- La
compulsión dialogante tiene varias dinámicas. Existe la que cree que es posible
lograr políticas económicas más amigables con el sector privado que es la que
promueve el sector más blando de Fedecámaras. Su presidente, Ricardo Cusano, ha
dicho: “El ideal lo tenemos claro todos: un país de libertades económicas,
políticas, sociales donde se respete el derecho a la vida, a la educación, a la
salud y a la alimentación, a la libre iniciativa y al derecho a elegir. Pero la
forma de lograrlo es sentándonos con actores que tienen decisión en que ese
país se dé, y que sea sustentable ese acuerdo en el tiempo. No deponemos
nuestros principios y valores, los enarbolamos en cada acción y no los ocultamos
de manera cobarde, enarbolando supremacías morales”.[1]
4.- En
esa declaración dice que hay que sentarse con quien esté en el poder y que,
ante las críticas de su reciente conducta, sus principios no los ocultan “de
manera cobarde, enarbolando supremacías morales”. Sobre lo primero, ese
asentamiento (de sentarse) es con los que están allí (lo que parece realismo);
pero, ¿para qué? Dice Cusano que es para lograr el ideal que enuncia (“un país
de libertades económicas, políticas, sociales donde se respete el derecho a la
vida, a la educación, a la salud y a la alimentación, a la libre iniciativa y
al derecho a elegir”). Entonces Fedecámaras se alinea en la siguiente idea: hay
que sentarse con quien tiene decisión para lograr el ideal enunciado; pero…
¡ups!, resulta que quienes tienen poder de decisión son el jefe y los
compañeros de una corporación criminal cuyo fundamento es que no se dé nada de
lo que el “ideal” de Cusano promete.
5.- Se
podría pensar que este presidente de Fedecámaras no es de la raza de –para
nombrar solo a algunos de los más antiguos– Pedro Carmona, Vicente Brito,
Carlos Fernández, Noel Álvarez, Eddo Polesel, Hugo Fonseca o Adán Celis; pero
el 18 de febrero de 2020 Cusano declaró: “Para un cambio económico debe haber
primero uno político”[2]. Esto va de la mano con lo que ha dicho Conindustria:
“Por el bienestar de los venezolanos, apostamos a un diálogo constructivo en el
cual el respeto absoluto a la propiedad privada y el desmontaje del actual
modelo económico estatista por un modelo de libertad económica deben ser el
punto de partida de la agenda”. Estas últimas declaraciones coinciden en que
debe haber un cambio político para transformar el modelo económico. ¿Qué ha
hecho variar a Fedecámaras al abandonar la idea del cambio político primero? Aquí
es donde Cusano da una pista cuando denuncia las “supremacías morales”,
contexto en el cual parece que la renuncia a la búsqueda de la libertad puede
ser conveniente si se pueden lograr modificaciones positivas en el marco de la
tiranía.
6.- Tal
vez una ilustración de un cambio de visión la proporcione el también
expresidente de Fedecámaras Jorge Botti, quien tuiteó el pasado 12 de febrero:
“Rechazo las jaulas, pero si me veo obligado, prefiero una grande en la que
pueda forjarme espacios para luchar y romperla, que aquella que me asfixie y me
obligue a vivir de las dádivas del carcelero. Se lucha todos los días y con las
herramientas que se tienen a mano”. Botti había tuiteado sobre el tema de las
jaulas el año pasado, el 28 de enero de 2020: “Una cosa es entender la realidad
económica y aprovechar las oportunidades en medio de un entorno terrible para
la vida del país. Otra muy distinta es aceptar que no habrá cambios o, peor
aún, trabajar para que la jaula sea más leve con alguna de sus presas…”. Tesis
contraria a la de hacer más cómoda y conveniente la jaula.
7.- Este
giro de personas representativas del gremio empresarial, que seguramente
expresan las visiones de muchos otros empresarios, constituye el discurso de la
derrota. No se trata de hacer un juicio sobre las personas que publicitan esa
visión sino sobre los fundamentos que la sostienen. Su más grave equivocación
es pensar que la argumentación, la bondad de sus razones, la redondez de sus
motivos, podría convencer a sus contertulios de la necesidad de un cambio, sin
explicar qué incentivos –salvo el de neutralizar lo que fuera un poderoso
movimiento empresarial crítico hace algunos años– tendría el régimen para esas
conversaciones. No ignorarán estos dirigentes gremiales que la libertad
empresarial, como se sabe, es un capítulo indisoluble de la libertad a secas.
De la libertad. Salvo esa otra libertad que es pasar de la jaula que tiene 3
metros cuadrados a una jaula VIP de 8 por 8.
8.- Mucho
más allá de ese diálogo que no incluye la libertad como su premisa, la cuestión
está en que es el tipo de visión que quiere arrancar pedazos de libertad como
si después se pudiera armar el rompecabezas de la libertad integral. Esa
libertad parcial es falsa porque es la moneda que compra sumisión; por tanto,
no contribuye a su conquista integral sino a consolidar el despotismo. Este
proceso es paralelo al que se da en el campo de algunos partidos y es la tesis
de los espacios (normalmente bidimensionales, pocas veces tridimensionales y
nunca Einsteinianos). Según esta tesis, hay que ocupar espacios porque si no se
los coge el enemigo. En realidad, lo que ocurre es que se apela a los
ciudadanos para que unos dirigentes se cojan para sí los cargos y una vez en
esos cargos se articulan con el enemigo, sobre la base de que hay que hablar
con el que levante el teléfono en Miraflores.
9.- Hay
que recordar que una vez hubo un diálogo exitoso en Venezuela. Fue el 11 de
abril de 2002, cuando una inmensa insurrección popular y la desobediencia
militar obligó a Chávez a dialogar en Fuerte Tiuna. No hubo un ejército que
hubiese derrotado a otro; lo que ocurrió fue la existencia de “una amenaza
creíble” que convenció a Chávez y a Fidel Castro de que había que tomar las de
Villadiego. Ese día se dialogó sobre las condiciones de la salida del por unas
horas expresidente: él solicitó algo razonable (“quiero irme para Cuba y digo
que renuncié”) y los generales y almirantes allí presentes se negaron,
engolosinados con una victoria que le faltaba un trecho fundamental. Ese día,
Chávez tuvo incentivos suficientes para irse. Fueron horas de libertad.
carlos.blanco@comcast.net
@carlosblancog
Venezuela
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