Fui formado
como estudiante por la “Compañía de Jesús”, que regenta cientos de colegios y
universidades en todo el planeta. Algo que aprendí es que la clave está en el
fondo de las cosas y no en las formas. Tal y como lo diría el Principito “lo
esencial es invisible a los ojos”. San Ignacio lo expresó bien “poner el
esfuerzo en las obras más que en las palabras” o “predicar con el ejemplo”.
Tarea que no entiende un desgobierno como el que tenemos que llama a vacunar
entre los primeros a sus propias huestes.
En una
oportunidad, haciendo los “ejercicios espirituales” de San Ignacio de Loyola,
escuché al sacerdote encargado explicar que había una teología que señalaba que
Dios había aparecido a todas las culturas, de manera que cada una lo pudiera
entender. Se había manifestado de manera distinta en este mundo tan diverso. Me
pareció muy coherente. Los cristianos, a pesar de que somos en este momento una
mayoría entre los creyentes y alcanzamos a ser alrededor de 2.500 millones,
vivimos en un planeta que tiene unos 7.594 millones de habitantes, de manera
que los que profesamos la fe en Cristo somos 33% de la población mundial,
mientras un 67% pertenece a otras religiones, son agnósticos o ateos. El
porcentaje mundial de católicos es de solo un 17,73%, el 15,27% cristiano
restante está compuesto por otros grupos donde los protestantes son
mayoritarios. América es el continente con el mayor número de católicos, con el
48,6% de todo el mundo. África acoge al 17,6 %, Asia (donde vive el 60% de la
población del planeta) al 11 %, Europa al 22 % y Oceanía al 10,4 %. Pero donde
el número de fieles crece más rápido es en África. Hoy los musulmanes
representan un 24% de la población mundial, 9% menos que todos los cristianos,
pero su población crece a mayor ritmo. Entre ellos los Sunitas son una
abrumadora mayoría. Investigaciones
señalan que de mantenerse las tendencias en el año 2.050 los números entre cristianos
y musulmanes serán paritarios, y a partir de 2.070 ya los musulmanes serán una
clara mayoría. Interesante es señalar que los cristianos seguimos creciendo,
aunque a un ritmo menos explosivo que los musulmanes.
Todo lo
anterior se enlaza con aquello de la encíclica que señala: “Los que sin culpa
propia ignoran el evangelio de Cristo y de su iglesia y, sin embargo, buscan a
Dios con sincero corazón y se esfuerzan, bajo la influencia de la gracia en
cumplir en sus obras la voluntad de Dios que conocen mediante la voz de su
conciencia, pueden alcanzar la salvación eterna" (Lumen Gentium n. 16; cfr
Gaudium et Spes n. 22 45). A esto se suma lo que explicó el teólogo jesuita
Karl Rahner, sobre el “cristianismo anónimo”, haciendo referencia a que aquel
que practica los valores del humanismo cristiano aunque desconozca la
religiosidad católica tiene derecho a salvarse. Siempre pensé que si Dios
existe y debe existir debido a que el universo no ha surgido de la nada, la
salvación tiene que ser para todos los seres humanos buenos por igual y sin excepción,
no solo para los que hemos tenido la gracia de la formación cristiana o para
una notable minoría. De cualquier manera, la práctica religiosa es importante
para contar con gente con discernimiento en cuanto a lo que está bien y lo que
está mal.
Así las cosas,
después de nuestra desaparición física debemos encontrar a muchos en el cielo
de todas las religiones, razas, culturas e incluso a los que sin creer en Dios
viven de acuerdo al deber ser y a sus conciencias. Todos aquellos que quieren
trascender y dejar un mundo más humano y mejor, están llamadas a la vida
eterna, y en la tierra prometida, allá en el cielo nos vamos a reunificar...
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