viernes, 5 de marzo de 2021

ÁNGEL AMÉRICO FERNÁNDEZ, LA MANSA E INDOLENTE ENTREGA DEL ESEQUIBO

Los voceros del régimen de facto han desatado una alharaca con respecto a la controversia con Guyana a propósito del Esequivo. Recientemente la Vicepresidente  Delcy Rodríguez ha proclamado que su mapa de Venezuela incluye el Esequivo. Hace apenas unos días el diputado Hermann Escarrá, a nombre de una comisión especial la para defensa de la soberanía en la zona en reclamación, entregó al presidente de la “Asamblea Nacional” un cuerpo de recomendaciones incardinadas a lo “que debe hacerse en esa materia”. Lo curioso de estas expresiones inflamadas de nacionalismo y de espamos revolucionarios, es que nunca se hicieron sentir mientras Hugo Chávez entregaba mansamente el territorio en disputa escudado en afinidades ideológicas con el gobierno de Guyana, y en alianzas políticas de coyuntura con otros países.  Todo esto ocurre en el marco de la apuesta cada vez más subida de Guyana que ha incoado ante la Corte Internacional de Justicia un proceso para que se declare la nulidad del Laudo de París sobre el tema Esequivo. En el presente texto nos proponemos hacer un breve recorrido para auscultar el por qué se ha llegado a este “estado de cosas” en el que la posición de Venezuela luce seriamente averiada.

 El acuerdo de Ginebra había dotado a Venezuela de una herramienta  jurídica para mantener en línea la reclamación. El arreglo práctico de la controversia y la comisión mixta (artículo I). Y, muy señaladamente, el artículo IV que indica los medios de solución pacífica previstos en el artículo 33 de la Carta de las Naciones Unidas e incluye, ante la falta de acuerdo entre las partes, la posibilidad de referir el asunto a un órgano internacional apropiado o, de continuar el estanco, al Secretario General de las Naciones Unidas.   A partir de allí, se erigió toda una política de Estado para el ejercicio de la pretensión soberana, ello incluía notas diplomáticas a tiempo, el patrullaje sobre la fachada atlántica y un proceso continuo de comunicación e información a través de los medios.

Sin embargo, un giro abrupto y nefasto ocurre en la posición de Venezuela con respecto al asunto Esequibo, cuando asciende al poder Hugo Chávez con su proyecto político continental “socialismo del siglo XXI”. En efecto, con esta suerte de santón en el mando se abandona la política de Estado en materia de reclamación y queda triturado en desmedro de Venezuela el artículo V del acuerdo de Ginebra en la medida en que el diferendo es tratado como “pieza de canje” y subsumido dentro de una política exterior de sello ideológico y personalista concretada en la alianza política de Chávez con CARICOM que implicaba el suministro de 185.000 barriles diarios de petróleo a cambio de apoyo y  de votos en la OEA. Entonces el trato con Guyana desde ese momento fue el de aliado ideológico y no de contraparte en un diferendo territorial.

En ese contexto se da inicio a un continuado y sistemático enjambre de declaraciones, envites erráticos cuando no actitudes de manso entreguismo a cambio de supuestos beneficios políticos que fueron dejando a la intemperie la reclamación venezolana. En las líneas siguientes haremos una exposición cronológica de las más emblemáticas erratas y declaraciones nefastas que signaron el desempeño de la política exterior en los tiempos de Hugo Chávez. Veamos. 

 En 2004 Chávez manifiesta que “El asunto del Esequibo será eliminado del marco de las relaciones entre los dos países…El gobierno de Venezuela no será un obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en el Esequibo, y cuyo propósito sea beneficiar a los habitantes del área”. Con esta declaración se opera un giro drástico en la política de Venezuela, se trituraron 40 años de diplomacia, se le da luz verde a Guyana para hacer negocios y emprendimientos de manera unilateral y se resquebraja el acuerdo de Ginebra.

Esa tónica de declaraciones fue una constante en el discurso de Chávez, empezó a prevalecer una actitud mansa y entreguista, pasando por alto que en política internacional no privan afinidades ideológicas sino principalmente intereses. Fueron tan relajadas y palmarias estas licencias avenidas a los intereses de Guyana que el embajador de Guyana en Caracas Odeen Ismael dijo en 2007 unas palabras que deben llenar de vergüenza al gentilicio venezolano: “Si esa es la posición del Presidente Chávez que abandone la reclamación”. Ese texto fue titular en El Diario El Nacional de Venezuela que también tuvo amplio eco en los diarios guyaneses.

En un acto cretino y de mansa entrega con atuendo de dramaturgia antiimperialista, el comunero de Sabaneta Hugo Chávez en la Cumbre de Río 2008 llegó al colmo y se atrevió a descalificar el acuerdo de Ginebra al que calificó como una “treta de los imperios para poner a pelear a Venezuela con Guyana”. El jefe de la política exterior nos dejaba con las manos vacías, la única herramienta para defender nuestros derechos territoriales es puesta en un limbo. No se había visto tanta torpeza en materia de diferendo.

En el año 2013 continuó la zaga de erratas navegando con cara de proyecto político continental socialista. Los medios venezolanos reportaron ampliamente que el Almirante Belisario Martínez es removido de su puesto por detener a la embarcación Teknik Perdana que incursionó en nuestras aguas con autorización de Guyana. Esos son los que invocan bolivarianismo y soberanía.

 En el mismo orden, cuando Guyana manifestó su intención de ampliar su plataforma continental a 350 millas, el Gobierno de Venezuela dejo pasar la excelente oportunidad de plantear el problema en la cumbre de las Américas celebrada en Panamá en 2015, su reacción se redujo a un pobre comunicado recordando la preocupación por los derechos de Venezuela, pero  ni una sola mención a los casi 50 años de negociación en el área.

De tal manera que los actos, prácticas y discursos del gobierno venezolano marcan lo que en lenguaje diplomático se conoce como “aquiescencia” que sencillamente significa que un Estado frente a los avances de su contraparte en materia de diferendo, mantiene una posición pasiva, no defiende sus derechos, deja paso libre a su adversario y ello comporta un declinar de su pretensión soberana. Parece claro que Guyana ha venido oliendo sangre en la posición Venezolana desde tiempos del Chávez. Ha realizado negocios y emprendimientos con empresas chinas y norteamericanas en la explotación de recursos minerales y forestales en el Esequibo, incluyendo exploración y explotación de recursos petrolíferos en la plataforma deltana por transnacionales como Exxon Móvil. Guyana ha documentado un largo y espeso historial de “aquiescencia” en la posición venezolana. Por eso, conforme a su estrategia, abandonó la figura del “buen oficiante” en el marco bilateral y se decantado por llevar el caso a la corte Internacional de Justicia.

 Guyana olió sangre, le tomó la palabra al comunero e hizo alianzas comerciales, ahora quiere resolver en una Corte Internacional. Más recientemente ha incoado un recurso para que se declare la nulidad del Laudo de París. Guyana sube la apuesta, engordó sus pretensiones ante la mansa posición del llamado comandante. Venezuela en esta materia para el 2021 luce contra la pared. La comisión especial para la defensa del Esequivo, por voz de Escarrá, renovó la vocinglera revolucionaria, pero no aportó una estrategia concreta para acometer el desafío. A lo sumo, un canto de cisne de “no comparecer ante la Corte” porque Venezuela no solicitó”, más declaraciones de “que el Esequivo es nuestro” y que la soberanía de Venezuela no está en discusión. Parece de suyo obvio un gran despliegue retórico pero sin ninguna eficacia pragmática, por cuanto el entuerto que dejó Chávez en esta materia es de un monto descomunal. Sí, en cambio,  sorprende uno de los argumentos esgrimidos por Escarrá que anuncia una reforma constitucional que diga de modo exacto que el Esequivo es nuestro acompañada de una extraña “ley constitucional” que diga lo mismo. En este punto, parece haberse obliterado que los límites, confines, fronteras y marco de un Estado es asunto de derecho internacional y no de derecho constitucional. Es el derecho internacional el que diseña las reglas y principios en la constelación de las naciones. Eso es así desde el Tratado de Westfalia en1648, en el que queda refrendado en la instancia jurídica como norma de derecho público los conceptos de soberanía, integridad territorial e independencia política. Es el derecho internacional el que fija las reglas, no basta la política del avestruz para refugiarse en el derecho constitucional y no hacerse cargo responsablemente de que Venezuela debe emprender una estrategia de cara al derecho internacional. Se requiere ya una comisión de expertos para encarar la situación. El carácter excluyente del régimen y su sesgo ideológico no lo dejan. El único responsable del desastre en la política con respecto al Esequibo es Hugo Chávez Frías y la cancillería más torpe e indolente de la historia.

Angel Américo Fernández
angelferepist@gmail.com
@angelvictoreado
Venezuela

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