El acuerdo de
Ginebra había dotado a Venezuela de una herramienta jurídica para mantener en línea la
reclamación. El arreglo práctico de la controversia y la comisión mixta
(artículo I). Y, muy señaladamente, el artículo IV que indica los medios de
solución pacífica previstos en el artículo 33 de la Carta de las Naciones
Unidas e incluye, ante la falta de acuerdo entre las partes, la posibilidad de
referir el asunto a un órgano internacional apropiado o, de continuar el
estanco, al Secretario General de las Naciones Unidas. A partir de allí, se erigió toda una
política de Estado para el ejercicio de la pretensión soberana, ello incluía
notas diplomáticas a tiempo, el patrullaje sobre la fachada atlántica y un
proceso continuo de comunicación e información a través de los medios.
Sin embargo, un giro abrupto y nefasto ocurre en la
posición de Venezuela con respecto al asunto Esequibo, cuando asciende al poder
Hugo Chávez con su proyecto político continental “socialismo del siglo XXI”. En
efecto, con esta suerte de santón en el mando se abandona la política de Estado
en materia de reclamación y queda triturado en desmedro de Venezuela el artículo
V del acuerdo de Ginebra en la medida en que el diferendo es tratado como
“pieza de canje” y subsumido dentro de una política exterior de sello
ideológico y personalista concretada en la alianza política de Chávez con
CARICOM que implicaba el suministro de 185.000 barriles diarios de petróleo a
cambio de apoyo y de votos en la OEA.
Entonces el trato con Guyana desde ese momento fue el de aliado ideológico y no
de contraparte en un diferendo territorial.
En ese contexto se da inicio a un continuado y sistemático
enjambre de declaraciones, envites erráticos cuando no actitudes de manso
entreguismo a cambio de supuestos beneficios políticos que fueron dejando a la
intemperie la reclamación venezolana. En las líneas siguientes haremos una
exposición cronológica de las más emblemáticas erratas y declaraciones nefastas
que signaron el desempeño de la política exterior en los tiempos de Hugo
Chávez. Veamos.
En 2004 Chávez
manifiesta que “El asunto del Esequibo será eliminado del marco de las
relaciones entre los dos países…El gobierno de Venezuela no será un obstáculo
para cualquier proyecto a ser conducido en el Esequibo, y cuyo propósito sea
beneficiar a los habitantes del área”. Con esta declaración se opera un giro
drástico en la política de Venezuela, se trituraron 40 años de diplomacia, se
le da luz verde a Guyana para hacer negocios y emprendimientos de manera
unilateral y se resquebraja el acuerdo de Ginebra.
Esa tónica de declaraciones fue una constante en el
discurso de Chávez, empezó a prevalecer una actitud mansa y entreguista,
pasando por alto que en política internacional no privan afinidades ideológicas
sino principalmente intereses. Fueron tan relajadas y palmarias estas licencias
avenidas a los intereses de Guyana que el embajador de Guyana en Caracas Odeen
Ismael dijo en 2007 unas palabras que deben llenar de vergüenza al gentilicio
venezolano: “Si esa es la posición del Presidente Chávez que abandone la
reclamación”. Ese texto fue titular en El Diario El Nacional de Venezuela que
también tuvo amplio eco en los diarios guyaneses.
En un acto cretino y de mansa entrega con atuendo de
dramaturgia antiimperialista, el comunero de Sabaneta Hugo Chávez en la Cumbre
de Río 2008 llegó al colmo y se atrevió a descalificar el acuerdo de Ginebra al
que calificó como una “treta de los imperios para poner a pelear a Venezuela
con Guyana”. El jefe de la política exterior nos dejaba con las manos vacías,
la única herramienta para defender nuestros derechos territoriales es puesta en
un limbo. No se había visto tanta torpeza en materia de diferendo.
En el año 2013 continuó la zaga de erratas navegando
con cara de proyecto político continental socialista. Los medios venezolanos
reportaron ampliamente que el Almirante Belisario Martínez es removido de su
puesto por detener a la embarcación Teknik Perdana que incursionó en nuestras
aguas con autorización de Guyana. Esos son los que invocan bolivarianismo y
soberanía.
En el mismo
orden, cuando Guyana manifestó su intención de ampliar su plataforma
continental a 350 millas, el Gobierno de Venezuela dejo pasar la excelente
oportunidad de plantear el problema en la cumbre de las Américas celebrada en
Panamá en 2015, su reacción se redujo a un pobre comunicado recordando la
preocupación por los derechos de Venezuela, pero ni una sola mención a los casi 50 años de
negociación en el área.
De tal manera que los actos, prácticas y discursos del
gobierno venezolano marcan lo que en lenguaje diplomático se conoce como
“aquiescencia” que sencillamente significa que un Estado frente a los avances
de su contraparte en materia de diferendo, mantiene una posición pasiva, no
defiende sus derechos, deja paso libre a su adversario y ello comporta un
declinar de su pretensión soberana. Parece claro que Guyana ha venido oliendo
sangre en la posición Venezolana desde tiempos del Chávez. Ha realizado
negocios y emprendimientos con empresas chinas y norteamericanas en la
explotación de recursos minerales y forestales en el Esequibo, incluyendo
exploración y explotación de recursos petrolíferos en la plataforma deltana por
transnacionales como Exxon Móvil. Guyana ha documentado un largo y espeso
historial de “aquiescencia” en la posición venezolana. Por eso, conforme a su
estrategia, abandonó la figura del “buen oficiante” en el marco bilateral y se
decantado por llevar el caso a la corte Internacional de Justicia.
Guyana olió
sangre, le tomó la palabra al comunero e hizo alianzas comerciales, ahora
quiere resolver en una Corte Internacional. Más recientemente ha incoado un
recurso para que se declare la nulidad del Laudo de París. Guyana sube la
apuesta, engordó sus pretensiones ante la mansa posición del llamado
comandante. Venezuela en esta materia para el 2021 luce contra la pared. La
comisión especial para la defensa del Esequivo, por voz de Escarrá, renovó la
vocinglera revolucionaria, pero no aportó una estrategia concreta para acometer
el desafío. A lo sumo, un canto de cisne de “no comparecer ante la Corte”
porque Venezuela no solicitó”, más declaraciones de “que el Esequivo es
nuestro” y que la soberanía de Venezuela no está en discusión. Parece de suyo
obvio un gran despliegue retórico pero sin ninguna eficacia pragmática, por
cuanto el entuerto que dejó Chávez en esta materia es de un monto descomunal.
Sí, en cambio, sorprende uno de los
argumentos esgrimidos por Escarrá que anuncia una reforma constitucional que
diga de modo exacto que el Esequivo es nuestro acompañada de una extraña “ley
constitucional” que diga lo mismo. En este punto, parece haberse obliterado que
los límites, confines, fronteras y marco de un Estado es asunto de derecho
internacional y no de derecho constitucional. Es el derecho internacional el
que diseña las reglas y principios en la constelación de las naciones. Eso es
así desde el Tratado de Westfalia en1648, en el que queda refrendado en la
instancia jurídica como norma de derecho público los conceptos de soberanía,
integridad territorial e independencia política. Es el derecho internacional el
que fija las reglas, no basta la política del avestruz para refugiarse en el
derecho constitucional y no hacerse cargo responsablemente de que Venezuela
debe emprender una estrategia de cara al derecho internacional. Se requiere ya
una comisión de expertos para encarar la situación. El carácter excluyente del
régimen y su sesgo ideológico no lo dejan. El único responsable del desastre en
la política con respecto al Esequibo es Hugo Chávez Frías y la cancillería más
torpe e indolente de la historia.
angelferepist@gmail.com
@angelvictoreado
Venezuela
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