Nicolás
Maduro y su entorno conocen los datos. Sus encuestadoras no pueden proporcionar
cifras distintas a las que arrojan las empresas más serias y objetivas. A
partir de esos números, el gobierno decidió impulsar las elecciones regionales,
llamadas ahora megaelecciones, porque se convocarán de forma conjunta los
comicios de gobernadores y alcaldes; y, posiblemente, de los consejos
legislativos estadales y municipales.
Los
integrantes de la Mesa de Diálogo Nacional (MDN), autocalificados como
opositores, han dicho que acudirán a la cita. Para honrar su palabra, lo harán
cualesquiera sean las condiciones fijadas por el gobierno. Dentro de la
oposición más dura, la concurrencia ha sido descartada. Un grupo de escritores
y periodistas pidió en una carta a Juan Guaidó que lidere la participación de
la oposición en las elecciones regionales y locales. Sería la reconquista del
voto como instrumento de lucha. Ven en esas votaciones la oportunidad de
abandonar el abstencionismo y retornar
al carril electoral. Coincido con ellos y agrego lo siguiente.
Los
factores que antes se movían en torno de
la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y que ahora se agrupa en el G4, aún no
han definido su postura final. Consideran que existen aspectos que deben
aclararse antes de asumir la postura definitiva. Tienen la razón. El gobierno
pretende realizar las elecciones en condiciones que le garanticen –aunque no
triunfen en todos los estados y municipios- el control de la totalidad de las
gobernaciones y la inmensa mayoría de las alcaldías.
Voy a
referirme a algunos desafíos ante los cuales se encuentra la oposición MUD-G4,
para llamarla de un modo que permita identificarla. Con relación al núcleo
conformado en torno a la MDN no hay nada que decir. Está mucho más preocupado
en no incomodar, ni desagradar a Maduro
y a Jorge Rodríguez, que en ejercer la oposición. No han realizado el menor
balance autocrítico del descalabro sufrido el 6 de diciembre. No examinan por qué
el pueblo no los favoreció con su voto y apenas representan una porción
infinitesimal del electorado. Jamás critican al gobierno por la persistente
campaña dirigida a aniquilar a Voluntad Popular, a Primero Justicia y a Acción
Democrática. Los inhabilitados políticos, sean partidos o dirigentes, no es
asunto que les concierna. Tampoco los derechos humanos. Viven para cuestionar a
Juan Guaidó. Criticarlo por ‘extremista’ y ‘llorón’. Al régimen que arruinó al
país no lo tocan ni con el pétalo de una rosa. Se mueven en el mundo de la
fantasía: si votas, ganamos.
El G4
debe considerar seriamente si acude o no a esos comicios y si dialoga con el
gobierno con relación al tema político crucial de 2021: las elecciones
regionales. Varias son las materias fundamentales. La selección del nuevo CNE
se puso en marcha. Un grupo de notables profesionales y académicos está
dispuesto a proponer sus nombres para
integrar ese cuerpo. Alrededor de algunas de esas figuras puede lograrse un
acuerdo que permita presentarle al país un CNE decente. Aceptable. Esta tendría
que ser una negociación directa entre el gobierno y el G4, luego refrendada por
la Asamblea Nacional controlada totalmente por el oficialismo. Si el debate se
libra solo en el cuerpo legislativo, saldrá otro frankenstein como los vistos a
lo largo de las últimas dos décadas. La apertura total de la amplia red de
medios públicos a los candidatos
opositores debería ser otro tema del debate. Una de las formas más groseras del
ventajismo madurista, se expresa en el dominio obsceno de los medios de comunicación
financiados con fondos públicos. El acuerdo
debería incluir el acceso equitativo. La eliminación de la figura del
‘protector’ del Estado, invento del madurismo para anular el triunfo de los
candidatos opositores, representa otra materia esencial. Uno de los argumentos
fundamentales esgrimidos, con razón, por los abstencionistas es la creación de
esa nefasta figura. El cumplimiento estricto de los horarios electorales,
incluido el cierre de las mesas a la hora exacta, constituye otro tema vital.
Ya se sabe lo que ocurre los días de votación entre gallos y media noche.
Menciono
estos nudos críticos. Podrían agregarse algunos otros. No es necesario
presentar una lista tan larga como la que se debatió en Oslo, Barbados o
República Dominicana. Logros básicos podrían animar a los electores y mantener
vinculado el G4 a la comunidad internacional. Obtener el apoyo de estos
factores, renuentes a reconocer la legitimidad de las elecciones promovidas por
Maduro, resulta clave.
Hay
que aprovechar que al gobierno también le interesa la participación del G4 en
los comicios regionales. Ya se llevaron un chasco el 6D con la ‘oposición’ que
ellos inventaron. A lo mejor no quieren repetir el mismo fiasco.
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Venezuela
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