viernes, 5 de marzo de 2021

ALEJANDRO MENDIBLE, EL CURSO ACTUAL DEL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

La visita del presidente argentino Alberto Fernández a México el 23 de febrero  establece el nuevo rumbo de la política latinoamericana.  México y Argentina  crean un nuevo eje progresista en América Latina  que trata de ocupar el espacio protagónico dejado por Brasil desde el 2016 cuando este país abandonó la vía del socialismo del siglo XXI y se encuentra en la actualidad  articulando el nuevo polo de referencia del neoliberalismo en la región. 
 
La gestión de los presidentes  ocurre cuando en el panorama político de las repúblicas  hispanoamericanas el juego político de la vía socialista  se encentra   entrabada al quedar descubierto las intenciones  de los grupos más radicales  de esa ideología  de valerse de la vía electoral que ofrecen los  países para llegar al poder pero una vez que lo consiguen bloquean toda posibilidad posible  de alternabilidad. 
 
Este es  el modelo cubano  fidelista donde también escuchamos  por primera vez una  incisiva canción a modo de  “himno de la libertad”  del rapero cubano Funky  que dice, “no  más mentiras, mi pueblo pide libertad, no más doctrinas, ya no gritemos patria y muerte sino patria y vida”  para oponerse al aparente agotado eslogan de Fidel Castro de hace 60 años que no ha permito mejorar las condiciones de vida del pueblo cubano. El paralelismo diacrónico político entre Cuba y el resto del continente toma sentido de presente al analizar las posibilidades del socialismo como la opción dominante para la región. Considerando que la  Revolución  cubana significo el pasado siglo  un parte aguas del proceso político  latinoamericano, cuando la iniciativa creada por un “foquismo” (guerrilla)  fidelista manipuló con gran habilidad  política  la legitimación del nuevo régimen cabalgando sobre la encrespada  coyuntura de la guerra fría.  
 
Sin embargo el espectacular cruzamiento  de la dinámica de la temporalidad histórica  del  orden internacional  con las condiciones imperante en la región latinoamericana en la década de 1960 ocultó  un proceso mucho más rico y complejo que el esquemático del caso cubano. 
 
A principios del siglo XIX América Latina fue  una de las primeras regiones del mundo donde se manifiesta un sentimiento  profundo  nacionalista de descolonización  de los reinos católicos ibéricos de España y Portugal cuestión que se complementa de manera exitosa pero mediantes procedimientos diferentes. En Hispanoamérica la independencia  termina creando diferentes  repúblicas, mientras Brasil se mantiene unido. En las primeras sus próceres pensaron en una  “patria grande”  aunque  el espacio colonial  termina balcanizado, mientras  en la segunda sigue un proceso  más conservador  preservando  la monarquía, la estabilidad neocolonial y la integridad territorial  pero ambas terminan subordinadas en lo económico  ante Inglaterra. 
 
En el siglo XX el nacionalismo positivo latinoamericano se expresa primero en la revolución mexicana de 1910 como un enérgico  movimiento de las masas campesinas de contenido  progresista tendiente a superar el sistema latifundista semifeudal. Este paradigma agrario  se convierte en patrón de referencia para toda la región hasta  1945 cuando en  Argentina  los “descamisados” en Buenos Aires   llegan con Perón al poder e inician un segundo  paradigma caracterizado por la transformación urbana. Entre ambos casos se establece como fiel de continuidad  el sistema populista que actúa con el marco político que permite el  ascenso de los sectores populares  al poder. En el caso del fidelismo  más que el pueblo es la cúpula dirigente la que logra  mantenerse  en el  poder por el apoyo de la Unión Soviética comunista. Sin embargo, la nueva situación creada alrededor del caso cubano  tiene una gran influencia de contagio en la dirección de los movimientos de izquierda latinoamericana. Recordemos que la Revolución  Rusa de 1917 se presenta  como la entrada  de la clase obrera al poder en un país de mundo. 
 
Esto repercute  en  América Latina donde  los comunistas  privilegian  el internacionalismo proletario sobre el nacionalismo que lo condena como una manifestación pequeño burgués. En tal sentido, los comunistas fueron los grandes  enemigos del PRI en México, del APRA en Perú,  del Justicialismo  en Argentina y de todos aquellos partidos populistas poli clasistas  que ellos  calificaban  de reaccionarios.  A partir de la década de 1960 los partidos comunistas latinoamericanos actuando como apéndices de  los intereses de la Unión Soviética  y  se convierten  en los principales aliados y portavoces de la Revolución cubana  al mismo tiempo, en agentes de la  desestabilización  de los partidos nacionales revolucionarios. Los cuales, a partir de la década de 1930  representan el aparato político popular  impulsores  del cambio democrático y modernizador en  sus respectivos países. En este periodo aparecen las grandes figuras protagónicas de la historia política de la región, entre otros,  Lázaro  Cárdenas en México, Haya de la Torre en Perú, Rómulo Betancourt en Venezuela y Juan Domingo Perón en Argentina. Por otra parte, con la Revolución cubana se produce la irradiación del fenómeno fidelista que se convierte en un factor ideológico de   división interna dentro los partidos mayoritarios  (AD, APRA y otros)  lo cual,  divide  la izquierda entre un  nuevo neo comunismo cuyo centro se encontraba en la Habana y la inclinación de los partidos populares  hacia la influencia de la social democracia. 
 
Esta  tendencia  a partir de 1970 llega al poder en varios países de la región pero, al mismo tiempo su  imagen de identidad nacionalista revolucionaria  experimenta una inflexión negativa al subordinarse ante  la internacional ideológica europea. Consecuentemente, el quebrantamiento de la credibilidad  del  liderazgo el aumenta con el aumento  de  la  fragilidad económica del Estado nacional  ante  su incapacidad  de controlar los estragos creados por la  deuda externa. Así mismo, en el  periodo el capitalismo norteamericano les retira su apoyo  a los gobiernos socialdemócratas latinoamericanos y asume  el neoliberalismo como una nueva cara de la dominación, mientras el deterioro organizativo aumenta por la profesionalización de la política que termina  afectando  la ética de la política y merma la  mística  alejando  la  militancia de sus dirigentes, situación aprovechada durante  el fortalecimiento  del  poder crítico de los medios de comunicación.  
 
Mientras tanto, la Cuba fidelista  para sobrevivir  ante  el acoso del poder norteamericano se convierte en un bunker cerrado de resistencia   que logra sortear  pruebas  tan espectaculares como la de sobrevivir al naufragio del sistema comunista internacional  quedando  ante el mundo como un  modelo político arcaico  creado por el tiempo de la  guerra fría.  En estas condiciones Fidel Castro encuentra la anuencia del líder sindical brasileño Lula da Silva en julio de 1990 para en unión de otros movimientos radicales fundar el Foro de Sao Paulo que a partir de 1999 con la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela  que  aprovecha  el clivaje electoral sudamericano hacia la izquierda para dar inicia al primer ciclo del Socialismo del siglo XXI, como lo califica   el sociólogo Heinz Dieterich.  La tendencia con llegada de  Lula a la presidencia del Brasil en el 2003 encuentra  el espacio ideal para montar un proyecto con dimensiones nacionalistas a escala sudamericana y convertirse en un nuevo paradigma de América Latina aprovechado el abandono de la región dejada por México cuando ingresa al Tratado de Libre Comercio con EUA y Canadá  en 1994. Sin embargo, en el 2016  mediante un controversial impeachment el lulismo es expulsado del poder descalabrando  las pretensiones latinoamericanas del proyecto  y dejando al descubierto al fidelismo sosteniendo  unas engorrosas relaciones de conchupancias  con el Chavismo.   

Ante esta disyuntiva  el socialismo del siglo XXI tiene que demostrar  a los diferentes pueblos de la región si pretenden  reproducir el proyecto cubano totalitario  de la guerra fría o la de un socialismo democrático revolucionario  acorde con la evolución del nacionalismo positivo surgido de la independencia. En este contexto ocurre la entrevista entre los presidentes de Argentina y México.    

Alejandro Mendible
alejandromendibleucv1@gmail.com
Caracas – Venezuela
 
Enviado a nuestros correo por
Jesús Enrique Matheus Linares
jmateusli@gmail.com
@UranioMomoy
Venezuela  

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