Por esencia y definición, la privación de libertad es
condición de imposibilidad para disfrutar de algunos estadios de libertad y
garantías. En correspondencia con alguna supresión de derechos fundamentales.
En el caso a que refiere el concepto acá tratado, en cuanto a lo que constituye
la privación de libertad, debe
reconocerse que el lugar destinado a la reclusión de personas por disposición
gubernativa o judicial denominado “prisión” o “cárcel”, es generalmente un
espacio susceptible a vulneraciones de derechos. Y hasta de sentimientos. Por
tan penosa razón, muchos problemas ocurren en sus ámbitos.
Problemas relacionados con el aislamiento, la tortura,
enfermedades contagiosas, coacciones, violencia sistemática y discriminaciones,
se combinan con seguidas humillaciones. Especialmente, en el cacheo a familiares al momento de la
visita de rutina.
Es la vida de toda cárcel. Por especial o colmada de
insuficiencias que pueda ser. Aunque el mayor problema no reside en lo que
remite su estructura física. Fundamentalmente, es lo que su ambiente suele
incitar en la vida de cada recluso. Y es un problema que lo vivencian todos los
centros penitenciarios. Independientemente, donde se encuentren. Aun cuando sus
dinámicas dependen del Estado, en términos de los sistemas políticos que
ostentan.
No es lo mismo hablar de una cárcel en tiempos de
dictadura, que en democracia. Es la razón que explica el papel que cumple una
prisión como determinante social del individuo que en sus espacios debe
desenvolverse.
Otro problema que se superpone a la diversificación y
diferenciación de los delitos que pueden conducir a una persona a prisión, es
su ideología política-militante. Esto sucede sin que de por medio primen
derechos, libertades y garantías que otorgan privilegios civiles y de
ciudadanía. Y que las actitudes y
aptitudes encauzan en el comportamiento de toda persona encarcelada.
Este prolegómeno, vale para llegar al punto de partida
de lo que esta disertación busca motivar. Y tiene que ver con los momentos de
prisión que padeció José Miguel Monagas, mi padre, a consecuencia de su pasión
política. Además. porque lo identificó con la causa que enarbolaba el partido
político Acción Democrática en el ocaso de la Junta Militar de Gobierno, que
sin mayor unidad de criterio, era presidida por el coronel Carlos Delgado
Chalbaud. Y que luego transitó hacia la dictadura del militar Marcos Pérez
Jiménez.
Para situar al lector en el contexto político de la
Venezuela de 1950, debe señalarse que dicha Junta Militar de Gobierno saltó a
la palestra política como resultado del derrocamiento del gobierno
constitucional de Rómulo Gallegos acaecido el 24 Noviembre de 1948. Azuzada
dicha Junta, por la perversión que, casi siempre, instiga el poder político.
A pesar de la gestión de esa Junta de Gobierno por
paliar los conflictos que venían dándose durante la segunda mitad de la década
de los cuarenta, debe aceptarse que 1950
fue un año de duras intrigas y conspiraciones. Las mismas fueron en contra de
la pretensión de esa Junta, de instituir el régimen político que ejercía el
poder nacional. Pero todo terminó con el magnicidio del referido coronel y
presidente de la Junta Gubernativa, Carlos Delgado Chalbaud. Tiempo éste en que
Acción Democrática era acusada de cuantas confabulaciones se daban. Y entre
ellas, fue injustamente inculpado, el grupo de maestros que acompañaba el
trabajo político de quien ejerció como ministro de Educación del gobierno de
Gallegos. El maestro Luís Beltrán Prieto Figueroa.
Desde el derrocamiento de Gallegos, los cuadros
políticos juveniles formados particularmente por maestros y estudiantes
liceístas, normalistas y universitarios, se dieron a la tarea de actuar en
contra del régimen militar.
En la población de Puerto La Cruz, del estado
Anzoátegui, se encontraba el maestro de Educación Primaria Urbana, José Miguel
Monagas, ejerciendo el cargo de director de la escuela del Campo Petrolero de
Guaraguao.
Inspirado en el pensamiento pedagógico del reconocido
luchador político y educador por excelencia, Dr. Luís Beltrán Prieto Figueroa,
Monagas encendió la flama política de cuanta muchachada pudo enrolar. Así,
organizó en Barcelona, un movimiento de apoyo a las protestas que se dieron en
todo el país. En contra la opresión del susodicho régimen militar.
Fue razón para que la Seguridad Nacional o Policía política
de entonces, lo apresara y lo condujera a la Cárcel Pública de Barcelona. En
1950. Como preso político, no fue condenado a purgar prisión por un tiempo
específico. Pero los titubeos y convulsiones del régimen por causa de la
rivalidad que se daba entre el coronel Delgado Chalbaud y el teniente-coronel
Marcos Pérez Jiménez, en contubernio con el también militar, General Rafael
Simón Urbina, lograron que el encarcelamiento de José Miguel Monagas fuera a
discreción de las autoridades públicas de Barcelona.
Sin embargo, según contaba José Miguel, su estancia
carcelaria fue tiempo en que soportó las inclemencias que recibe todo preso
político. Mi padre, vivió los tormentos y violencia de la tortura. Relataba
José Miguel, que luego de despojarlo de su ropa, lo sometían a estar de pié
sobre inmensos bloques de hielo. Asimismo, sobre rines de automóviles cuyas
orillas eran previamente afiladas para causar cortaduras en las plantas de los
pies. También lo obligaban a apuntar la mirada hacia reflectores, cuya luz
excedía su resistencia visual. De esos martirios propios del maltrato de todo
encarcelamiento político, no escapaba las humillaciones que recibía su amada
esposa Dulce María, mi madre. En la revisión por la cual debía franquear todo
familiar de preso político, previo a cada visita.
Casi un año estuvo preso mi padre. Sólo porque sus
ideas no concordaban con las del sistema político represivo que dominaba el
poder en el país. De tan crudos meses, sólo ganó la resiliencia que le permitió
luego, salvar las dificultades que configuraron su travesía por la vida.
Por esa forma que hace
sufrir a cualquier persona sin razón judicial alguna para estar privado
de libertad, derechos y garantías, es por la que podría inferirse que José
Miguel Monagas, mi padre, vivió el año de 1950 en la mengua y en el horror de
un espacio de sonrisas rotas y corazones apretujados.
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela
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