Sin mencionar en esta ocasión - ni de manera directa
ni taimada- que las acciones de esta fuerza pudieran desarrollarse en
territorio venezolano, el mandatario colombiano sí había hecho referencia, días
atrás, a que los actores criminales habían, en muchos casos, encontrado refugio
en nuestro país, Venezuela, gracias a la permisividad y complicidad encontrada
por estos actores colombianos con el gobierno vecino. Un despacho de la agencia
EFE sobre este tema precisó que las autoridades colombianas “han afirmado
reiteradamente que el país vecino es la retaguardia estratégica de los grupos
armados organizados y allí se esconden 1.400 miembros del ELN y de las FARC”.
Este artículo no pretende reseñar la respuesta oficial
venezolana, a la iniciativa del Palacio de Nariño. Las altisonancias de Nicolás
Maduro y sus acólitos, Ministros y otros, son ya tradición. Lo que no puede
obviarse frente a terceros es que el país vecino atraviesa históricamente uno
de sus peores momentos en materia de violencia, sin duda el peor desde la firma
del Acuerdo de Paz, y que ella es protagonizada por las mafias del narcotráfico
las que trabajan independientemente o bien en comandita con el ELN y las
disidencias de las FARC.
Que este propósito sea una tarea a la que le prestarán
una atención muy especial desde el Ejecutivo de Colombia es solo natural,
además de que es una vía imperativa para dejar una ejecutoria inequívoca ante
el mundo por parte de un gobierno que tuvo viento en contra desde el primer día.
A Iván Duque le tocó, al mismo tiempo, rescatar una economía maltrecha, poner
en marcha un proceso de paz con el que no comulgaba, atender las necesidades de
un flujo monumental de refugiados, proteger al país de la inesperada y
devastadora pandemia, hacerle frente al fenómeno de la disidencia de las FARC y
la reactivación criminal del ELN, todo ello sazonado con la desestabilización
política a institucional sabiamente armada desde Caracas con otros aliados del
mismo corte de izquierda radical, como Cuba.
Está claro que
con este Comando Contra el Narcotráfico y Amenazas Trasnacionales, estamos
frente a un pie de fuerza en cuyo diseño deben haber participado los
principales aliados de Colombia afectados del fenómeno del narcotráfico y el
terrorismo. Son los Estados Unidos los primeros dolientes de estas distorsiones
criminales al igual que los países europeos, recipientes directos de los flujos
de narcóticos que provienen del eje colombo- venezolano. Cuesta creer que la
visita a Bogotá y a la línea fronteriza de Cúcuta de la Ministra de Relaciones
Exteriores de España no esté relacionada con las dificultades que atraviesa el
gobierno colombiano por imponer la paz y combatir el crimen organizado.
Además, el tema de las violaciones de derechos humanos
también ha estado cogiendo cuerpo en Colombia tornándose de gran protuberancia
para el mundo libre. El último informe de Bachelet y el último de Human Rights
Watch cuentan por mucho en una toma de conciencia colectiva de que es preciso
actuar coordinadamente para poder desterrar de Colombia las distorsiones que se
han estado generando y que dejan saldos de muertes muy elevadas cada año.
Con todos los análisis ya hechos de parte de propios y
de ajenos, y con el instrumento militar ya diseñado para actuar “hasta las
últimas consecuencias” en contra de estas manifestaciones del terrorismo
transnacional, lo que vamos a ver en el año que separa al gobierno de Duque de
su salida, es acción y acción concertada con terceros. “Donde quiera que estén
los criminales tiene que llegar la justicia”, aseguró Duque y esto no se logra
a través de una observancia del fenómeno desasociada de una posición proactiva
y contundente.
CONAT pareciera, pues, ser una importante pieza del
legado indispensable para que la administración colombiana actual no pase, sin
pena ni gloria, a la historia de su país
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