La revolución ocurre cuando las sociedades prosperan.
EEUU vivía su esplendor gracias al crecimiento económico sostenido después de
la Segunda Guerra. Arthur Schlesinger Jr., autor de estudios históricos monumentales
y asesor de Kennedy, decía: “nos hemos vuelto… prósperos y merodeamos bajo el
estupor de la grasa… una atmósfera pesada, sin humor, santurrona, estulta… sin
ironía ni autocrítica… “.
“…El clima de los cincuentas tardíos (es) él más
aburrido y deprimente de nuestra historia”. Pero un tumor minaba aquel cuerpo
muelle de confort: la post esclavitud excluía a los negros de los derechos
plasmados en la Constitución. La humillación se expresaba en el jazz, el blues,
el góspel, el rock, y ahora por el más negro de los negros, el crossover
universal, Elvis Presley.
Los beatnicks, Gingsberg, Kerouac, Arthur Miller,
sacudían el ambiente cultural, y Marcuse, Adorno, Fromm, sembraban en las
universidades su versión de la fantasía marxista. Aparece el Black Power,
movimiento político cultural que enaltecía la negritud, black is beautifull,
(no esa cursilería snob de “afroamericanos”) dividido fatalmente entre ramas
antagónicas de moderados y radicales.
Unos luchaban por los Derechos Civiles, dirigidos por
Martin Luther King, con la Constitución de EEUU y la igualdad de derechos como
programa; otros, terroristas, delincuentes, inficionados de violencia, aupaban
la lucha de clases, destruir la sociedad “capitalista”, los valores
democráticos. Para descrédito del movimiento, asaltaban, secuestraban,
asesinaban. Y se los tragaron la tierra, las cárceles y la inutilidad.
“Del mismo color”
Gracias al combate por los Derechos Civiles, cincuenta
años más tarde Barack Obama es presidente de EEUU y un supremacista blanco se
estrella contra la mayoría popular y la reelección. Al nacer los sesentas,
Katherine Goble (luego Johnson) Dorothy Vaughan y Mary Jackson, tres
matemáticas negras, enganchan en la NASA como parte de un pelotón innominado de
calculistas al servicio de todos los departamentos.
El cuerpo esencial de la NASA, es el Grupo de Trabajo
Espacial, dirigido por el súper matemático e ingeniero Al Harrison, de
extraordinaria personalidad y talento. Entran en crisis cuando los rusos se
adelantan y ponen en el espacio a Gagarín, y porque a semanas del lanzamiento
de John Glenn, el primer norteamericano en orbitar el planeta, no podían
calcular el ángulo de entrada, la velocidad y cientos de vectores para su
reingreso a la atmósfera.
Requieren un experto en geometría analítica, y del
pelotón envían a Katherine. Al entrar a la oficina con su caja de cosas
personales, la tomaron por bedel. El único baño para negras quedaba a casi un
Km., trayecto que hacía corriendo entaconada, varias veces al día. Ante sus
reiteradas ausencias, Harrison la increpó enérgicamente ante todos y ella
ripostó en el mismo tono.
“Trabajo como un burro día y noche, recorro una milla
cada vez que voy al baño, y tomo café de una jarra que dice 'para negros' entre
personas que casi no me tratan”. Harrison arrancó la etiqueta de la jarra y
tomó una barra de hierro. Ante la estupefacción colectiva, destrozó las vallas
plásticas que indicaban la exclusividad racial de los sanitarios. Al terminar,
gritó “en la NASA todos meamos del mismo color”.
Nervios de cobalto y mimbre
El ángulo de reentrada a la atmósfera era de vida o
muerte. Si se pasaba de agudo, rebotaba y se perdería en el espacio. Si era
demasiado obtuso, se estrellaría contra una pared. En el pizarrón de la
oficina, ella escribió el procedimiento para resolverlo, con estupefacción de
todos. Ese es su salto quántico y Harrison la adopta. Frente a la inminencia de
la misión, convocan reunión del Pentágono, las ramas militares, la cúpula del
gobierno y Glenn.
Katherine porfía a Harrison que ella debe asistir. Él
accede y le dice, cariñosa y enérgicamente “vienes, pero no abras la fuking
boca”. Ya dentro, acribillado a preguntas, le lanza una mirada S.O.S, y ella
avanza al pizarrón y desentraña las incógnitas. Calcula velocidades, ángulos, y
coordenadas para reingreso y amarizaje, ante bocas abiertas y el flechazo en
Glenn. Pero el día X, quince minutos antes del despegar, el caos.
La computadora IBM daba resultados contradictorios, y
Glenn dice categóricamente que solo despegaría si Katherine lo aprobaba. Ella
corrigió a la máquina, y autorizó el vuelo del Atlas. Una de las escenas más
dramáticas de la historia de la aventura espacial es el reingreso de Glenn. Por
fallas de fabricación, la cápsula se incendia, y en la agonía colectiva, es
ella quién salva la crisis, la vida y la misión de Glenn. “La nave resistirá”
dijo terminante...
Dorothy Vaughan fue la única en la NASA que dominó el
lenguaje FORTRAN de la IBM y se convirtió en jefe de informática. Mary Jackson
había rediseñado la cápsula para que no se desarmara al reentrar e hizo posible
la hazaña. Sin puños crispados, sin violencia, sin odio, una mujer negra se
hizo reina de la NASA. (Vea la apasionante historia en el film Figuras en la
sombra, 2016, del director Theodor Melfi)
Carlos Raul Hernandeaz
carlosraulhernandez@gmail.com
@ElUniversal
Venezuela
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