lunes, 22 de marzo de 2021

LUIS FUENMAYOR TORO, EL DESARROLLO DE LA PANDEMIA EN EL PAÍS

Es meridianamente claro que la pandemia por CoVid-19 no sólo continúa, sino que se recrudece por momentos. Y eso está ocurriendo en buena parte del mundo, aunque la información no sea completa ni llegue oportunamente. EEUU está próximo a llegar a los 100 millones de vacunados, pero la reemergencia del virus es clara en varios de sus estados, así como el regreso de medidas sanitarias de contención que ya habían sido suspendidas. Y esto también ocurre en varios países europeos. Es decir, el mundo desarrollado, mejor preparado para este tipo de contingencias, vuelve a decretar la emergencia sanitaria y regresa a la política del confinamiento de parte de su población, por lo menos en algunas regiones. Ya este simple hecho debería alertar a las autoridades venezolanas respecto a los peligros existentes y por venir.
 
Pero no sólo es lo que ocurre fuera de nuestras fronteras. Es también lo que está ocurriendo actualmente en el país. Sin duda ninguna tenemos una reemergencia de casos que no se puede, ni mucho menos debe, ser ocultada. El gobierno de Maduro tiene una tendencia muy fuerte a no informar las cosas con claridad, preocupado muchas veces más por la afectación política que pueda producirle un evento particular, que por el bienestar de la población de millones de seres humanos que dependen de su gestión y de sus decisiones. Las flexibilizaciones habidas de la cuarentena no han tenido realmente que ver con desarrollo de la pandemia, sino con la percepción de que flexibilizar en períodos festivos, como se hizo en carnavales, es algo que cae muy simpático a la mayoría de la gente y por lo tanto es beneficioso para la salud del régimen.
 
Este tipo de conducta es completamente negligente y condenable. En este momento estamos sufriendo la decisión de la flexibilidad habida en los carnavales pasados, que aparentemente llenaron las playas de una manera inusitada en relación con lo que se esperaría de una población bien informada y conocedora de los peligros a que se estaba sometiendo. Claro que hay una variante “brasileña” del virus, a la cual el régimen apunta como la responsable de todo lo que ocurre. Pero esas racionalizaciones y pseudo justificaciones no evitan la aparición de nuevos casos, ni el congestionamiento de los hospitales y clínicas, ni la saturación de las unidades de terapia intensiva, ni las muertes que se producen, que son los eventos trágicos que están ocurriendo y que pudieron haber sido evitados si no se toman decisiones alegres como las tomadas.
 
Las mutaciones se han producido siempre en todos los seres que tienen ácidos nucleicos, para no llamarlos seres vivos, pues en algunos casos, como en el de los virus, mayoritariamente se considera que no lo son. Son realmente partículas de materia orgánica compleja inanimada, en las que ocurren cambios frecuentes de configuración de su ADN, que originan nuevas características, que si son favorables a su acceso, permanencia y replicación en las células, se mantienen en el tiempo. Estas mutaciones pueden suponer cambios en el contagio y en el desarrollo de la enfermedad que producen. Y esto es lo que aparentemente ocurren con la variante que actualmente se nos informa está ya entre nosotros. Es más contagiosa y parece ser también más virulenta, por lo tanto, es más grave y más difícil de enfrentar. No sólo individualmente con los pacientes afectados sino colectivamente.
 
Así como los venezolanos debemos ajustar nuestras conductas al aumento actual del peligro, el gobierno de Maduro debe también ajustarse a lo debido en esta nueva situación. Nadie debería en este momento estar pensando en una flexibilización para semana santa. Sería un despropósito indolente para con la gente. El esfuerzo gubernamental, además de enfrentar la escasez de gasolina y gas y ahora de gasoil, es resolver el problema de la vacunación rápida del pueblo venezolano. Pero no con las absurdas prioridades que se dice ha seguido. No. Sino con las prioridades internacionalmente establecidas en todo el mundo civilizado. No son los diputados ni el alto gobierno ejecutivo, ni sus familiares cercanos, consanguíneos o no, ni sus amigos, militantes ni socios comerciales, quienes deben ser vacunados primero.
 
Eran sólo los miembros del sector salud, cuya mortalidad en el país es varias veces mayor que en el resto del mundo. La mortalidad por CoVid-19 en Venezuela, según las cifras oficiales, es de 0,98 por ciento. Muere menos de una persona de cada cien contagiadas. Es bastante menor que la vista en el mundo, pero de eso no voy a escribir en este momento. Con esas mismas cifras, la mortalidad en el sector salud es de 0,25 por ciento, es decir que la cuarta parte de quienes mueren son médicos, enfermeros y técnicos del sector salud. Es una cifra gigantesca cuando se la compara con otras del resto del mundo. Es inaudito que no hayan sido vacunados todos los integrantes de este sector y que en cambio lo hayan sido otros.
 
Les recuerdo el orden de prioridades, por si lo habían olvidado: 1°) Personal sanitario. 2°) Mayores de 80 años o que vivan en ancianatos. 3°) Personas de 65 a 79 años. 4°) Personas con comorbilidades sin importar la edad. 5°) Personas en riesgo de exclusión social. 6°) Personal esencial (educación, transporte, alimentos, bomberos, defensa civil). 7°) Personas entre 55 y 64 años. 8°) Resto de la población. En este resto de la población, además de los ciudadanos que faltarían por vacunarse, estarían los miembros del alto gobierno, los diputados nacionales y regionales, los militares, los gobernadores y alcaldes, los miembros de los cuerpos de seguridad del Estado, a menos que algunos de ellos también pertenezcan a uno de los grupos anteriores. Los venezolanos aspiramos una actitud digna y responsable de quienes nos gobiernan. 

Luis Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
Venezuela

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