Es meridianamente claro que la pandemia por CoVid-19
no sólo continúa, sino que se recrudece por momentos. Y eso está ocurriendo en
buena parte del mundo, aunque la información no sea completa ni llegue
oportunamente. EEUU está próximo a llegar a los 100 millones de vacunados, pero
la reemergencia del virus es clara en varios de sus estados, así como el
regreso de medidas sanitarias de contención que ya habían sido suspendidas. Y
esto también ocurre en varios países europeos. Es decir, el mundo desarrollado,
mejor preparado para este tipo de contingencias, vuelve a decretar la
emergencia sanitaria y regresa a la política del confinamiento de parte de su
población, por lo menos en algunas regiones. Ya este simple hecho debería
alertar a las autoridades venezolanas respecto a los peligros existentes y por
venir.
Pero no sólo es lo que ocurre fuera de nuestras
fronteras. Es también lo que está ocurriendo actualmente en el país. Sin duda
ninguna tenemos una reemergencia de casos que no se puede, ni mucho menos debe,
ser ocultada. El gobierno de Maduro tiene una tendencia muy fuerte a no
informar las cosas con claridad, preocupado muchas veces más por la afectación
política que pueda producirle un evento particular, que por el bienestar de la
población de millones de seres humanos que dependen de su gestión y de sus
decisiones. Las flexibilizaciones habidas de la cuarentena no han tenido
realmente que ver con desarrollo de la pandemia, sino con la percepción de que
flexibilizar en períodos festivos, como se hizo en carnavales, es algo que cae
muy simpático a la mayoría de la gente y por lo tanto es beneficioso para la
salud del régimen.
Este tipo de conducta es completamente negligente y
condenable. En este momento estamos sufriendo la decisión de la flexibilidad
habida en los carnavales pasados, que aparentemente llenaron las playas de una
manera inusitada en relación con lo que se esperaría de una población bien
informada y conocedora de los peligros a que se estaba sometiendo. Claro que
hay una variante “brasileña” del virus, a la cual el régimen apunta como la
responsable de todo lo que ocurre. Pero esas racionalizaciones y pseudo
justificaciones no evitan la aparición de nuevos casos, ni el congestionamiento
de los hospitales y clínicas, ni la saturación de las unidades de terapia
intensiva, ni las muertes que se producen, que son los eventos trágicos que
están ocurriendo y que pudieron haber sido evitados si no se toman decisiones
alegres como las tomadas.
Las mutaciones se han producido siempre en todos los
seres que tienen ácidos nucleicos, para no llamarlos seres vivos, pues en
algunos casos, como en el de los virus, mayoritariamente se considera que no lo
son. Son realmente partículas de materia orgánica compleja inanimada, en las
que ocurren cambios frecuentes de configuración de su ADN, que originan nuevas
características, que si son favorables a su acceso, permanencia y replicación
en las células, se mantienen en el tiempo. Estas mutaciones pueden suponer
cambios en el contagio y en el desarrollo de la enfermedad que producen. Y esto
es lo que aparentemente ocurren con la variante que actualmente se nos informa
está ya entre nosotros. Es más contagiosa y parece ser también más virulenta,
por lo tanto, es más grave y más difícil de enfrentar. No sólo individualmente
con los pacientes afectados sino colectivamente.
Así como los venezolanos debemos ajustar nuestras
conductas al aumento actual del peligro, el gobierno de Maduro debe también
ajustarse a lo debido en esta nueva situación. Nadie debería en este momento
estar pensando en una flexibilización para semana santa. Sería un despropósito
indolente para con la gente. El esfuerzo gubernamental, además de enfrentar la
escasez de gasolina y gas y ahora de gasoil, es resolver el problema de la
vacunación rápida del pueblo venezolano. Pero no con las absurdas prioridades
que se dice ha seguido. No. Sino con las prioridades internacionalmente
establecidas en todo el mundo civilizado. No son los diputados ni el alto
gobierno ejecutivo, ni sus familiares cercanos, consanguíneos o no, ni sus
amigos, militantes ni socios comerciales, quienes deben ser vacunados primero.
Eran sólo los miembros del sector salud, cuya
mortalidad en el país es varias veces mayor que en el resto del mundo. La
mortalidad por CoVid-19 en Venezuela, según las cifras oficiales, es de 0,98
por ciento. Muere menos de una persona de cada cien contagiadas. Es bastante
menor que la vista en el mundo, pero de eso no voy a escribir en este momento.
Con esas mismas cifras, la mortalidad en el sector salud es de 0,25 por ciento,
es decir que la cuarta parte de quienes mueren son médicos, enfermeros y
técnicos del sector salud. Es una cifra gigantesca cuando se la compara con
otras del resto del mundo. Es inaudito que no hayan sido vacunados todos los
integrantes de este sector y que en cambio lo hayan sido otros.
Les recuerdo el orden de prioridades, por si lo habían
olvidado: 1°) Personal sanitario. 2°) Mayores de 80 años o que vivan en
ancianatos. 3°) Personas de 65 a 79 años. 4°) Personas con comorbilidades sin
importar la edad. 5°) Personas en riesgo de exclusión social. 6°) Personal
esencial (educación, transporte, alimentos, bomberos, defensa civil). 7°)
Personas entre 55 y 64 años. 8°) Resto de la población. En este resto de la
población, además de los ciudadanos que faltarían por vacunarse, estarían los
miembros del alto gobierno, los diputados nacionales y regionales, los
militares, los gobernadores y alcaldes, los miembros de los cuerpos de
seguridad del Estado, a menos que algunos de ellos también pertenezcan a uno de
los grupos anteriores. Los venezolanos aspiramos una actitud digna y
responsable de quienes nos gobiernan.
Luis Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
Venezuela
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