Hoy comienza la Semana Santa. Tiempo para la reflexión
y para la oración. Es la semana más importante y más trascendente en todo el
calendario litúrgico de la Iglesia Católica.
Es el tiempo para conmemorar el más grande misterio de
la historia universal: la pasión, muerte y resurrección del Hijo del Hombre. El
domingo será domingo de Ramos. Jesús entra en Jerusalén aclamado por el pueblo
judío. El jueves siguiente, ese mismo pueblo, prefiere a Barrabás y condena al
justo a la muerte y muerte de cruz.
El mensaje de la semana santa es en primer lugar un
mensaje de Amor. De amor infinito: “Nadie tiene amor más grande que el que da
la vida por sus amigos”. Si algo necesita el mundo en la hora actual es una
alta dosis de amor, de fraternidad, de solidaridad. Si algo necesita Venezuela
para comenzar a curar las heridas profundas recibidas en las últimas décadas,
es una alta dosis de amor, de fraternidad y de solidaridad. Por eso es tan
importante aprovechar los días de la Semana Santa para la reflexión y para la
oración.
En un libro maravilloso, escrito por un gran teólogo
del siglo pasado, Romano Guardini, se habla de las virtudes que conducen a
Dios. Entre ellas, además del amor y de la fraternidad, se habla de la
justicia, la lealtad, la generosidad, la verdad, la paciencia, la tolerancia,
la austeridad, el coraje, la amabilidad, la comprensión, la cortesía, la
gratitud, la vocación de servicio, la discreción, el respeto al derecho ajeno.
Si los seres humanos practicáramos ese conjunto de
virtudes, el mundo sería un lugar maravilloso. Esa misma afirmación vale para
nuestra adolorida Venezuela. Si todos nos propusiéramos practicar las virtudes
que nos recomienda el cristianismo y que menciona Guardini, Venezuela y los
venezolanos viviríamos mucho mejor.
Amor en lugar de odio. Paz en lugar de violencia y de
guerra. Justicia en lugar de injusticia. Esperanza en lugar de pesimismo o de
resignación. Coraje en lugar de cobardía. Respeto al derecho ajeno en lugar de
abuso y arbitrariedad. Cortesía en lugar de mala educación y malos tratos.
Paciencia y tolerancia en lugar de insultos y descalificaciones. Austeridad en
lugar de corrupción y despilfarro.
Termino reiterando mi recomendación: aprovechemos la
semana santa para la reflexión y la oración. Hagamos el compromiso de procurar
ser mejores cada uno de nosotros y al final lograremos tener un mundo mejor y
una Venezuela mejor.
Seguiremos conversando.
Eduardo Fernández
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