El ejercicio de ponderar a una Venezuela alojada en
nuestro imaginario por lo que representó, si bien contribuye a solazarnos en
haber vivido en un país que en mucho superaba a otros en vías de desarrollo,
poco importa y no hace mella en la actitud refractaria de aquellos que
enarbolan la tesis de la destrucción sistemática de todo cuanto se haya hecho
para que se consolide otro país con distintos atributos y características que
por cierto no se corresponden con nuestra historia ciudadana.
Tampoco hace mella, ese solaz, en quienes,
ensoberbecidos por sus posiciones de liderazgo en la oposición, solo pretenden
mantener una hegemonía que se riñe con su discurso y que no se corresponde con
su ineficacia en más de dos décadas.
Desde varias perspectivas percibimos que a los
políticos -en general- se les fue de las manos conseguirles a los venezolanos una ruta para reencontrarnos siquiera con los mínimos
estándares de vida; así como para sintonizarlos de nuevo con las vías
democráticas que nos permitieran salir del tremendo trance del desmontaje del
país. El profesor Agustín Blanco Muñoz, acuñó en pocas palabras el resultado de
esa impotencia e incapacidad, cuando hace varios años sentenció: Venezuela es
un ex país. Nuestro buen amigo Benjamín Rausseo, lo expresó en términos menos
académicos, cuando a manera de chiste, planteó irnos todos y dejarle el país a
Chávez. Nunca imaginó “El Conde” que millones de venezolanos le tomaran en
serio la palabra y hoy, para nuestro pesar, se encuentran regados por todo el
globo terráqueo.
Viene al caso referir, que luego de los antecedentes
republicanos de la I República (1810-1812) y de la II República (1813-1814), se
gesta la III República en la que Venezuela formó parte junto con las actuales
repúblicas de Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela, incluyendo la Guayana
Esequiba, de la Gran Colombia, un ex país de corta vida republicana
(1821-1831). Todo eso representó un proceso inconcluso, que tuvo su final cuando Venezuela
nace realmente como Estado Nación en 1830.
Fue, entonces, cuando se produjo la ocurrencia del
momento constitutivo del Estado nacional en el que ocupó el centro hegemónico
un grupo social y político determinado, tal como lo sostenía en sus tesis el
desaparecido autor e importante político boliviano, René Zavaleta Mercado,
quien al respecto añadía que “quien ocupe el centro hegemónico en el momento
constitutivo, o sea, quien interpele a la Nación en dicha coyuntura, definirá
la suerte de la Nación por un largo período”.
De allí, que desde 1830 nuestra población y definitiva
nacionalidad venezolana con sus tradiciones, valores y cultura, nuestro propio
gobierno y organización política, símbolos e instituciones, territorio, fuerzas
armadas, nuestra soberanía y el manejo de una política exterior propia, entre
otros, sean ad infinitum los elementos que crean esa conciencia de destino
común constitutiva del Estado Nación venezolano que conceptualmente va mucho
más allá de lo que representa -estricto sensu- un país como unidad
geográfica y su población, o una república.
Vale agregar que las distintas formas republicanas
mediante las cuales se organiza al Estado en determinados momentos, han tenido
lugar en la historia del país en coincidentes coyunturas que también han sido
aprovechadas por los grupos sociales y políticos de turno para proponer y
realizar algunos cambios relevantes.
Trasciende a lo anterior, el desmantelamiento de las
instituciones y la eliminación toda forma de gobierno de naturaleza democrática
como argumento para el renacer de una nueva Venezuela; así como la entrega de
su soberanía o la dependencia e injerencia de otros países, y el
desconocimiento del Estado de Derecho, la deformación de nuestros símbolos,
valores, tradiciones y cultura, la fragmentación de nuestra población, la
manipulación de nuestra organización territorial y la deliberada disminución de
los derechos ciudadanos, la inoculación de doctrinas exógenas y el sometimiento
a intereses extranjeros, la entrega de nuestros territorios a grupos
paramilitares y a otros países, todos entre una larga lista de agravios, no es solo atentatorio contra
la república o el país, es mucho más que eso, es una inexcusable forma de
dinamitar a la nación.
Los verdaderos líderes como Betancourt,
entre otros, fueron más allá de las coyunturas, y su avanzado pensamiento
político lo centraron en lo estructural. Privilegiaban integralmente a la
nación, al país y a la república. Por tanto, es en torno a este desiderátum en
el que debemos alinearnos los venezolanos para proteger nuestro futuro.
Víctor Antonio Bolívar Castillo
vabolivar@gmail.com
Venezuela
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