La libertad negativa permite al individuo elegir cómo
administrar su vida sin coacción de otros. La libertad positiva es el deseo del
individuo de ser su propio amo, libre de cualquier fuerza externa, lo cual es
bueno porque incluye el deseo de los individuos de mejorar su calidad de vida.
El concepto de libertad negativa parte de la idea de que vivimos en un mundo en
el que, realizar un fin implica el sacrificio de otros fines y es por eso que
Berlin dice, “los hombres le dan tanta importancia a la libertad de elegir”.
El concepto de la libertad positiva, según Berlin,
puede derivar en la búsqueda de la concentración de poder al considerarse la
coacción como una herramienta necesaria para organizar la sociedad hacia la
consumación de un objetivo determinado. El `buen vivir’, la igualdad, la
felicidad, etc., todos son objetivos que pueden ser elegidos como prioridad por
aquellos que detentan el poder. Pero no olvidemos que perseguir un solo
objetivo como sociedad elimina la libertad del individuo para elegir por sí
mismo. No confundamos las cosas, decía Berlin, “La libertad es la libertad, no
igualdad o justicia o cultura, o felicidad humana o una consciencia tranquila.
Si la libertad de mi mismo o de mi clase o nación dependen de la miseria de un
número de otros seres humanos, el sistema que promueve esto es injusto e inmoral”.
También escribe el filósofo: “Quiero que mi vida y mis
decisiones dependan de mí mismo y no de fuerzas exteriores. Quiero ser el
instrumento de mis propios actos voluntarios y no de los de otros hombres.
Quiero ser sujeto y no objeto. Quiero persuadirme por razones, por propósitos
conscientes míos, y no por causas que me afecten desde afuera. Quiero ser
alguien, no nadie; quiero actuar, decidir, no que decidan por mí; dirigirme a
mí mismo y no ser accionado por una naturaleza externa o por otros hombres como
si fuera una cosa, un animal o un esclavo incapaz de juzgar mi papel como
humano, esto es, concebir y realizar fines y conductas propias (...) soy libre
si puedo hacer lo que quiera, y quizá, elegir entre dos maneras de obrar que se
me presentan cuál es la que voy a adoptar”.
El hecho de que políticos de todos los partidos
afirmen creer en la libertad sugiere que la gente no siempre tiene la misma
idea en la cabeza cuando habla de ella. Se habla de libertad en muchas partes
del mundo. Hay personas que buscan liberarse de la pobreza, del despotismo o la
discriminación, por ejemplo. Otros exigen libertad para decir lo que piensan,
hacer lo que les parezca mejor y vivir como les apetezca. Todo ser humano la
quiere, la busca, para conseguirla, se organizan protestas, manifestaciones y hasta
rebeliones y revoluciones, ´pero, en lugar de alcanzar los objetivos, a menudo
las consecuencias son solo sufrimiento e incluso muertes. En todo ideal
totalitario, alerta el escritor, está la determinación de utilizar el poder
político para liberar hombres y mujeres, les guste o no, a fin de realizar
algún proyecto histórico superior. Esta voluntad -concluye- “desemboca siempre
en la limitación de la libertad individual”.
Tal como le gustaba repetir a Isaiah Berlin, “las
cosas y las acciones son lo que son, y sus consecuencias serán las que serán:
así pues, ¿por qué querer engañarnos?”. Son muchos los que han llegado al poder
con un Cristo en la mano pregonando el valor de la libertad y se cuentan por
millones las muertes ocurridas en nombre de esa hermosa palabra.
Sostengo, como amante de este precioso regalo, que la
libertad en manos de un autócrata es más peligrosa que una hojilla en las manos
de un mono. Es verdad que tiene muchos beneficios. ¿Cómo sería el mundo si no
existieran límites de ningún tipo? Sin duda, este es un asunto complejo.
“Pensemos en la inmensa cantidad de leyes escritas por los hombres, así como en
los miles de abogados y jueces que se necesitan para interpretarlas y
aplicarlas”, me recuerda un abogado constitucionalista. De esto se deduce que,
para que todos los miembros de una sociedad se puedan beneficiar de la
libertad, en la práctica hacen falta ciertos límites. La cuestión es quién
tiene el derecho de determinar qué límites son justos, necesarios y razonables.
Tenemos que reconocer que no siempre sabemos cuáles
serán las consecuencias de nuestras decisiones ni podemos estar seguros de que
siempre nos beneficiarán. Por este motivo, es frecuente que las decisiones que
se toman con las mejores intenciones provoquen sufrimiento, desastres o hasta
tragedias, este hecho se encuentra magníficamente ejemplificado en el aserto:
el infierno está empedrado de buenas intenciones.
Noel Álvarez
Noelalvarez10@gmail.com
@alvareznv
Coordinador
Nacional del Movimiento Político GENTE
Venezuela
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