viernes, 16 de abril de 2021

DANIELA DELGADO Y DANIELA CARRIÓN: EL PETRÓLEO YA NO ESTÁ DE MODA

La industria de la moda es una de las más lucrativas a nivel mundial. Tiene un valor semejante al PIB de Francia y emplea a más de 300 millones personas en el mundo. Sin embargo, la moda rápida o fast fashion es la segunda industria más contaminante del mundo y el Banco Mundial y la Alianza de la Moda estiman que contribuye cada año con entre 8% y 10% de la emisión de gases de efecto invernadero globales. 

Los costos de producción se han reducido con la producción masiva. Sin embargo, existen otros costos menos evidentes como las externalidades negativas asociadas a impactos ambientales como el uso de recursos naturales, contaminación y contribución al cambio climático. 


El coste ambiental de la industria de la moda 

Además de ser un trabajo intensivo, este sector requiere de grandes cantidades de energía para poder producir. Esto ahonda la problemática del cambio climático y las consecuencias asociadas al aumento de eventos climáticos extremos que repercuten en todos los sectores de la economía.
 
Desde el inicio de la cadena productiva, cantidades significativas de petróleo son necesarias para la elaboración de materias primas de la industria textil como las fibras sintéticas, materiales como el poliéster y el acrílico que por sus características son altamente demandadas.
 
La Fundación Ellen McArthur calcula que se requieren 342 millones de barriles de petróleo al año para la fabricación de fibras sintéticas, que resultan ser un tipo de plástico. Este tipo de fibras tienen una alta demanda por sus características de resistencia, durabilidad, elasticidad e impermeabilidad. Sin embargo, esa misma durabilidad de las prendas no permite su fácil desintegración una vez desechada en los rellenos sanitarios de los países.
 
De acuerdo con la Fundación Ellen McArthur, más de seis de cada diez prendas tiene como materia prima textiles de origen fósil. También se estima que 35% del total de microplásticos que terminan en el mar provienen de ropa y textiles sintéticos.
 
Además de ser una industria intensiva en el uso de energía, también lo es en el uso de agua. De acuerdo con el periódico The Guardian, 1,5 trillones de litros son requeridos anualmente por la industria de la moda porque confeccionar unos simples vaqueros requiere de aproximadamente 7.500 litros.
 
Además, según un estudio de la Universidad de California, las prendas de materiales sintéticos desprenden en promedio 1,7 gramos de microfibra en cada lavada, que termina volcado a las fuentes de agua.
 
La fabricación de prendas de vestir ocurre en países en desarrollo donde las condiciones laborales son más flexibles, hay mejores condiciones económicas para las empresas y las regulaciones son más débiles. Si bien parte de las economías de la India, China y Bangladesh dependen del sector textil, también es una industria relevante para algunos países de América Latina.
 
La industria en América Latina
 
La industria textil fue una de las pioneras en el proceso de industrialización de Brasil y el país es actualmente una referencia mundial en el diseño de trajes de baño, jeanswear y homewear entre otras piezas. Este sector es el segundo mayor empleador de la industria manufacturera y genera alrededor de millón y medio de empleos directos y casi 8 millones indirectos en más de 33.000 empresas de todo el país.
 
En México, por otro lado, la industria textil y de la confección empleó 640.000 personas en 2018 y el sector ocupa la décima posición entre las actividades económicas manufactureras más importantes de país. Con casi la totalidad de las prendas exportadas a Estados Unidos, el desarrollo de esta industria se debe a las malas condiciones laborales y la nula protección ambiental.
 
Si bien el sector representa buena parte de los ingresos de los países en desarrollo, su reinvención es vital para el planeta y sus habitantes. Por un lado, para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores textiles y por otro, para desarrollar una producción más limpia con prácticas sostenibles a lo largo de su cadena de producción que internalicen los impactos en el planeta.
 
Para ello, es fundamental fortalecer la institucionalidad de los países en desarrollo para mejorar las condiciones laborales de los empleados del sector y para el desarrollo normativo y de control que garantice el cuidado y protección del medio ambiente. Y desde los consumidores, es fundamental que seamos más conscientes de los modos de consumo y uso de las prendas que utilizamos a diario.
 
Tener conciencia global sí está de moda, así como revisar los patrones de consumo y producción para hacerlos más sostenibles. Hay que pensar en una economía circular de la moda y para ello es clave tomar medidas que involucren al sector para que realmente se minimicen los impactos ambientales presentes y futuros.
 
Daniela Delgado es economista. Docente de Economía en la Univ. de las Américas – UDLA (Ecuador), Directora del Observatorio de Energía y Minas de la UDLA. Candidata a doctora en el Programa de Estado de Derecho y Gobernanza Global de la Universidad de Salamanca.
 
Daniela Carrión es economista y gestora de proyectos financiados por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente en Latinoamérica. Master en Relaciones Internacionales de la Universidad Andina Simón Bolívar, Ecuador, y en Ambiente y Desarrollo, en The London School of Economics and Political Science, Reino Unido.
 
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