Todos sabemos que el
Presidente Joe Biden y la izquierda demócrata que lo controla son todos
una banda de mentirosos. Pero en su discurso de la semana pasada sobre la
Segunda Enmienda, Biden incurrió en la mayor mentira de su miserable carrera
política. Porque entre todo lo que proponen Biden y la izquierda demócrata nada
es más deshonesto y peligroso que el control de armas. Todo lo que dicen sobre
ese tema es totalmente falso. Por ejemplo, usted puede detestar los impuestos
pero usted puede reconocer que es justo cobrar impuestos por los servicios que
recibe del gobierno.
Pero el control de armas es algo muy diferente. El
control de armas es algo totalmente fraudulento. El Partido Demócrata afirma
que las armas provocan la violencia. Ese es su tema central y es una soberana
mentira. Los lugares en este país con el mayor número de armas y menos leyes
sobre su control son precisamente los lugares donde se producen menos crímenes
con armas de fuego. Esa es la realidad que usted puede confirmar visitando
sitios en el internet con estadísticas verídicas sobre el tema.
Pero Joe Biden nunca se ha dejado intimidar por la
verdad. El salto de plagiario congénito a mentiroso inveterado es muy pequeño y
él seguirá siendo ambos hasta que lo pongan seis pies debajo de la tierra. Casi
nada de lo que dijo el presidente en su discurso era verdad. Dijo, por ejemplo,
que las armas compradas en ferias de armamentos están exentas del chequeo de
los antecedentes penales de sus compradores. Esa es una mentira galáctica que
puede ser desmentida por cualquiera que haya comprado un arma en una feria de
armamentos. Biden también dijo que los fabricantes de armas disfrutan de
inmunidad contra demandas establecidas contra ellos. Esa es otra mentira. Los
fabricantes de armas son demandados todo el tiempo. Si no me cree pregúntele a
alguno de ellos.
Por otra parte, los izquierdistas demócratas no están
solos en esta batalla por el control de esta nación. Los multibillonarios, la
prensa mentirosa y los artistas de Hollywood forman parte de un detestable
ejército de la hipocresía. Desde la seguridad de sus mansiones amuralladas y la
proporcionada por sus equipos de seguridad, todos están empeñados en desarmar a
los ciudadanos de a pie. Y en la cumbre de su indiferencia, estos privilegiados
proponen reducir o eliminar fondos destinados a la policía sin tomar en cuenta que esto conduce
a la impunidad de los criminales. Gente a quienes las leyes le son indiferentes
porque compran sus armas en el mercado negro.
En su inmensa sabiduría, los padres fundadores de esta
gran nación estipularon en su constitución que los ciudadanos tienen el derecho
absoluto de portar armas sin ser molestados por el gobierno. Este ha sido el
mejor antídoto contra la tiranía que nunca ha asomado su cabeza repulsiva en
los dos siglos y medio de república de los Estados Unidos. Pero Joe Biden ha
tenido la temeridad de decir que, independientemente de lo que diga el texto
constitucional, ningún derecho otorgado por la Constitución es absoluto.
No señor, ese derecho está sujeto al dictamen del
fantasma que hoy vive en la Casa Blanca. Este hombre que se robó las elecciones
ahora aspira a instaurar una dictadura. Porque, con un simple plumazo, Joe
Biden se las ha arreglado para convertir en delincuentes a millones de
partidarios de Donald Trump. Quisiera conocer al valiente a quien se le
asignaría la tarea de confiscar las armas de estos americanos. ¡Va a necesitar
mucha suerte para salir con vida!
Además, según encuestas dignas de crédito, en los
Estados Unidos hay 393 millones de armas en manos de civiles. Esto representa
120 armas por cada 100 ciudadanos. Pronuncie las palabras "registro de
armas" a muchos americanos−especialmente a los partidarios de su uso,
incluyendo a los 3.5 plus millones de miembros de la Asociación Nacional del
Rifle−y se arma la de "San Quintín".
Resumido en pocas palabras, quienquiera que trate de
restringir tu derecho a portar armas legítimamente adquiridas no está tratando
de mejorar la seguridad de los Estados Unidos. El verdadero objetivo de la
izquierda es desarmarte y despojarte de tu autonomía, de tu poder, de tu
derecho a defenderte. El control de armas no tiene nada que ver con las armas.
Tiene que ver con quién o con quienes controlan el país. Un ciudadano desarmado
es un esclavo del estado. La historia está llena de ejemplos. Yo voy a
mencionar unos cuantos.
El 8 de enero de 1959, en un discurso pronunciado
desde el Campamento Militar de Columbia, Fidel Castro la arremetió contra los
miembros del Directorio Revolucionario que habían tomado posesión de 500
fusiles, 5 ametralladoras y 80 000 tiros de la base militar de San Antonio. En
aquel momento dijo: "Yo les voy a hacer una pregunta: ¿Armas para qué?,
¿para luchar contra quién?, ¿contra el Gobierno Revolucionario, que tiene el
apoyo de todo el pueblo?". Y los guerrilleros del Directorio, del Segundo
Frente y otros independientes cayeron en la trampa y se desarmaron. En su
recurrido papel de víctima, este fue uno de los primeros espectáculos de Castro
en su larga y sanguinaria dictadura.
El 8 de noviembre de 1960, en un discurso pronunciado
en el acto clausura de Cinco Congresos Obreros Extraordinarios, en el Palacio
de los Deportes, La Habana, el tirano dijo todo lo contrario. Una vez nosotros
hicimos esta pregunta: “¿Armas para qué?” Y hoy nosotros hacemos esta
afirmación: armas para combatir a los mercenarios; armas para destruir a los
que osen pisar el suelo de la patria en plan de conquistadores o de
invasores".
Algo similar pero mucho más grotesco tuvo lugar en la
Alemania de Adolfo Hitler, de paso uno de los líderes admirados por el tirano
de Cuba. Desde el mismo momento en que se hizo con el poder Hitler impuso
estrictos requisitos al registro de armas. Esto le permitió identificar a los
dueños de armas y confiscarlas todas, desarmando efectivamente a sus opositores
y pavimentando el camino al genocidio de la
población judía. David Kopel, Director de Investigaciones del Instituto
Independencia, lo ha sintetizado de esta manera: "Dicho en pocas palabras,
si no hubiera sido por el control de armas, Hitler no hubiera podido asesinar a
21 millones de personas."
Otro carnicero despiadado puso en práctica
procedimientos brutales en la distante y
misteriosa China. En 1927 y de nuevo en 1938, Mao Tse-tung declaró que "el
poder político es sustentado por el poder de las armas". Sus discípulos
siguieron su ejemplo. En 1966 y de nuevo en 1996, China Comunista prohibió la
compra, venta y transporte de armas de fuego sin permiso del gobierno. Y entre
septiembre y octubre de 2006, las autoridades chinas confiscaron 178,000 de
armas ilegales, 3,900 toneladas de explosivos, 8 millones de detonadores, y 5
millones de balas.
La respuesta a la pregunta de "¿Armas para
qué?"formulada por Fidel Castro en enero de 1959 puede ser aplicada a
Hitler, Mao Tse-tung y a toda la cohorte de tiranos que oprimen a sus pueblos
en los cuatro rincones del globo: Armas para luchar por la democracia, armas
para garantizar la libertad, armas para
defender la patria y armas para ser libres. Si hubiésemos aplicado esa fórmula
desde el principio del régimen de oprobio de los simuladores bajados de la
Sierra Maestra no habríamos lamentado la pérdida de millares de muertos, el
ostracismo de centenares de miles de presos y la tragedia de casi dos millones
de cubanos deambulando por los inciertos y solitarios caminos del mundo.
Alfredo M. Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Director de
www.lanuevanacion.com
Cuba - Estados Unidos
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