"Alcanzó
este impuesto su culminación en el régimen impositivo británico, donde cuenta
con una historia que lo acredita. Apareció como recurso heroico para salvar los
apremios del fisco inglés aligerado por las guerras con Francia. Los impuestos
agobiadores que soportaba la población, eran impotentes para solventar los
problemas económicos del Tesoro nacional: fue entonces cuando el famoso
ministro Pitt propuso al Parlamento el assessed taxes que comprendía una serie
de impuestos directos sobre las casas y el lujo en diversas manifestaciones,
tomándose como base la renta. El Parlamento se agitó enormemente con esas
propuestas extraordinarias, pero la ley fue sancionada en 1798 bajo el nombre
de Aid and contribution Act. Conforme a este ordenamiento, la ciudadanía se
divide en tres categorías; según la importancia económica de cada uno de los
sectores. En 1799 se promovió una reforma a Ja de Pitt, debido al descontento
que se mantenía latente contra ella, ya que según Seligman se la consideraba,
entonces, "falso en sus bases, destructor en su desarrollo, erróneo en su
realización. Este no es un impuesto —proclamaba un autor—, sino una extorsión;
es una experiencia detestable y dañosa"."[1]
En
realidad, como se ve, los impuestos han nacido con las guerras y las estimulan,
porque es la mejor ocasión que tienen los burócratas de incrementar sus arcas:
en las situaciones de "emergencia" bajo consignas por lo general
patrióticas, o explotando el temor de la gente es más fácil que entreguen sin
resistencia sus pertenencias al gobierno. Esta es la lectura correcta a darle
al párrafo que hemos transcripto arriba.
Era lógico
ese descontento contra una nueva ley que establecía un impuesto a la renta territorial
(casas) toda vez que antes se dijo que el pueblo ya venía soportando
agobiadores impuestos. Según parece (no es clara la cita) a los impuestos sobre
el capital se agregaron impuestos sobre las rentas. Puede entenderse entonces
como lógica la agitación del Parlamento británico si así hubiera sido. Podemos
imaginar cómo se exprimía al ciudadano pues en su patrimonio.
Es que todo
impuesto es efectivamente -como decía ese autor- "una extorsión; es una
experiencia detestable y dañosa", pero la visión romántica del impuesto
permanece hasta hoy y, por lo visto, también estaba en la mente del autor de
esa frase que había caído bajo su influjo.
Y también
asiste razón al que dijo que es "falso en sus bases, destructor en su
desarrollo, erróneo en su realización" con lo que nosotros no hemos
descubierto nada "nuevo", simplemente que la historia registra muchas
opiniones similares a la nuestra, pero la posición contraria ha prevalecido y
hoy resulta extraño a la gente que se le hable de la superfluidad del impuesto,
y más chocante les parece que se proponga su eliminación lisa y llana, y su
reemplazo por un sistema de pagos voluntarios y donaciones para mantener un
gobierno si es que la comunidad lo reputa necesario.
Hay una
suerte de servidumbre mental que facilita que la gente sea fiscalizada, y lo
más triste de todo, que vea como "natural" que el Gran Hermano
Estatal vigile primero sus bienes y más tarde toda su vida. El estatismo no
sólo está arraigado en los que ansían el poder sino -y quizás más aun- en quienes
viven y medran a su sombra. Y esto tanto en las épocas a las que se refiere el
autor como en pleno siglo XXI.
"La
resistencia al impuesto no cejó y en 1802 se logró, después de empeñosos
esfuerzos, la supresión. Al año siguiente vuelve a plantearse en el Parlamento,
aunque con otras proporciones y con carácter meramente transitorio. El ministro
Addington dijo, al fundamentarlo: "Deseo que se comprenda bien que
considero este impuesto solamente como aplicable a la guerra, y entiendo
proponerlo con la condición de que se le suprima seis meses después de
restablecida la paz". Se consideró como "una contribución sobre las
ganancias provenientes de capitales profesionales, oficios y funciones",
lo que ha hecho decir que en realidad se trata del primer impuesto a la renta.
En 1805, siempre bajo la imposición de las circunstancias se elevó la cuota
proporcional del 5 % se elevó al 6 y 8 %; el impuesto subsistió hasta el año
1816 y fue nuevamente suprimido."[2]
Se infiere
del texto de la cita que el impuesto que se derogó se había establecido con
carácter de permanente, lo que justifica -aún más- las resistencias que -se
narra- había despertado. Existía -por lo menos en aquella época- una conciencia
más clara de lo dañoso del impuesto en general al parecer que la que existe
ahora.
Es
sintomático que al proponerse un nuevo impuesto los gobiernos recurrentemente
aludan a dudosas "circunstancias excepcionales" y en segundo lugar a
la transitoriedad del mismo.
En la cita
de arriba se nos dice que el "nuevo" impuesto al que se alude se
impuso en el año 1803 y que el ministro proponente pidió que se lo suprima seis
meses después de lograda la paz. Llama la atención que aquí se diga que
"se trata del primer impuesto a la renta" cuando en el párrafo
anterior se había dicho lo mismo del impuesto propuesto por Pitt. Quizás alude
a que el anterior impuesto lo era sobre las rentas territoriales y este otro
sobre "las ganancias provenientes de capitales profesionales, oficios y
funciones".
Ahora bien,
yendo al fondo de la cuestión: las guerras, en general, son creaciones
gubernamentales a las que el pueblo resulta ajeno, y esto vale tanto para el
pais invadido como para el invasor: quienes promueven las guerras son los
gobiernos. Pero el costo de las guerras se carga sobre las espaldas de los
pueblos cuyos gobiernos están envueltos en la contienda por decisión
-repitamos- exclusivamente gubernamental. Si algún gobernante quiere hacer una
guerra debería financiarla con sus propios recursos y no con los de sus
gobernados. En tal caso, si el gobierno del pais "A" declara la
guerra al país "B", la situación justificaría una rebelión fiscal por
parte de los ciudadanos del pais "A", ya que la decisión de agredir a
otro país vecino provino de sus gobernantes y no de sus ciudadanos. Si fuera
así, el gobierno agresor no contaría con fondos para la aventura bélica, y no
habría guerra alguna, y si la rebelión fiscal se prolonga ese gobierno agresor
caería.
Gabriel
Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
Argentina
http://www.accionhumana.com/2021/02/las-guerras-y-los-impuestos.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario