Pero como lo hemos afirmado por estos días en las
redes sociales, no es posible realizar propuestas reales de cambios
trascendentales a lo interno de la universidad venezolana sin contar con la
participación directa de su comunidad, en aquellos asuntos donde es necesaria y
esencial escuchar la voz y reflexiones de quienes hemos sido formados por
décadas en la vida académica del Alma Mater. Por lo tanto, el primer acuerdo
que se debe considerar es entender que las decisiones fundamentales deben ser
acordadas por los miembros de su comunidad en los diferentes escenarios de
cogobierno institucional.
La crisis universitaria solo es un reflejo de la
crisis general que existe en el Estado venezolano y su sociedad. Porque no es
cierto que la actual realidad que se vive desde hace poco más de 10-12 años, es
resultado de acciones político-económicas de gobiernos que terminaron
convirtiéndose, al concentrar todo el poder del Estado, en sistemas
autoritarios y después en régimen totalitario. La crisis nacional generalizada
y, por lo tanto, de naturaleza altamente compleja, es consecuencia de políticas
públicas desacertadas y de modelos educativos improvisados que frenaron la
descentralización del Estado, restando poder de decisiones
político-administrativas a las regiones y estados, y en la práctica,
devolvieron a la nación a los rudimentos de gobiernos centralizados con la
aparición de mentalidadescaudillistas y populistas.
Frente a esta realidad la universidad venezolana no
escapa a ello, en sus modelos de una práctica académica similar, debilitando su
rigor pedagógico al desviar el ejercicio de su Ser y Hacer fundamentales,
búsqueda de la verdad y aplicación del conocimiento, por asuntos y decisiones
políticas y de partidos, de naturaleza externa a su vida académica.
Cierto que la vida académica universitaria, en razón
de su práctica permanente, tanto en docencia, investigación, extensión y
producción, supone un hacer político como dinámica natural de vida comunitaria,
en tanto realidad cotidiana, y contrastación en el resto de la sociedad. Sin
embargo, la práctica de sus últimos 25 años en la generalidad de los casos, ha
evidenciado una clara desnaturalización de su práctica académica al estar
sometida a decisiones externas, por capricho de gobiernos al frente de partidos
y grupos que han terminado pervirtiendo al Alma Mater.
Devolver la universidad a sus asuntos ancestrales como
institución donde el ‘pueblo accede a decantar sus saberes’ es tarea
indeclinable que debe ser asumida en la urgencia que la república está exigiéndolo.
Porque no es posible, en el tiempo presente ni el porvenir, asumir el
desarrollo de una sociedad desde una perspectiva puramente política o
económica. No es cierto, tampoco, que sea desde el solo campo universitario que
se podrá superar la compleja crisis venezolana. Esto es un asunto que debe
verse desde una perspectiva integral, de crisis generalizada en todos los
ámbitos donde el principal protagonista de ello, el ciudadano, se desenvuelve.
Los miembros de la comunidad universitaria tenemos una
responsabilidad moral en la participación directa y activa de su recuperación,
adecuación y transformación para contribuir con el rescate de nuestra nación.
No es posible pensar un nuevo país con una universidad evidentemente viciada,
aletargada y con prácticas ajenas a la naturaleza de sus principios y valores
que han sido el fundamento de nuestra nacionalidad.
La universidad venezolana de los nuevos tiempos, debe,
para su sobrevivencia y frente a los inmensos retos de este siglo, someterse a
una revisión de su permanencia histórica y justificar su misión y visión como
guía y luz de adelantados visionarios que construyen saberes desde la base
fundamental de formación de ciudadanos libres, de pensamiento plural,
democrático y con razonamiento crítico.
Es tiempo de deslastrarnos de viejas y caducas
doctrinas, añejas formas de impartir y compartir la Academia. Una universidad
renovada, adaptada a los nuevos tiempos, pero centrada en sus fundamentos
axiológicos, filosóficos y políticos trascendentales, dará vigor al rigor
académico de nuestra Alma Mater.
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