Otro de los
secretos que se tragará la historia es el que tiene que ver con la manera en
que fue ajusticiado alias Jesús Santrich, líder de las d
isidencias de las FARC
y estrecho colaborador del régimen de Nicolás Maduro desde 2019. Las hipótesis
sobre la emboscada que cobró la vida del líder de la disidencias de las FARC
son variadas, pero más que ello, son todas interesadas.
Al régimen
de Nicolás Maduro la tesis de que este comandante y “prohombre” revolucionario
fue asesinado en territorio venezolano de Perijá por efectivos de las Fuerzas
Armadas de Colombia que actuaron ilegalmente sobre nuestro sacrosanto suelo le
resulta útil a los fines de apuntar un dedo inculpador hacia el gobierno de
Iván Duque. Aunque hasta el momento ningún alto jerarca revolucionario se haya
adueñado de esta tesis ante la imposibilidad física de probarla, dejarán que
ruede la especie de su asesinato por parte de la oficialidad militar de los
vecinos porque, aparte sembrar la discordia entre el gobierno y las derechas
colombianas – nadie estaría de acuerdo con una incursión militar en tierras
vecinas- nada mejor que ungir como mártir de los militares al servicio de la
oligarquía colombiana a quien fuera un colaborador estrecho y asociado de las
tropelías criminales del régimen que despacha desde Miraflores.
Por el lado
de Colombia, tres hipótesis manejaron los informes de inteligencia que se
presentaron al Palacio de Nariño : en primer lugar su asesinato se habría
provocado en medio de una disputa entre grupos criminales en el negocio de
tráfico de estupefacientes; en segundo lugar, habría tenido lugar un
ajusticiamiento del exguerrillero de parte de las FFAA venezolanas quienes
habían denunciado previamente la intromisión de las disidencias en las
actividades militares de la zona y, por último, una tercera tesis de acuerdo a
la cual habrían sido las propias disidencias de las FARC quienes protagonizaron
un enfrentamiento violento entre dos de sus frentes armados por el control de
la zona, en el que Santrich habría quedado atrapado. En este último caso la autoría
directa se atribuía a Iván Mordisco. Esta otra joya fue el primer comandante
guerrillero en rechazar el Acuerdo de Paz de La Habana y actuaba como líder del
Frente Primero de las disidencias de las FARC. Era enemigo jurado de Santrich
por su protagonismo al frente del tráfico de estupefacientes, extorsión y
reclutamiento forzado.
De todas
estas opciones el gobierno de Colombia ha optado por referirse a un ajuste de
cuentas entre grupos armados criminales narcotraficantes en territorio
venezolano en los que sus fuerzas militares regulares no han intervenido. Bien
pudiera ser ese el escenario más verosímil pero también el más conveniente para
lavarle las manos a Colombia de una intromisión en territorio ajeno. Vale la
pena rememorar que pocos días antes de su muerte la Sala Penal de la Corte
Suprema de Justicia había avalado la extradición de Santrich solicitada por los
Estados Unidos, por tráfico de drogas y también es oportuno traer a colación
que Santrich se había refugiado en Venezuela bajo la protección de Maduro desde
hace casi dos años. Por último es propio recordar que el individuo había
amenazado de muerte al Presidente Duque en febrero de este mismo año.
Las
disidencias de las FARC, grupo del que formaba parte activa Jesús Santrich,
líder calificado por sus correligionarios como el “ciego que sabía ver lejos”
confirmó tempranamente, y con algo de laconismo, que este líder de la Segunda
Marquetalia había sido asesinado con fuego de artillería y granadas en Perijá
la zona binacional fronteriza del lado venezolano. No mucho más que eso.
Al fin, el
episodio del meñique cercenado al ex miembro de las FARC agrega un elemento
que, aunque suene a telenovela mejicana, debe ser incluido en cualquiera de los
anteriores escenarios.
La
existencia de una jugosa compensación por parte de la DEA de los Estados Unidos
por la cabeza de este malhechor puede estar jugando un papel importante en la
emboscada en la que resultó muerto Seuxis Pausias Hernández Solarte, el
verdadero nombre del otrora líder guerrillero, es capaz de haber motivado no
solo a casa-recompensas y mercenarios de esas lides sino a todo aquel
disidente, guerrillero, colombiano o venezolano, perteneciente o no a las
Fuerzas Armadas de cualquiera de los dos lados que se moviera en el entorno de
los delincuentes.
Santrich
con sus limitaciones visuales era posiblemente el punto más débil de una cadena
de terrorismo y negocios turbios que se movía en esa zona de nadie que es el
eje fronterizo del Estado Zulia. Los múltiples videos colgados por él mismo en
las redes hacían posible determinar que fuera esa región la que albergada al
detractor de las FARC.
Lo que
viene quedando claro de todo el rompecabezas de medias verdades que se tejen en
torno a este oprobioso asunto es que Venezuela es un santuario en el que opera
a sus anchas la guerrilla de las FARC, las disidencias del proceso de paz
colombiano, grupos criminales de toda pelambre y donde el negocio
narcoterrorista campea a sus anchas.
Allí
también alguien termina por ser objeto de un ajuste de cuentas o de un cobro de
recompensas.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
Venezuela – España
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