El 6 de
junio sabremos si los peruanos se suicidarán en masa. Leo en el diario Expreso
una encuesta que demuestra que Pedro Castillo hoy “sólo” aventaja por 3.2% a
Keiko Fujimori. Me recuerda, no sé por qué, una anécdota cubana de José María
Eça de Queiroz. El escritor y diplomático portugués visitaba a su médico en La
Habana (vivió dos años en Cuba) y le explicó sus síntomas. Era, por supuesto,
hipocondriaco. El galeno le aseguró que no tenía nada, que estaba muy bien.
“Eso me consuela –le dijo el novelista-. Me moriré en perfecto estado de
salud”.
Los
peruanos morirán en perfecto estado de salud. Se suicidarán en pleno goce y
disfrute de sus facultades mentales. El sistema democrático funciona
extraordinariamente bien. Las elecciones son transparentes. Es verdad que Pedro
Castillo no le lleva los 20 puntos que le sacaba a Keiko Fujimori al día
siguiente del sorprendente triunfo de ambos en las primarias; y también es
cierto que la tendencia de las encuestas parece que perjudican a Castillo, pero
basta un puñado de votos para inclinar la balanza.
En
realidad, basta sólo un voto extra en el platillo de Castillo para que gane las
elecciones y precipite al país en el desastre mayor. En Chile, el gran
referente de Perú, las recientes elecciones a la Asamblea Constituyente
demostraron que la izquierda independiente y el Partido Comunista están en su
mejor momento, aunque sólo votó el 41% del padrón electoral. Hay un cierto
hartazgo de los partidos tradicionales.
Me lo dijo
Juan Claudio Lechín, el escritor boliviano, un gran experto en la conducta de
los comunistas: “En Chile y Perú los camaradas se han dedicado eficazmente a
destruir a los partidos políticos, presentándolos como insalvables focos de
corrupción. Por eso han salido muchos jóvenes a las calles a destruir todo lo
que no podían saquear o llevarse a casa. Ha sido una labor de demolición en la
que todos hemos colaborado activa o pasivamente con nuestro silencio cómplice”.
Lechín tiene razón.
La encuesta
publicada en Expreso apareció antes del primer debate presidencial entre Keiko
Fujimori y Pedro Castillo, realizado en Chota, Cajamarca, en la que quedó claro
que el maestro rural no tenía la menor idea de cómo gobernar o cómo crear
empleos. Después de esa cita han aparecido otras dos encuestas en las que
Castillo tiene unos cinco puntos de ventaja. Keiko Fujimori tiene que obrar
milagros para ganar la elección.
¿Puede
hacerlo? Por supuesto que podría hacerlo. Todo está en que les demuestre a los
peruanos que sabe crear un clima social proclive a la continuidad del
crecimiento económico en el que sus connacionales se encuentren reflejados. No
tiene mucho sentido el mensaje anticomunista. El peruano pobre, que es la
mayoría, no cree o no le importa lo que sucede en Cuba o en Venezuela. Tiene
una pésima opinión de los venezolanos que han “invadido” a Perú, o supone que
Perú no es Cuba ni Venezuela, y, por lo tanto, lo que ocurrió en esos
desdichados países no les va a suceder a ellos.
Los
peruanos de a pie, sencillamente, no está inmersos en un debate ideológico.
Alguien que es capaz de votar por Castillo, o que encuentra simpático su
sombrero y su cabalgadura, no tiene la mínima información que se requiere para
darse cuenta del problema en que está metiendo al país, o lo que significa
gobernar a una nación en el momento en que existe un evidente cambio de
paradigmas.
Tampoco
recuerdan las virtudes y defectos de Alberto Fujimori, un ingeniero de ochenta
y dos años. El Perú de nuestros días es muy diferente al que lo vio triunfar
frente a Mario Vargas Llosa, o gobernar tras el desorden del primer Alan
García. Ningún peruano de menos de 30 años puede recrear la angustia que se
vivía cuando parecía que “Sendero Luminoso” iba a ganar la partida. Fujimori
fue un gobernante de la década de los noventa del siglo pasado. A su hija le
toca salvar a Perú aquí y ahora. Ojalá se den cuenta los que piensan abstenerse
o votar en blanco. Estarán apoyando a Castillo.
Carlos Alberto
Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
Cuba- Estados Unidos-España
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