Todo en la
vida, resulta ser un dilema. Particularmente, al reconocer que,
permanentemente, el ser humano se ve siempre obligado a elegir entre dos o más
derroteros. Cada decisión tomada, es producto de una deliberación o escogencia
entre alternativas, opciones o preferencias.
En política
sucede lo mismo. En cuanto al contexto que circunda la situación, las
posibilidades que configuran la disyuntiva (política), adquieren el sentido
suficiente para ser consideradas como variables propias de la selección en
cuestión. En el plano operativo, los espacios a allanar se tornan de difícil
acceso dado que cada uno busca exhibir lo mejor de sí en términos de sus
potencialidades políticas.
Es ahí
precisamente, cuando surgen las confusiones prestas a entorpecer los procesos
de elaboración y toma de decisiones. Tanto, que las realidades se tornan
conflictivas por causa de las diferenciaciones que entran en el juego político
en el cual la incertidumbre es el principal aliado de toda variable que
participe en los susodichos procesos.
Esto, tal
como arriba se explica, caracteriza cualquier disyuntiva dominada por intereses
o necesidades propias de la política. Por supuesto, cuando dicha disyuntiva
ocurre asediada por dificultades de algún tenor, además supeditada a procesos
de elección, comicios, votaciones, referéndums, sufragios o plebiscitos, el
dilema se hace mayúsculo.
Es el caso
Venezuela cuyas diferidas elecciones de cualquier institución, estamento
público o gremio, se convirtieron en continuado debate resaltando un
pronunciado antagonismo. Más, por cuanto se instituyó como parte de la agenda
diaria que sistematiza o desacomoda eventos político-partidistas. Fue así como
Venezuela pasó a ser escenario de crudos desencuentros cuyos temas de choque
rayan en esquemas dirigidos a desnudar al país político de ademanes y rituales
que ningún aporte han sabido brindar al desarrollo político nacional.
Por
ejemplo, las elecciones regionales, buscan confrontar posturas reñidas desde
todos los ángulos políticos y morales posibles. Desde que las opiniones
sirvieron de incentivo de duras confrontaciones, las mismas destacan visos de
una machacada cultura política.
Más, desde
que dejaron ver mezquindades, egoísmos, resentimientos, revanchas, represalias. Y asimismo, gruesas formas de
perjudicar al otro declarándolo enemigo, traidor mediante epítetos que tachan
al contrario de indolente o indigno, entre otros adjetivos de muy constreñida
condición ciudadana.
El
problema de las elecciones de gobernadores, indistintamente de su fecha de realización,
esta vez nuevamente anunciadas para Noviembre de 2021, estriba en su carácter
ético y moral, antes que político. Atendiendo esta consideración, cabe asentir
que dicho proceso comicial es infortunadamente el siguiente foso en el que la
democracia seguirá hundiéndose. Podría decirse que estas elecciones regionales
serán, al igual que todas aquellas realizadas o prometidas, todo un problema. O
mejor dicho, todo un dilema…
Antonio
José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela
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