Cuando hablamos de transición queremos significar el cambio de un régimen, modelo o sistema político a otro. En Latinoamérica han ocurrido cambios importantes.
Entre los 60 y 70 de regímenes autoritarios a democracias, siguiendo la línea de los Estados Unidos marcada por el Consenso de Washington. Para luego dar un giro a finales de los años 90 a la, llamada, Marea Rosada, de ideología de izquierda moderada, nacionalista, en la lucha contra y el combate contra la “pobreza”.
Latinoamérica atesora culturalmente características comunes como el mestizaje, desigualdades, caudillismo, personalismo, corrupción, individualismo, debilidad institucional… heredados de la colonia, que han sobrevivido a todos esos cambios de régimen sean autoritarios, demócratas, socialistas, sean de: derecha o izquierda.
Hemos tenido avances importantes en cuanto a la democratización en nuestros países, pero independiente de la forma de régimen o sistema político democrático representativo o participativo, división de poderes públicos, elecciones y valores plasmados en todas las constituciones, en el fondo los gobernantes vulneran las formas democráticas para atender los intereses grupales y de su partido político.
De allí, que, en mi criterio, lo que hemos vivido ha sido una suavización del autoritarismo, una especie de utilización del marco democrático, para decir, que estamos en democracia. En efecto, hay elecciones pero son amañadas, reconocemos a las organizaciones políticas pero las que están con el gobernante de turno, existen instituciones al servicio de quien gobierna y como guinda de la torta: en la exigencia de un pensamiento único.
Una apariencia de democracia que mantiene a la ciudadanía refugiada en el individualismo ocupándose de lo suyo. Desencantada y decepcionada de la política y de todo lo que tenga que ver con el gobierno o con quienes gobiernan, total allí no resuelven ellos sus problemas.
En medio de un debate histórico de la derecha vs. Izquierda hemos ido de la risa al llanto, parafraseando al poeta Andrés Eloy Blanco; pero seguimos como en la colonia cuando había que estar cerca del enviado del monarca para recibir cualquier concesión.
Sentimientos de apatía, desencanto e indiferencia abrigan un espacio importante en los corazones de quienes vemos como se plantean los cambios en una actitud gatopardiana,de cambiar para no cambiar nada, en el marco de grandes, millonarias y estruendosas campañas políticas que sólo buscan el poder para servirse, no para servir a la sociedad.
Con lo cual quiero significar que el debate no está en la derecha ni en la izquierda.Debemos superar, de una buena vez, esa cultura del aplastamiento del otro, del caudillo, del don y mando, de enemigos o amigos, de incondicionales, para transitar hacia los espacios ciudadanos, en ejercicio de los valores democráticos y con instituciones sólidas. Uno consecuencia de lo otro. No puede haber democracia, sin demócratas, sin el ejercicio pleno de sus valores y menos sin instituciones sólidas. Por ello me responsabilizo a desarrollar esta visión de cómo sería esa re democratización en los próximos artículos.
Carlota Salazar C.
Carlotasc@gmail.com
@carlotasalazar
Venezuela
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