La confrontación política por el control Sudamericano se agiganta de manera peligrosa en Brasil. La efemérides de los 199 años de la independencia de ese país llega cuando existe un álgido momento controversial de la política nacional la cual, se encuentra en extremo polarizada y crea preocupaciones entre los analistas brasileños sobre una eventual alteración de la marcha democrática con un eventual viraje del gobierno de Jair Bolsonaro hacia el autoritarismo.
Esto sucede cuando el país se encuentra enrumbado hacia unas cruciales elecciones pautadas para finales del próximo año, en las cuales, por los momentos, aparecen dos mitos, el del emblemático presidente ultra derechista antes mencionado que representa la vigencia del modelo neoliberal vinculada a la corriente occidental del mundo asociada al modelo de la democracia liberal y la, contraria, representada por el expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva asociada con la controversial propuesta del Socialismo del Siglo XXI que en la actualidad de manera sorprendente logra recuperar sus derechos políticos después de haber sido defenestrado por corrupción en 2016.
En tal sentido, de no presentarse otro aspirante que pueda abrir una tercera vía, los candidatos antes señalados representarían los dos modelos antitéticos que se disputan el control futuro del país cuyos resultados serán de enorme importancia para la suerte del continente. Las condiciones presentes en esta área del mundo son muy diferentes a las existentes hace dos siglos atrás cuando se produjo la ruptura con el colonialismo ibérico, un asunto que si presentamos en una rápida visión nos ayuda a comprender mejor el controversial presente en el cual nos encontramos.
Empecemos por decir que Brasil se destaca por su original independencia dentro de los países americanos que le permite conservar toda la herencia y espacio colonial portugués, cuestión que le permite en la actualidad controlar la mitad del continente sudamericano, manteniendo fronteras con todos países del área con excepción de Ecuador y Chile. En Latinoamérica la independencia se produjo mediante dos procesos diferentes gestados dentro los imperios ibéricos de España y Portugal cuando fueron severamente desestabilizados por la intervención de las fuerzas francesas de ocupación dirigidas por Napoleón Bonaparte.
Mientras en España la invasión motiva la abdicación del rey Carlos IV en favor de su hijo y Bonaparte nombra a su hermano, lo que crea una ruptura con sus súbditos americanos y le da la oportunidad a los mantuanos de dirigir el desconocimiento de la metrópoli, en Portugal se fortalece el colonialismo cuando el rey Joao VI logra huir hacia Brasil y restablece allí su reino europeo. En este contexto la independencia brasileña del 7 de septiembre de 1822 es muy diferente al de las repúblicas hispanoamericana gestadas desde 1810 cuando se dan los primeros gritos de independencias en los cabildos de Caracas y Buenos Aires continuando después en diferentes guerras que terminan convergiendo en Perú en la batalla de Ayacucho en diciembre de 1824.
Por el contrario en Brasil sin violencia surge un imperio independiente con Pedro I, el príncipe regente portugués que rompe las ataduras coloniales con simplemente negarse a acatar la orden de las cortes de Portugal de regresar a Lisboa donde ya se encontraba su padre como lo exigía las demandas de la Revolución de Oporto de 1820. El anticolonialismo conservador brasileño preserva la unidad territorial mediante un pacto de gobernabilidad entre el Emperador que tiene el poder político y los hacendados esclavistas que mantienen el poder económico en las provincias distantes, surgiendo la nacionalidad después cuando la población acepta al monarca continuando una secuencia en la cual, primero aparece el Estado antes de la nación.
La situación contraria ocurre en Hispanoamérica en la cual, el surgimiento del nacionalismo condujo a la formación de pueblos diferentes representados a lo largo del siglo XIX en diferentes republicas que se disputaron la disgregación del espacio colonial español. Consecuentemente, durante los dos últimos siglos de la evolución independiente de Sur América sus pobladores no tomaron conciencia de la importancia de la unificación de sus nacionalidades afines y vieron en países diferentes con desarrollo desiguales cuyos objetivos eran diversos y en muchos casos contrarios.
No obstante, existirá una herencia colonial sustentadora de bases socioculturales análogas. Esta situación no sólo los define como latinoamericanos sino también establece el contraste con la cultura anglosajona de los Estados Unidos impulsora del mito a parte de 1845 de ser sus ciudadanos los llamados al cumplimiento de un destino manifiesto tendiente a extenderse por todo el continente americano en nombre de la libertad. Sin embargo, Brasil a diferencia de los países hispanoamericanos no se sintió amenazado por la doctrina expansionista del norte y por el contrario, a principio del siglo XX durante la gestión del canciller Rio Branco, quien para algunos representa un visionario de las posibilidades geopolíticas de la colonización luso-brasileña en el siglo XXI, establece una alianza tacita que le permite convalidar la situación de los límites del Brasil de manera satisfactoria en Sur América. Esta situación en la cual Brasil pone su interés geoestratégico a depender de una alianza con EUA por encima del resto de América Latina se repite en 1964 cuando la influencia de la revolución cubana alteraba el curso regional de la guerra fría y el ejército brasileño esgrimiendo la doctrina de seguridad nacional toma el poder e implanta un régimen autoritario asumiendo una amenazante posición protagónica de un subimperialismo regional.
El estudio de éste periodo es fundamental para comprender la reformulación política de Sur América en la actualidad y el futuro inmediato se refleja en la confrontación electoral brasileña del próximo año en la cual los dos candidatos principales representan las dos tesis establecidas durante el periodo creado por el golpe militar de 1964. Así, por una parte, Bolsonaro fundamenta su posición actual de buscar perpetuarse en la presidencia como un fuer de los trópicos sudamericanos asumiendo los valores y principios surgidos del agresivo Estado militarista fortalecido en 1964 que se impuso por la fuerza sobre la nación para defender el capitalismo regido por los Estados Unidos, Mientras Lula, por el contrario, podría representar a la sociedad civil que en su lucha por reconquistar sus derechos democráticos comprende que para lograrlo era necedad como objetivo compenetrarse con los otros pueblos sudamericanos para hacer una causa común democratizadora a escala regional y de esta manera superar los graves errores del pasado que mantenían la disgregación.
Esta estrategia desde la última década del pasado siglo pasa a ser controlada por los sectores de izquierda y a principios del nuevo siglo logra aprovechar la coyuntura internacional para crear Unasur como una plataforma de convergencia de sectores disimiles entre los planos nacionales e internacionales unidos en la lucha contra el capitalismo privilegiando el aspecto social hasta el 2016. El 31 de agosto de ese año se produce en el Senado del Brasil el impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff cuya conjura saca al proyecto Lulismo del gobierno para algunos mediante un golpe blando mientas otros como una rectificación de las desviaciones del gasto social del estado y restituyendo su rol de garante de “Orden y Progreso”. Más aun el hecho histórico representa un golpe mortal a la estabilidad de Unasur la cual, de manera soterrada representaba los intereses de la corriente del Socialismo del Siglo XXI creada por Fidel Castro y Lula en 1990. En los últimos cinco años impera una grieta entre los propósitos ideológicos relacionado a los fines del continente y pudiera profundizarse mucho más según los resultados de las elecciones brasileñas del próximo año.
Alejandro Mendible
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