Donald Trump es acusado—tanto por demócratas como por republicanos—de que será muy viejo en el 2024 para aspirar a presidente de los Estados Unidos. Otros lo acusan de ser arrogante, vulgar y vengativo. Y Trump es todo eso y mucho más. Yo nunca lo escogería como amigo—el que quiera un amigo “que se compre un perro”—pero yo votaré por él para que sea mi presidente. Porque los presidentes no se escogen para para pasar con ellos un buen rato sino para que promuevan los principios e implanten las políticas que beneficien a la ciudadanía. Los votos en una democracia no se emiten cegados por las pasiones sino iluminados por el raciocinio.
Por desgracia, las pasiones predominaron en las elecciones presidenciales de 2020. Una proporción considerable de americanos no votó por Biden sino contra Trump. El odio y la insidia de esos elementos de izquierda malévola y de su prensa complaciente—en un esfuerzo por castigar a Trump—cayeron en la trampa de poner a la momia de Biden en la Casa Blanca. Ahora todos estamos pagando el precio. Pero, por suerte, tenemos las parciales de este 2022 y las generales de 2024 para cambiar de tripulación y de capitán.
En mi opinión, después de Ronald Reagan, Donald Trump es el mejor presidente que han tenido los Estados Unidos desde que llegué a este país hace 62 años. Digan lo que digan, Donald Trump tiene defectos y virtudes pero nunca defectos que lo incapaciten para ser presidente como incapacitado fue Jimmy Carter e incapacitado es Joe Biden. Donald Trump—aunque gritón y presumido—es un genuino heredero de los principios y de las metas políticas de Ronald Reagan. Por esos sus cuatro años de gobierno—a pesar del fuego concentrado de la prensa farsante, de la maquinaria de difamación del Partido Demócrata y de la vieja élite republicana—fueron un rotundo éxito.
Ese es el motivo por el cual toda esta banda de oportunistas y de corruptos esta aterrada ante su posible postulación en las elecciones presidenciales de 2024. Los “políticos profesionales” de ambos partidos le temen tanto a Trump como Drácula al crucifijo. De ahí que el objetivo de estas audiencias sobre los acontecimientos del 6 de enero de 2021 en el capitolio no es otro que impedir que Donald Trump aspire de nuevo a presidente.
Esa es la razón por la cual Nancy Pelosi y la “rinoceronte” Liz Cheney le han echado los perros del FBI a Peter Navarro cuando este se negó a revelar sus conversaciones privadas con su antiguo jefe. Esto no es otra cosa que una sucia jugada política de un partido que, de alguna manera, se ha hecho con el control de la principal agencia de aplicación de la ley en los Estados Unidos. Nunca la democracia ha estado en mayor peligro en este país.
Para ilustrar mis argumentos, procedo a llevar a cabo un análisis comparativo de las gestiones presidenciales de Biden y de Trump. Comencemos por Joe Biden:
Recién cruzado el umbral de la puerta principal de la Casa Blanca, Biden procedió a clausurar los oleoductos de Keystone XL y de Dakota así como a eliminar los contratos de explotación de petróleo y gas en el Refugio Nacional de Vida Silvestre (ANWR) en Alaska. Un país que exportaba petróleo y gas se convirtió—gracias a Biden—en un mendigo de fuentes de energía ante los tiranos de Arabia Saudita y de Venezuela. Con esto, nuestra mejor opción es: ¡QUE SE VAYA LA MOMIA!
Donald Trump, por su parte, desató el potencial de petróleo y de gas de los Estados Unidos. Puso en operaciones los oleoductos de Keystone XL y de Dakota al igual que suscribió contratos de explotación de petróleo y gas en el Refugio Nacional de Vida Silvestre (ANWR) en Alaska. Además se retiró del descabellado Acuerdo Climático de París. Esta decisión convirtió a los Estados Unidos en el primer productor de petróleo y gas natural en el mundo. Por primera vez, en 70 años, los Estados Unidos se convirtieron en exportador de energía. Con esto, nuestra mayor esperanza es: ¡QUE VUELVA EL GRITÓN!
En marcado contraste, la Administración Biden ha puesto por los cielos los costos de los productos y servicios que hacen atractiva la vida de los americanos. Los principales han sido los alimentos, la electricidad, la vivienda y el combustible. La inflación es la más alta en 40 años y los gastos promedio de cualquier familia han aumentado en 250 dólares mensuales. No hay mejor remedio que pedir: ¡QUE SE VAYA LA MOMIA!
Mientras tanto, bajo el gobierno de Donald Trump se crearon 7 millones de nuevos empleos y el presupuesto familiar aumentó en 6,000 dólares al año. La tasa de desempleo se redujo a 3.5%, la más baja en 50 años, al punto que la fuerza laboral alcanzo la cifra astronómica de 160 millones de americanos trabajando. Y para mayor éxito, las tasas de desempleo de los hispanos, afroamericanos, asiáticos, americanos nativos y personas con discapacidad fueron las menores en toda la historia de los Estados Unidos. Hay que ser un estúpido o un izquierdista fanático para no decir: ¡QUE VUELVA EL GRITÓN!
Por otra parte, bajo la Administración Biden la canasta familiar se ha disparado a niveles sin precedentes. Un estudio de la inflación entre enero de 2020 y enero de 2021 ha arrojado los porcentajes de aumentos siguientes: Carne y pollo (12.2 %), Cereal (6.8 %), Gasolina (40 %), automóviles de uso (40.5 %), frutas y vegetales (5.6 %) y pasajes aéreos (5 %). Esto es sólo una pequeña muestra del infierno creado por este vejete decrépito y su manejador Barack Obama. Ante estas noticias devastadoras para la clase media no queda otra cosa que gritar a todo pulmón: ¡QUE SE VAYA LA MOMIA!
Donald Trump, por su parte, puso en vigor 3.5 MILLONES DE MILLONES (TRILLONES EN INGLES) en una histórica asistencia fiscal y reformó el Código de Impuestos. Una familia de cuatro personas, con un ingreso anual de $75,000, recibió una reducción impositiva de $2,000 al año. Al mismo tiempo, se crearon más de UN MILLON de trabajos manufactureros y de construcción. Los mismos que el farsante Barack Obama dijo que habían desaparecido para siempre y que jamás volverían.
Otras buenas noticias fueron los 30,000 puntos alcanzados por primera vez en 2020 por el Promedio Industrial de Dow Jones. También, para proteger a los obreros americanos, Trump impuso MILES DE MILLONES DE DOLARES en tarifas a las importaciones de China Comunista. Con el mismo objetivo, se retiró del desequilibrado Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) y lo sustituyó con el equilibrado Acuerdo Comercial de Estados Unidos, México y Canadá. Su política nacionalista de protección a los Estados Unidos y a sus ciudadanos ha hecho a Donald Trump merecedor de que digamos al unísono: ¡QUE VUELVA EL GRITÓN!
Desgraciadamente, Donald Trump confronta todavía numerosos retos antes de llegar a las elecciones presidenciales 2024. La élite republicana no le perdona que les haya secuestrado el partido acomodaticio y cobarde que—en contubernio con los demócratas—hizo de la corrupción un modo de vida. El MAGA para esta gente es una mala palabra. Desde Nebraska e Idaho hasta Pennsylvania y Georgia los republicanos han estado haciendo campaña activa—o maniobrando sigilosamente—contra los candidatos apoyados por Trump en las primarias republicanas de 2022. El objetivo es debilitarlo en su campaña para la presidencia en 2024.
Ahora bien, a pesar de esta corriente en contra, el 11 de mayo de este año Trump tenía un record de (58-1) en el número de victorias en los candidatos a los que había apoyado en las primarias. Hace sólo una semana—de acuerdo con Ballotpedia—119 de los candidatos apoyados por Trump habían triunfado mientras 8 había perdido, una tasa de éxito del 94 por ciento.
Lo cierto es que—temerosos de provocar su ira—la mayoría de los políticos republicanos le siguen profesando obediencia. La habilidad de Trump para destruir a quienes se le oponen es lo que le ha permitido mantener el control del partido. No perdonó siquiera a su hija Ivanka cuando ésta se salió del camino e hizo causa con el ex Secretario de Justicia Willian Barr. Con estos tiros, los que trabajamos para ¡QUE VUELVA EL GRITÓN! podemos dormir tranquilos.
Alfredo M. Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Director de www.lanuevanacion.com
Cuba - Estados Unidos
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