martes, 27 de octubre de 2015

CARLOS E. AGUILERA A., ENTRE SOLDADO Y GUERRERO, AGUILERA

Gobernar no es tarea fácil, y en democracia es más complejo aún mantener los niveles de popularidad, con  altos estándares de eficacia por tiempo determinado y ello se está viendo en estos últimos tiempos, en varios gobiernos que dan muestras de agotamiento del sistema, y de su entusiasmo revolucionario no queda virtualmente nada. En el vecino país brasileño, la popularidad de Dilma Rousseff  asoma niveles de un 10% y en el nuestro, Maduro con apenas el 18%. Si grandes líderes como Thatcher en Inglaterra, Kohl en Alemania o Felipe González en España demostraron con claridad que luego de 10 años las cosas no son iguales, ¿cómo es posible creer que a los antes mencionados les puede ir mejor?

El desgaste, es la contradicción permanente como en el caso venezolano, en el que el doble discurso desdibuja los propósitos que en sus enunciados suele hacer con regularidad Maduro, en su diaria obsesión discursiva (¿) a través del monopolio mediático con el que cuenta el régimen, pese a lo cual no se renueva y contrariamente dedica más tiempo a determinar quienes le son infieles y quienes no en su gobierno, por lo que las incoherencias y su pésima gestión al frente de los destinos del país comienzan a pasarle factura.

La vida se enriquece y profundiza cuando los humanos entienden las diferencias conceptuales, su uso y significado. Somos testigos de un mundo que pierde cada vez más la capacidad de pensar. Las grandes multitudes como intuyó, hace más de medio siglo Ortega y Gasset, no son más que "masas" humanas condicionadas por los abalorios de falsos mensajes. Su pensamiento parece tener  más vigencia que antes.

La sociedad contemporánea puede captar la diferencia entre los conceptos de soldado y guerrero, que aparentemente estén ligados a la guerra, pero sus contenidos son diametralmente opuestos. El soldado como señala el origen de la palabra, es quien va al combate y pertenece a un componente militar que va más allá de la configuración estructural y funcional, pues su razón es la de prepararse para la guerra, lo cual implica la necesidad de armonizar los procesos productivos de la defensa en tiempos de paz, para asegurar una eficiente labor que facilite las operaciones en caso de emergencia.

El guerrero es aquel hombre o mujer que combate por sus ideales y creencias y no le importa dejar su cuerpo hecho jirones, en calles, avenidas o cualquier terreno, pero ello constituye parte de su propio dogma. Estos son los hombres y mujeres que a través de la historia construyen sociedades dignas y hacen avanzar a la humanidad por sendas de esperanzas. Sobre las duras calles de las impasibles ciudades de nuestro país, caminan cientos de guerreros y soldados, que todos los días salen a su campo de batalla. Sin embargo, los guerreros dejarán su huella profunda, en los círculos de su entorno. Los grandes guerreros marcaron la historia y viven en la estela mitológica de los pueblos.

Descrito el significado, nuestros lectores pueden sacar sus propias conclusiones y definir a hombres y mujeres que marchan todos los días, portando en sus manos el pabellón tricolor, para exigir el cumplimiento de  sus derechos constitucionales,  violentados por quienes bajo una falsa revolución a la que le adosaron el nombre del Libertador, poco o mejor dicho nada, les  importa la crisis económica que asola a la mayoría de los venezolanos, la cual se ha convertido en la más desgarradora situación que pudiese haberse imaginado.

Esta respuesta refleja la incapacidad de quienes nos gobiernan (¿), además de que ellos saben lo que hacen, es parte de su plan. Si acaso llegó a sus manos la obra  “El Príncipe de Maquiavelo” seguro habrá sido almohada de los “líderes” de la susodicha revolución, pues literalmente siguen el precepto: “Si un príncipe se quiere mantener en el poder ha de aprender a no ser bueno”; es decir, hay que ser malo. Entienden por malo como ineficiente.

Estos llamados líderes de la revolución socialista marxista y bolivariana y por ende comunista, se comportan con el temor natural del chimpancé frente a los gorilas. Hay que ser malo y asustar al enemigo. Lo que sí es malo (de haraganes) es que ignoran al Maquiavelo republicano (discursos), quien afirma que los hombres son malos por naturaleza y que las leyes los hacen buenos, por lo que desconocen que al violar las leyes del Estado no está siendo malo en el concepto monárquico, sino despreciable y perjuro ante los ojos de la nación, y además no pueden ocultar la violencia y odio, que inculcan a diario en sus largas peroratas discursivas.

La razón de Estado del régimen madurista,  podría encontrarse en la fábula “Vicios privados, beneficios públicos” (B Mandeville), sátira en la cual la sociedad prospera por los vicios de sus miembros, es decir,  por lo que permita garantizar prosperidad y se desgobierna para que los reyezuelos de la corrupción se ahoguen en sus propios vicios y glotonerías, tal como venimos observando desde hace mucho tiempo en nuestro sufrido y desgraciado pueblo.

La explicación radica en los conceptos prusianos (Hitler y Stalin sus máximos representantes), de que la soberanía no reside en el pueblo sino en las quijadas del asno esgrimidas por el más fuerte: el derecho (o sea el poder) es el predominio de la omnímoda y caprichosa voluntad del gobernante. La alianza con lo imposible presagia un Estado corporativista-fascista, fácil de deducir por las evidencias que a lo largo de estos 16 años, el pueblo ha podido constatar en carne propia. Las huellas llevan a alianzas y financiamientos, con obscuras intenciones por parte de quienes nos quieren vender las bondades foráneas de un  pueblo, que subsiste bajo las más precarias condiciones, como el cubano.

En los Estados democráticos, los militares en servicio activo son ciudadanos sometidos, aún en tiempo de guerra, al poder civil (Truman despidió a MacArthur en plena guerra de Corea); pero en nuestro país, en el que la arbitrariedad de quienes detentan el poder ha llegado a extremos inauditos, como la de pisotear la propia Constitución Nacional, que despectivamente el Comandante galáctico la denomino “La Bicha”, hizo posible que los militares coparan todos los espacios de la administración pública: Ministerios, Institutos Autónomos, empresas del estado, Banca, hasta gobernaciones y Alcaldías, para de esta manera  constituir el llamado gobierno cívico-militar, con el que se afianzaría desde entonces y hasta el día de su muerte, y que ahora su hijo putativo y heredero Nicolás Maduro, no vacila en confiarles más poder a oficiales activos y retirados, visto el crecimiento del rechazo a su gestión (¿) y con el perverso propósito de darle estabilidad al régimen, que viola los derechos de los venezolanos, y conduce  al país por el peligroso camino que llevo a la humanidad al infierno nazi-comunista de Hitler y Stalin.

Forjar la historia es seguir y aprender de los guerreros, porque es avizorar un futuro mejor, lejos de la convulsión gigantesca y visión egoísta de un régimen, cuya hegemonía será extinguida el próximo 6 de diciembre en las elecciones parlamentarias, por haber truncado con palabras y más con  hechos la libertad, justicia y democracia del pueblo venezolano.

No olvidemos que en la vida cotidiana se puede elegir entre ser guerrero o soldado, y definir nuestro destino y  la visión de trascender por encima de todas las cosas. Hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, estudiantes, obreros, campesinos, profesionales, empresarios, en fin, la sociedad entera de Venezuela, seguros estamos es guerrera; y por eso tenemos la firme convicción de que encontraremos los puntos de motivación que aglutinen las acciones en una sola dirección para salvar el futuro. Es el momento oportuno.
¡Ni un paso atrás!

Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)

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