domingo, 17 de enero de 2016

ROLDÁN JOSÉ MONTOYA FEO, VENEZUELA EN CRISIS Y ANTE LA HORA DE LAS DEFINICIONES


Algunos académicos aseguran que la naturaleza intrínseca de la crisis fuerza su brevedad; mientras que, su eventual prolongación indefinida, indicaría un problema de carácter estructural. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿Acaso unas cuantas décadas son algo más que sólo un instante en la historia de una República?

Venezuela entró formalmente en una situación de crisis económica el 18 de febrero de 1983, día que se conoce en nuestra historia criolla como el Viernes Negro; mientras que la crisis política, en gran medida originada por la subestimación y la gestión deficiente de la primera, se hizo evidente 6 años después, con el llamado Caracazo del 27 de febrero de 1989, siendo confirmada por las posteriores intentonas golpistas de 1992 y por el “Golpe de
Palacio” que se consumó en 1993. Así, pues, esta crisis económica y política, la cual suma en su haber casi 33 años, ha tenido varios hitos a lo largo de su existencia, a saber: 1983, 1989, 1992-1993, 1998-1999 y 2002-2003.

Me refiero a aquellas ocasiones cuando se desata una vorágine, como consecuencia de la alineación de una serie de variables económicas, políticas y sociales, en clara dirección hacia cambios sustanciales en las estructuras política y económica del país. Hay instantes así en la vida republicana, algunos previsibles, otros no, cuando el demiurgo de la historia sale de su letargo para gestar un momentum, un punto de inflexión o un nuevo orden y ethos colectivo. 

El último de estos hitos ha signado claramente los siguientes 13 años de nuestra historia. El 2016, sin lugar a dudas, será un año de definiciones para Venezuela. 

El imperativo de las circunstancias así nos lo revela. Es aún temprano para anticipar con precisión la magnitud de los cambios referidos; pero, muy seguramente, dejarán una fuerte impronta, por lo menos, para los próximos diez años. Lo ideal sería que la sociedad venezolana aprovechara la gran oportunidad que encierra esta crisis para decidir conscientemente su destino y
atender con templanza el verdadero fondo de la misma, teniendo claramente identificadas las consecuencias más factibles de su decisión y estando bien dispuesta a asumir las responsabilidades a lugar; sin procrastinar, por más tiempo, un acto volitivo creador de su parte, por incómodo y difícil que pueda parecer. Hay que tener presente que por omisión también decidimos; sin embargo, los pueblos que deciden su destino por omisión se condenan a una existencia mediocre en todos los órdenes de su existencia republicana y ponen en riesgo su soberanía.

Ésta es una gran oportunidad, insisto, porque nos invita a actualizar nuestro Proyecto Nacional de una forma verdaderamente incluyente, con la humildad necesaria para reconocer nuestros errores, pasados y presentes, siempre con la más firme voluntad de enmendar nuestro camino y de adecuarlo eficientemente al signo de los nuevos tiempos sin sacrificar nuestra propia naturaleza. Si optamos por sacar el máximo provecho de esta oportunidad histórica, lo que decidamos durante el 2016 pudiera influir grandemente en el
resto del siglo XXI venezolano.

En este sentido, se nos muestra urgente la necesidad de exorcizar, de una vez por todas, los espectros decimonónicos y coloniales que aún habitan en nuestro inconsciente colectivo y dejar insistir tozudamente en querer forzar la historia, ya que todo ello sólo nos puede conducir al círculo vicioso de la manipulación, el autoengaño y la asfixia de cualquier oportunidad de sanación y desarrollo sustentable con modelos que axiomáticamente conducen al desastre.

La actual crisis política y económica que vive Venezuela es una expresión, casi apocalíptica, de la gran crisis económica y política que se hizo evidente en la década del 80 y su resolución definitiva pasa, ciertamente, por una redefinición seria, madura e incluyente del Proyecto Nacional Venezolano; cualquier otra tentativa es una peligrosa quimera, tal como nos hemos encargado de probarlo durante todo este tiempo: despreciando a los partidos políticos y a la política en general; priorizando, en la búsqueda de soluciones, a mesías salvadores por encima de las ideas y las instituciones; siendo débiles ante las manipulaciones sustentadas en el culto a la personalidad, la demagogia populista y la retórica polarizante del resentimiento social; identificando cómodamente a los culpables siempre afuera; profundizando la división entre conciudadanos; y repitiendo, tercamente y con mayor intensidad, los mismos desaciertos que nos llevaron al caos, entre otros.

Estamos ante una coyuntura histórica que determinará si el futuro próximo de Venezuela estará signado por la redefinición de su Proyecto Nacional, la reinstitucionalización democratizante del país, el retorno del Estado de Derecho y la liberalización de los mercados con miras a atender la urgente e impostergable necesidad de abastecer, dinamizar y diversificar la economía; o, por el contrario, si Venezuela tendrá que sufrir la prolongación indefinida de esta gran crisis, bajo su actual fase de totalitarismo populista, conocida como V República o Socialismo del Siglo XXI, la cual se constituye en el intento más radical y disociado de un sector de la sociedad por aferrarse al agotado Modelo Rentista.

Roldán José Montoya Feo
montoyafeo@gmail.com
@feo50378

Carabobo - Venezuela

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